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Nueve de Julio
sábado, noviembre 23, 2024

Los carnavales de antaño en 9 de Julio

Por Héctor José Iaconis.

La fotografía que encabeza esta nota, gentilmente cedida por Juan Mondelli, muestra un grupo de jóvenes nuevejulienses jugando carnaval. Capturada en torno a la década de 1940 o 1950, la fotografía representa de manera testimonial lo que fueron los juegos de carnaval en esa época.

En la historia nuevejuliense existen ricas referencias acerca de los festejos del Carnaval y la realización de los corsos. Hoy, en la segunda jornada de Carnaval, queremos recordar algunos aspectos de los carnavales y corsos de antaño; quizá, no de las épocas más cercanas, que los nuevejulienses guardan en su memoria, sino aquellos de tiempos más lejanos, cuyo recuerdo va perdiéndose con el paso del tiempo.

INTRODUCCION

En primer lugar, cabe recordar que para los festejos de Carnaval la Municipalidad era el ente regulador y organizador de la festividad, con corsos y bailes. Regulaba el uso de los espacios públicos donde pasaría el corso oficial, autorizaba la instalación de los kioscos de particulares para venta de serpentinas, papel picado, pomos de agua perfumada, etc.

Algunas décadas más tarde, ya entrado el siglo XX, los corsos se realizan en la extensión de la avenida Vedia, desde la Plaza “General Belgrano”. Los automóviles, coches y carrozas se movilizaban en un sentido y otro de la avenida conformando un paseo muy atractivo. Desde un vehículo al otro se lanzaban serpentinas y era costumbre, entre los jóvenes colocar un pimpollo de rosa en la punta de la serpentina al arrojarla hacia una dama.
Por momentos resultaba ser tan intensa la serpentina que se desplegaba (téngase en cuenta que era otra la consistencia de la serpentina de la época) que dificultaba a más de un conductor ver adecuadamente para dirigir su coche.

En diferentes tramos de la avenida Vedia se colocaban glorietas o palcos para aquellos que deseaban observar el paso de las carrozas y coches. Generalmente, en Vedia entre San Luis y La Rioja se emplazaba el escenario desde el cual ejecutaba sus acordes la banda de música municipal.

Aún se conserva, en la fachada de la vivienda que perteneció a la familia Cremona, ubicada en esa calle, el impacto de un proyectil que fue disparado en medio del corso, ante el alboroto de los concurrentes. La policía, en esa ocasión, había sido alertada que en el corso se encontraba un famoso cuatrero (cuyo nombre preferimos reservar por poseer aún descendientes vivos en la comunidad). Al salir en su captura, el delincuente, que estaba armado, respondió con disparos de revólver los que fueron seguidos por los balazos de sus perseguidores. Otra bala perdida, esa noche, dio en uno de los travesaños del palco, salvando milagrosamente su vida uno de los músicos de la banda.

1. EN EL SIGLO XIX

Acerca de la celebración del carnaval en 9 de Julio y la organización de corsos existen antecedentes bastante tempranos. En la década de 1880 ya aparecen noticias acerca de este tipo de festejos organizados en el pueblo.

En 1885 eran conocidas en el pueblo  las comparsas “Marina Italiana” y “Zapateros Amorosos”, como también la que había preparado  la Sociedad Garibaldina.

Fue la colectividad italiana la primera en constituir las comparsas y los bailes de carnaval, a instancias del Teatro Rossini.

La autoridad municipal, siempre, tuvo intervención en promoción de las fiestas de carnaval y en lo concerniente a la organización y vigilancia de los corsos. Al respecto, entre tantas disposiciones, puede citarse una de febrero de 1897, mediante la cual fue decretado que se reconocía como corso oficial aquel que recorrería “la calle Montevideo desde Córdoba a Independencia, con la prohibición de juego con baldes de agua durante el trayecto”(1).

2. POR LIBERTAD Y MONTEVIDEO

A comienzos del siglo XX los bailes de carnaval se celebraban en el Salón de Recepciones de la Municipalidad. Cobró brillo especial el realizado el 17 de febrero de 1902 y sobre el cual la prensa lugareña expresó: “Numerosas máscaras recorrían el espacioso salón, dando bromas llenas de espiritualidad y buen tono a las parejas que a los cuatro compases de un vals se entregaban a los entusiasmos de la danza; dejando en el espíritu la agradable impresión que produce siempre lo bello y lo noble” (2).

En esos años los corsos se realizaban por la calle Libertad, desde Salta hasta La Rioja y por Boulevard Montevideo (hoy Bartolomé Mitre), desde Córdoba hasta la avenida Vedia(3).

Una carroza se dispone a participar de los corsos realizados en 9 de Julio a comienzos del siglo XX.

3. LOS CARNAVALES DE 1906

En 1906 una comisión especial de fiestas se encargó, como era de rigor, de la organización de tres noches de carnaval. Los bailes oficiales se llevaron a cabo en el salón de la casa municipal, sin dudas dispuesto para un público más selecto. El corso recorría las calles arriba indicadas y, por su parte, el Centro “Orfeón” ofrecía sus bailes en el Teatro Rossini(4).

Para entonces, la Sociedad Orquetal  y Coral “Marina Argentina”, dirigida por José Entío, había conformado una atractiva comparsa.

No todas las noches de carnaval y, especialmente, los corsos, se vieron coronados con el buen éxito. Si bien no faltaron los juegos con serpentina y flores, máscaras y otros entretenimientos, algunos factores coadyuvaron en su contra. Según una crónica de la época, presumiblemente la última noche de corso de 1906 fue poco animada, “la escasez de coches y el fuerte viento que soplaba insistente, conspiraban contra el éxito de la fiesta; teniendo como poderosa aliada a la luz eléctrica que, con sus grandes y fuertes intermitencias daba un aspecto desagradable” (5).

4. LOS CARNAVALES DE 1914

Los carnavales de 1914 se coronaron con las mejores ovaciones. Había entusiasmo entre los vecinos de 9 de Julio que, desde luego, no imaginaban lo atroz que resultaría el año que se iniciaba para el mundo. En el salón de fiestas de la Municipalidad se realizaron los bailes de disfraz, amenizado por la orquesta de los hermanos Luppo.

El “Orfeón”, como era tradicional, escogió el Teatro Rossini para ofrecer  sus bailes.

Tal como lo refiere una nota de prensa, en los corsos de 1914, “las máscaras fueron muchísimas, tantas que se contaban a centenares, en su mayoría señoritas, las que con su cotoneo daban marcado entusiasmo a la concurrencia”. Asimismo, los carruajes, “iban ocupados por señoritas ataviadas con mucho gusto”.

“¡Cuánto encanto –prosigue- se veía en esas tres cuadras de corso!… La aglomeración de público en las aceras fue tanta que era poco menos que imposible dar un paso”(6).

Para 1918 los corsos en la ciudad de 9 de Julio ya se realizaban en la avenida Vedia. Una Comisión del Carnaval, presidida por Miguel Torres, con la anuencia del Departamento Ejecutivo municipal, impuso una serie de tarifas como “derecho de entrada al corso”.

Para ingresar al mismo había dos entradas, con sus respectivas boleterías: una ubicada en la esquina de Alsina y Vedia y otra en la esquina de Vedia y Mitre. Tanto los automóviles que ingresaran al corso como los locales de venta y los jinetes debían abonar su correspondiente arancel.

La Comisión, de igual manera, había dispuesto una serie de premios, de entre cincuenta y cien pesos, para  la “mejor comparsa o estudiantina”,  el  “carruaje mejor adornado”, el “automóvil mejor adornado” y la “máscara más original”(7).

5. ENTRANDO EN  LA DECADA DEL ‘20

Para 1922 el radio del corso, sobre la avenida Vedia, se prolongaba desde Bartolomé Mitre hasta Avellaneda(8).

La Comisión Oficial de Festejos de Carnaval había organizado también, en la Plaza “General Belgrano”, el simpático “Corso Infantil”, para niños de hasta quince años de edad. Pero, debido a la propagación de la epidemia de escarlatina en la ciudad y para garantizar la salud de los niños, optaron por suspenderlo.

Las empresas y comercios locales colaboraban con la comisión organizadora con premios y obsequios para dar más fulgor al evento. Tan notable fue la concurrencia de público que debió extenderse el recorrido del corso(9).

Como corolario de las carnestolendas de 1922, la prensa celebró que, en su desarrollo, no debieron lamentarse “ninguna nota desagradable”. En su apreciación esto se debía, por un lado, a la “celosa vigilancia” policial y, por otro, a la prohibición de expendio de bebidas alcohólicas”(10).

En 1925, como cada año, los carnavales fueron esperados por la comunidad. En esa oportunidad, la Comisión encargada de organizar los diferentes festejos estuvo integrada por el doctor Rogelio Rivero (presidente), Pedro Alberdi (secretario), Valentín Mázquez (tesorero); los doctores Pedro San Martín, Vicente Del Giudice, Felipe Cantón y Pablo A. Subirá; Loreno Fernández, Ciriaco Mugarza, Tomás Cosentino, José Nuñez, Cataldo Divito, Antonio Bono, Miguel Torres, Pedro Carmody, Ramón N. Poratti y José M. Acuña, entre otros.

Febrero era, desde luego,  un mes esperado por  todos, porque significaba la llegada del carnaval, cuya gravitación en la sociedad de entonces era notable. La prensa, de una manera u otra no estimaba en alentar los ánimos festivos: “Momo llega –dice una crónica de la época-, Momo se acerca a poner una nota más de alegría en nuestros corazones. Sonarán trompetas, batirán tambores y la algazara será la reina de la fiesta. Rostros juveniles se ocultarán tras de grotesca careta; cuerpos sutiles de mujer será aprisionados por el tradicional disfraz… Entonces, en esos momentos de fugaz alegría, serán nada las penas y los llantos”(11).

Corsos de la década de 1920. Este automóvil desfila, con restos de serpentina. En los asientos traseros, las señoras de Puyade y Elissamburu junto a sus hijos y los del doctor Natalio Chanetón. Adelante, los señores Pettinari y Ortiz.

6. LOS CORSOS DE 1926

En 1926 la Comisión del Carnaval la presidió Ramón N. Poratti. Como era frecuente en esos años, la recaudación que se obtuvo en los diferentes eventos sería a beneficio de la Sociedad Protectora de los Pobres. El corso fue realizado por la avenida Vedia, desde Mitre hasta Río Negro (hoy Cardenal Pironio). Además, fueron realizados bailes, en las noches del 13, 14, 15, 16, 18, 20 y 21 de febrero, en el Teatro Rossini (organizados por el Centro “Orfeón”) y en el Club Español.

Ese año, los realizados en el Rossini fueron amenizados por una orquesta de la ciudad de Buenos Aires que, en esa época, actuaba en la casa “Harrods”. A este conjunto pertenecía Oreste Luppo, un músico de gran talento que había vivido en 9 de Julio(12).

Los corsos y bailes de 1926 cobraron gran brillo y no fueron pocos quienes obtuvieron premios por sus máscaras o por la ornamentación de sus carrozas. Hasta el Ferrocarril del Oeste (más tarde, Ferrocarril Sarmiento) adhirió, ofreciendo una rebaja del 50 por ciento en los pasajes de ida y vuelta a Once, para todos quienes desearan viajar durante el carnaval.

Los carnavales de 1928, en la ciudad de 9 de Julio, tuvieron una gran repercusión. Si bien, en la organización no había diferido de los anteriores, hubo tal vez un mayor empeño en hacer que la fiesta cobre una dimensión popular.

Una breve  nota periodística de la época nos ofrece la visión del contexto. El de 1928 fue “un carnaval sin la presión del amarretísmo [sic] de la gente, donde apenas vuelan unos centenares de paquetes de serpentinas”.

“Este año –prosigue el artículo- justiciando la expresión económica local: ‘hay plata’, se ha experimentado una verdadera resurrección”(13).

Glorieta levantada durante los corsos, en la avenida Vedia.

No obstante haber pocas máscaras, habría sido intenso el juego con agua. Según la prensa, “no obstante el frescor de los días, muchas familias han jugado con agua, a discreción y en todas las formas”.

“Jugar –añade- con agua ha sido la predilección de mucha gente, especialmente la joven que formó verdaderas falanges de asalto. En el corso, no obstante la prohibición, se jugó en antigua forma”(14)

Acerca del corso, fue notable el predominio de la caravana de automóviles, con flores y serpentinas. La lluvia, en alguna noche, entorpeció apenas el gran espectáculo.

En reiteradas ocasiones, la prensa, insistía en remarcar la importancia de que, estas fiestas, se desarrollaran con tranquilidad. Cada año que transcurría sin alguna riña dentro del corso, de la que resultaba, muchas veces, como saldo algún muerto o, con suerte, un herido, recibía el beneplácito del periodismo.

Más de una vez hubo que lamentar una muerte durante el recorrido del corso, algún tiroteo entre bandidos y policías o algún apuñalado en medio de la muchedumbre. En cierta ocasión, persiguiendo a un famoso cuatrero, se debió lamentar la muerte inocente de un incauto que se incluyó desprevenido  en la balacera.

La Orquesta Típica Fenix, dirigida por «Tilo» Giannoni, ameniza un baile en carnaval en 9 de Julio.

7. EN LA DECADA DE 1930
Las celebraciones de las fiestas de Carnaval de esos años fueron muy animadas, aunque un poco debilitadas según el concepto de algunos tradicionalistas. Las notas periodísticas conservadas en los archivos de Diario EL 9 DE JULIO, dan cuenta que, a pesar de la crisis los corsos 1930 tuvieron una gran concurrencia de público. La Comisión de Fiestas del Municipio, formada por Liborio Maidana, Juan Ferrari, Victorio Cavallari, Ramón N. Poratti, José M. Infesta, Emilio Adobato, Luis T. Paladino, Andrés Manassero, y Stas. Pérez, Costas, Buviel y Diez, prepararon un programa para la celebración. La juventud, la belleza y la alegría, fueron las soberanas en el corso durante las noches de carnaval.

Recorrieron los corsos más de veinte autos sin capota de conocidas familias, con siete u ocho personas abordo, unidos por serpentinas y se jugaba con agua perfumada. Participó, también, un grupo de los náufragos del Buque “Montes Cervantes”. La mayoría de las damas estaban ataviadas con vestidos largos y sombreros y los hombres con ropas de calle, trajes con camisas blancas con corbatas y moños. Algunos con camisas solamente.

No faltaron en los corsos un grupo del Club Agustín Álvarez y damas del Club Misterio con camisas con los colores de la entidad. Los niños participaron con bonitos disfraces de gauchos, cow-boys y niñas vestidas de damas antiguas. Las jóvenes lucían trajes de Fantasía y Fantasía Pierrots.

Los bailes se realizaron en distintos salones: el Club Libertad organizó el suyo en el Richmond Hotel, el Club Orfeón celebró su fiesta de Carnaval en el Teatro Rossini y el Club Misterio en la Confitería de Parera. En todas las reuniones danzantes, según la prensa, hubo una importante afluencia de público (15).

Carroza realizada por la firma «Lizaso y Sendoya»

8. LO QUE QUEDO EN LA MEMORIA

En las décadas siguientes, la celebración del carnaval fue tomando forma muy diversa. Más instituciones se encargaron de organizar los bailes. En los años ’40, ’50 y ’60 serán famosos los bailes en el Club Atlético “9 de Julio” y en el Centro de Empleados de Comercio, donde no faltaban el temido «lanzaperfume» .

¡Y, cuanto más, aquellos carnavales en el Barrio “Los Materos” y, desde luego, en las populosas barridas suburbanas, donde se jugaba con agua, a la vieja usanza!.

Susana Bengoa, en su excelente libro sobre “Recuerdos de mi infancia y adolescencia” se refiere a los festejos de carnaval de la siguiente manera:

“Que la vida es un carnaval, y las penas se van cantándolo”, como dice Celia Cruz…
A “ baldazo limpio” inaugurábamos en mi barrio, (donde se jugaba muchísimo) las tardes de carnaval, que de paso servían para serios enojos de ocasionales transeúntes, que aunque pasaran vestidos con ropa de gala, no se salvaban, de salir “empapados” de “ nuestra zona de confort “ El ímpetu de los que estábamos entrando en la adolescencia, no nos permitía siquiera pensar , que esa gente con toda seguridad iba a su lugar de trabajo!!!!! Locura de la edad, vista con más claridad con el paso del tiempo. Las camionetas, repletas de jóvenes iban y venían sumándose a cualquier grupo que estuviera jugando y así con un balde en mano y descalzos ,pasábamos la tarde esperando que llegara la noche para ir al corso!!!!!!!. Las luces de colores, en lo alto alegraban las Avenidas Vedia o Mitre, según fuera el lugar elegido para el clásico festejo.
Quién no recuerda los kioscos en medio de la calle, que vendían artículos carnavalescos, llámese serpentinas, papel picado, caretas pomos de goma ,anteojos de plástico, protectores del temible lanza perfume, porque nunca faltaba algún “ salvaje “ que apuntara directamente a los ojos, otros más discretos, tiraban a las piernas u otras partes del cuerpo.
Y así iban pasando…disfrazados…. carrozas….. mascaritas Sacate el antifaz, te quiero conocer
Alegre mascarita, que me gritas al pasar
Qué hacés, me conocés ?
¡¡¡Y seguramente alguien más recordará al hombre, que todos los años se disfrazaba, pero iba del brazo de su mujer!!! y ésta ….a cara descubierta!!!

Festejos de carnaval en la avenida Primer Centenario.

Más tarde comenzaron a sumarse los famosos corsos del Barrio Los Materos, donde además de los premios elegían “ la vecina de más edad, la más trabajadora, la más simpática”, etc., etc., etc. Por supuesto con la propaganda del mercado “ La Confianza” muy popular en el barrio….
Y la noche de los populares corsos, indefectiblemente, terminaba con la música de “Siga el baile, siga el baile…. Con ardiente frenesí”…y la Jazz Carioca y la orquesta típica de Los Zorros Grises poblaban los salones del Club Atlético Nueve de Julio, frente a la plaza Belgrano y Centro Empleados de Comercio situado a dos cuadras, hasta altas horas de la madrugada ,en que se elegía La Reina del Carnaval, preciosas chicas de nuestra época, que lucían la Corona y el Bastón … y continúan siendo tan lindas y elegantes como en ese entonces, sólo que ahora son respetables abuelas que pasean sus nietos por la Plaza Belgrano. (16)

“Jugar a carnaval” era cosa de niños y de adultos. La algarabía fue el sello de esos días festivos en los cuales era apetecible disfrutar.

Hoy, el carnaval, no ha dejado de ser una fiesta. Sin dudas, la sociedad fue cambiando y, las formas de festejarlo, también han mutado.

Un baile de Carnaval en la antigua sede del Club Atlético «9 de Julio». Entre otros aparecen, Héctor I. Tarantino junto a su esposa Hilda Crosa, José Larrañaga, «Coca» Bibiloni, «Memo» Mondelli, Raúl Fernández, y el «Flaco» Gamero.

NOTAS

(1) Cfr. Diario «EL 9 DE JULIO», 24 de febrero de 2020.

(2) “El Porvenir”, año VII, n° 763, 9 de Julio, 20 de febrero de 1902, pág. 1.

(3) “El Porvenir”, año XI, n° 1186, 18 de febrero de 1906, pág. 2 y n° 1188, 25 de febrero de 1906, pág. 1.

(4) “El Porvenir”, n° 1187, 22 de febrero de 1906, pág. 2.

(5) “El Porvenir”, n° 1189, 1° de marzo de 1906, pág. 1.

(6) “El Liberal”, año I,  n° 5, 9 de Julio, 26 de febrero de 1914, pág. 3.

(7) “EL 9 DE JULIO”, año IX, n° 905, 9 de Julio, 16 de febrero de 1918, pág. 6.

(8) “El Orden”, año II, n° 67, 7 de febrero de 1922, pág. 3.

(9) “El Orden”, n° 70, 28 de febrero de 1922, pág. 1 y 2 y  n° 71, 7 de marzo de 1922, pág. 1.

(10) “El Orden”,  7 de marzo de 1922, cit., pág. 1.

(11) “El Orden”, año V, n° 222, 3 de febrero de 1925, pág. 1.

(12) “El Paladín”, año XV, n° 802, 31 de enero de 1926, pág. 1 y “El Pueblo”, año II, n° 174, 23 de enero de 1926, págs. 1 y 3.

(13) “EL 9 DE JULIO”, año XIX, n° 2617, 9 de Julio, 26 de febrero de 1928, pág. 1.

(14) Ibidem, pág.3

(15) «EL 9 DE JULIO», 24 de febrero de 2020, loc. cit.

(16) Véase: https://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/149779

 

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