«Un carro o carreta tirado por bueyes», esta imagen fue captada por Esteban Gonnet en 1864. Aunque se la haya reproducido ya en diferentes publicaciones, no deja de perder su calor testimonial; pues siempre resulta novedosa al abordar este medio de locomoción y su gravitación en la historia. Lamentablemente, no existen fotografías -al menos no las conocemos- tomadas en el siglo XIX que reflejen las carretas en el paisaje urbano de 9 de Julio; no obstante, la que aquí reproducimos puede ayudarnos a formarnos una idea de sus características.
En tiempos de la fundación de 9 de Julio y en las décadas posteriores fue un medio de transporte frecuente, junto con las diligencias o mensajerías para pasajeros.
Estas carretas las empleó Julio de Vedia y su tropa, junto con los civiles, para trasladar la Comandancia Militar de Bragado a 9 de Julio. Desde diferentes puntos arribaron estas carretas cuando 9 de Julio fue punta de riel.
PROCEDENCIA DE LA IMAGEN
Esta fotografía pertenece al cautivante «Álbum de vistas y costumbres de la provincia de Buenos Aires», compilado por Sir Francis Clare Ford (1828-1899), un diplomático de carrera inglés que fue enviado a Europa, así como a Washington, DC y América del Sur. Fue secretario de la legación en Buenos Aires desde 1865 hasta 1866. Fue designado a Uruguay como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en 1878 con la responsabilidad de negociar lazos diplomáticos británicos-uruguayos, cuya conclusión exitosa condujo a su nombramiento como ministro británico en Buenos Aires y Montevideo. Después de una estancia en Brasil en 1879, Ford regresó a Europa.
El Álbum que contiene esta fotografía se conserva en The Getty Research Institute – Getty Center Drive, en Los Ángeles, Estados Unidos. Además de esta, el álbum contiene otras setenta y seis fotografías y otros tantos grabados vinculados al Río de la Plata.
¿COMO ERAN LAS CARRETAS?
La carreta usada en el siglo XIX era una herencia de la centuria anterior. La «Descripción de una carreta» aparece de manera exhaustiva en «El lazarillo de ciegos caminantes», escrito por Concolocorvo (pseudónimo de Calixto Bustamante Carlos) y publicado en 1773. Según esta fuente, una carreta tenía las siguientes características:
Las dos ruedas son de dos y medias varas de alto, puntos más o menos, cuyo centro es de una maza gruesa de dos a tres cuartas. En el centro de ésta atraviesa un eje de 15 cuartas sobre el cual está el lecho a cajón de la carreta. Este se compone de una viga que se llama pértigo, de siete y media vara de largo, a que acompañan otras dos de cuatro y media, y éstas, unidas por el pértigo, por cuatro varas o varejones que llaman teleras, forman el cajón, cuyo ancho es de vara y media. Sobre este plan lleva de cada costado seis estacas clavadas, y en cada dos va un arco que, siendo de madera a especia de mimbre, hacen un techo ovalado. Los costados se cubren de junco tejido, que es más fuerte que la totora que gastan los mendocinos, y por encima, para preservar las aguas y soles, se cubre con cueros de tara cosidos, y para que esta carreta camine y sirva se le pone al extremo de aquella viga de siete y media varas un yugo de dos y media en que se unen los bueyes, que regularmente llaman pertigueros.
[Al pié de esta nota insertamos, en formato digital, la descripción de una carreta tal como aparece en la edición original].
El padre Carlos Gervasoni (jesuita) en una carta a su hermano Angelino, del 3 de agosto de 1729. brinda otra descripción de la carreta, aludiendo que se trata de «una especie de carro, parecido en parte a nuestro birloche, en parte a los carretones de Roma y en parte ni a unos ni a otros».
«Viene a ser -añade el sacerdote- como nuestro biroccio. Encima hay un tablado, bien hecho con tablas gruesas, ancho y largo, que pueda tener cómodamente la cama para una persona, y luego para asiento de tres personas por cada lado. Bajo el techo se ponen las provisiones, los cofres; los líos y los paquetes se ponen fuera de la cama y sirven para sentarse encima. Él todo está cubierto por cuatro muros de paja, con bóveda igualmente de paja, de tal altura que yo podía cómodamente estar de pie; y está forrado por fuera con cueros bovinos».
«La carreta -prosigue Gervasoni- tiene la puerta o entrada detrás, por donde se entra con una escalera que se alza cuando se camina. Toda esta máquina está puesta y equilibrada sobre dos grandes ruedas, mayores que las de los carretones romanos y es tirada siempre por cuatro bueyes, que tienen un paso como el de los coches de duelo» [Cfr. «Buenos Aires y Córdoba en 1729 según cartas de los Padres C. Cattaneo y C. Gervasoni S.J.», Buenos Aires, Compañía de Editoriales y Publicaciones Asociadas, 1941 (Estudio preliminar, traducción y notas del Arquitecto Mario J. Buschiazzo), pág 211].
EN LA FUNDACION DE 9 DE JULIO
Es sabido que, el corone Julio de Vedia, programó la fundación de 9 de Julio poniendo cuidado en los detalles organizativos. Documentó cuanto pudo en los partes y notas que enviaba a su hermano político, el presidente Mitre o al Ministerio de Guerra.
Sabemos que, para establecer la Comandancia que dio origen al pueblo de 9 de Julio movilizó unas unas 852 personas, entre las cuales censó 191 familias. Para ello requirió el uso de carretas.
De hecho, en el Archivo General del Ejército se conserva una nota, dirigida por el coronel Vedia al Comisario de Guerra, fecha el 13 de marzo de 1864, en la cual da cuenta del recibo de cinco carretas para ser usadas en la Frontera.
Diferentes registros estadísticos nos permiten conocer la cantidad de carretas, a veces relevadas junto con los «carros», que se encontraban en 9 de Julio. El Censo Provincial de 1881 arroja la existencia de 334 (carros y carretas). Bastante más preciso es el Censo Nacional de 1895 que anota, para 9 de Julio, un total de 122 carretas de cuatro ruedas y 556 carros de dos ruedas.
CON LA LLEGADA DEL FERROCARRIL
Buenaventura N. Vita, en su monumental «Crónica Vecinal de Nueve de Julio», nos ofrece un interesante panorama que habría de configurarse en el pueblo con la llegada del ferrocarril. Al respecto, asegura el historiador, «desde la llegada del ferrocarril hasta 1895 en que arribó el Ferrocarril del Sud al pueblo el 25 de Mayo, todo el comercio de intercambio agrícola ganadero y comercial con el pueblo de Bolivar y su Partido se hacía por la estación del Ferrocarril del Oeste del pueblo de 9 de Julio».
Según Vita, eran «tan densos los medios de transportes terrestres que conducían las mercancías a ella o la llevaban de esa estación que las playas y plazas de la misma eran pequeñas para contener los medios de movilidad ocupados en esas faenas». Se veían allí «carros y carretas, muchas aún carretas tucumanas y santiagueñas con sus ejes y ruedas de madera dura que al caminar producían chirridos estridentes que anunciaban bastante distantes que se aproximaban, perteneciendo muchos de ellos a varios propietarios que, con tropa de estos vehículos, hacían este tráfico».
Precisamente, en ese largo decenio que se comprende entre 1883 y 1895, 9 de Julio y la región tuvieron un movimiento comercial, motivado por el ferrocarril. Y, las carretas, fueron medios de contribuyeron a ese desarrollo.