NOTA DE OPINION
Por Andrés Tempo.
Una hora y media de alocución técnica farragosa; la convocatoria intencional y organizada de vecinos arrastrados bajo la esperanza de blanquear sus irregulares situaciones; y nueve silencios automáticos y cómplices del resto de los legisladores de Cambiemos; no bastaron para que el concejal Gastón Vaira pudiera ocultar el mayor negocio especulativo inmobiliario de cuál se tenga memoria. Una atrocidad que de legitimarse por los técnicos de la ciudad de La Plata, dejaría hundida a la sociedad de 9 de Julio en una gigante pérdida de tiempo, costos inútiles y deterioro de su calidad de vida.
Bajo la muletilla de que se trataba solo de algunas reformas puntuales, la última jugada del corredor inmobiliario, despejó el camino para que toda la ciudad se convirtiera en una billetera enorme y desordenada que pagarán los vecinos día a día. Y lo harán sin saber que el agua que les falta, las cloacas que no llegan, el gas natural caro y escaso; y lo peor, la angustia de ver como sus esquinas se pueblan de “Estrellas Amarillas”, tiene esa causa. Un Concejo Deliberante que le ha dado a una inmobiliaria la facultad de establecer dónde van a asentarse los vecinos y los comercios.
El Código de Planeamiento Urbano, es a una ciudad lo que un plano a una casa; se puede violar cuantas veces quiera la voluntad de sus ocupantes; pero si esas modificaciones no son estudiadas con detenimiento, afectará la vida del hogar. Es cierto que solo es necesaria la intención para poner el patio entre la cocina y el comedor; o el living entre el baño y las habitaciones; o incluso anular la ventana de los servicios. Pero más cierto aun, es que se hará insoportable olvidar la ensalada una vez los comensales estén a la mesa y deban trasladarse hasta el fondo de la casa. También se podrá pasar desnudo camino al baño por el medio de la sala de reunión ante el desconcierto de las visitas. El olor nauseabundo inundará toda la casa cuando anulemos ventanas elementales. ¿Se puede vivir así? La respuesta es: sí. Así se vive mal. Y la acumulación de estas circunstancias nos hace infelices.
No es cierto que la felicidad sea dada; mucho menos que haciendo todo para no serlo, provenga del más allá. Es algo que se construye con actos u omisiones.
Decir que las decenas de modificaciones sustanciales que se le realizaron al código son pequeños detalles; es como afirmar que no se modificará la forma de vestir de alguien; y obligarlo a cambiar de camisa, de pantalón y de zapatos. Luego, ante el reclamo lógico, afirmar que como cinturón y medias quedan inalterados solo se trata de detalles insignificantes. Decir que modificar zonas verdes por barrios; disponer asentamientos en el medio de la ruta; legitimar estafas como la de El Provincial, asentando nuevos pueblos paralelos que cambiarán la fisonomía para siempre, ampliar las zonas de reserva afirmando estados consolidados del 70%, cuando la realidad demuestra que no se alcanza ni a la décima parte de ello; es como decir que no existe conflicto de intereses entre el concejal que los propicia, y ver el cartel de su inmobiliaria plantado en esos lugares. Como sucede con la inmobiliaria que auspicia a Cambiemos.
Sin entrar en los mismos tecnicismos que utilizó Vaira para ocultar la realidad, la sociedad tiene una regla de oro a la hora de juzgar las actuaciones de nuestra dirigencia: el tiempo en que se realizan, y que se describe con la frase: “entre gallos y medianoche”. Toda la oposición, en la que se destacaron (la concejala Julia Crespo, que fiel a su carácter, no permitió que la presión ejercida y estudiada de antemano, la atropellara. El concejal Pablo Parise, que interpuso objeciones obvias y de sentido común y el concejal Rodriguez) todes señalaron la absoluta falta de tiempo para analizar semejantes cambios (20 días para lo que va a modificar la vida de los vecinos y vecinas para siempre), ni siquiera se permitió el paso por Comisiones, que es el ámbito natural de análisis legislativo. Y para completar la irregularidad, la ausencia de estudios, informes e intervención de la CUMA (Comisión de Urbanismo y Medio Ambiente), que es obligada a intervenir para cosas infinitamente menores como sobrepasarse en cincuenta centímetros en la altura permitida de una casa, y que en toda esta reforma, brilló por su ausencia. Rapidez de tratamiento y ausencia de organismos de control, son indicios claros de falta de transparencia y esto último, sinónimo de negociado y corrupción.
Haber permitido que un vendedor determine dónde le conviene vender, traerá aparejada una disminución continua en la calidad de vida de los nuevejulienses. Esto equivale a decir que será imposible brindar seguridad en zonas tan lejanas y extensas; que quedarán expuestas a la acción de agroquímicos que destruyen la salud; que los dineros de los impuestos no alcanzarán para desplegar cañerías de gas y cloacas a todos los puntos cardinales y antojadizos por donde no están dispuestos los troncales ya establecidos y planificados con seriedad; y lo peor y más doloroso – que la ignorancia y el discurso intencionado atribuye a jóvenes alocados cuando en realidad es el resultado de los negocios inmobiliarios e ilegales de los últimos años -; una situación de tránsito incontrolable. Esto es sinónimo de muerte.
Peor no lo pueden haber hecho. Ya está dicho.