Nota de opinión
«Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia; la verdadera historia». De la canción de Litto Nebbia “Quien quiera oír que oiga”, forma parte del inconsciente colectivo de Argentina desde hace algunas décadas.
Días atrás, leyendo publicaciones en conmemoración del fallecimiento de Bartolomé Mitre, intentado una revisión histórica sobre quien da nombre a la principal arteria de nuestra ciudad, aprecié el relato de una historia maquillada, parcializada y orientada a la manera de pensar del escritor de ocasión.
Cuando se cuentan historias, siempre se pone algo de nuestra ideología en la redacción, emitimos juicios de valor, pero debemos procurar ser lo más imparcial posible, ya que quien desconoce esa historia puede caer en una creencia equivocada. Una característica de los gobiernos autoritarios es querer controlar la narrativa histórica para justificar su propia existencia.
El personaje que nos ocupa, ha sido todo lo que se contó, pero también mucho de lo que no se contó, que es la parte oscura de su vida que a continuación intentaremos visualizar.
Las únicas llamadas ‘presidencias históricas’, según la historia liberal, son las de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Esto coincide con el establecimiento de un Estado basado en un modelo económico agroexportador. Esta cuestión la había previsto Manuel Belgrano, cuando en 1796 advertía que “los países civilizados se cuidan de exportar materia privada sin antes transformarla localmente, porque de lo contrario estarán creando desocupación en el país exportador y trabajo en el país importador”, y recomendaba “no exportemos cuero, exportemos zapatos”.
En la Argentina sobrevino la apropiación por 600 familias de millones de hectáreas, que solamente se destinaron a la especulación y la ganancia fácil, ese es el modelo que se implanta con la presidencia de Mitre. Un modelo esencialmente excluyente, de alta inflación, especulación; riqueza fácil y grandes negocios para pocos; con un pensamiento vinculado a que hay una raza superior que merece conquistar el mundo. Esto aparece claramente con la “Conquista del Desierto”, ya que para la generación del 80 los pueblos originarios no eran personas. Un modelo donde el trabajador era sólo un cliente; y desde lo político, con el fraude electoral, la gente “común” no votaba ni tenía participación política.
Es interesante observar que Mitre llama a esta etapa “proceso de Organización Nacional”, y muchos años después la dictadura de Videla y Martínez de Hoz eligió el mismo nombre, con puntos en común. Es la imposición, con la fuerza y el uso de las armas, de un proyecto político, económico y social completamente antipopular. Mitre es presidente en 1862 y aumenta el presupuesto militar hasta un 50 por ciento del total del presupuesto. No había conflicto externo, el Ejército estaba destinado a la represión interior, con crímenes políticos resonantes como el “Chacho” Peñaloza, Urquiza y la matanza de los pueblos originarios.
En 1865, estalló la Guerra con el Paraguay y Mitre fue designado General de las Fuerzas Aliadas. La guerra le costó al país más de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. De 1.300.000 habitantes que tenía Paraguay, sólo sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y niños.
En 1869 compró el diario La Nación y salió a la calle el 4 de enero de 1870, con una tirada de mil ejemplares. El diario fue un factor central en la disputa política, desde donde se forjaban carreras y candidaturas, como así también condicionar algún gobierno de orientación opuesta a la conservadora.
En 1890, volvió a la acción política, uniendo la oposición en un gran frente conocido como la Unión Cívica, bajo su conducción y Leandro N. Alem. El 26 de julio de 1890, la Unión Cívica decidió pasar a la acción en la «Revolución del Parque», pero es derrotada. Las acciones de Roca y Mitre, derrocaron a Juárez Celman y promueven la asunción Pellegrini, lo que para Alem fue una traición a la Revolución del ’90. Esto condujo a la ruptura de la Unión Cívica en dos: la Unión Cívica Nacional, encabezada por Mitre, y la Unión Cívica Radical, por Alem.
Mitre influyó decisivamente a través de su prestigio político y de su diario en los gobiernos que se sucedieron entre 1890 y 1906, el año de su muerte. Nada se hacía en las filas conservadoras sin consultar a «Don Bartolo», que se reservaba la última palabra, como un padrino de la mafia italiana.
La historia del liberalismo argentino es la historia de los peores fracasos políticos, que desembocaron en injusticias, exclusiones sociales y represión. Los mismos ganadores, los mismos perdedores. Cualquier similitud con el Gobierno de Macri no es pura coincidencia.
EDUARDO CERDEIRA
DNI. 17.100840