La discapacidad no se “tiene”.
Nadie “tiene” discapacidad.
La discapacidad no es una característica “personal”.
No es una posesión. Es una posición impuesta a toda persona que no es entendida cuando se la compara con el patrón corporal estandar.
Tampoco hay desventajas naturales en las personas con discapacidad.
Hay toda una sociedad sujeta a la tiranía de lo que cree perfecto.
Toda una sociedad que en cada uno de sus actos se guía por un orden interno de mejores y peores y las ventajas que les corresponderían.
No hay deseo “discapacitado”.
Pero sí hay deseo “atado” a la Capacidad.
Todo deseo que esté por fuera de esa atadura, por el sólo hecho de practicarse, puede convertirse en una práctica de libertad.
Porque la discapacidad como producto del discapacitismo no es solamente una exclusión como lo era en el modelo de prescindencia , sino que obtiene un beneficio del tratamiento de estos cuerpos haciendo de ellos la frontera hacia la deshumanización.
Otro ejemplo de la amplitud del concepto de discapacidad es su presencia en nuestra relación con les niñes.
Es un estereotipo del discapacitismo el trato como “niños eternos” hacia las personas con discapacidad. También se lo llama “infantiliza- ción”. Y es el trato a una persona adulta con las formas de una etapa anterior de su vida.
Aunque no es tan exacta esa definición.
Si lo analizamos es un trato diferencial que se le da a quién no cumple ni respeta la secuencia temporal que debe seguir en su vida.
Se trata así a las disidencias témporo-normativas.
El trato no es un “exceso de cariño”, es una sanción edulcorada.
Pero también revela que la relación adultes-niñes está formada por muchos mecanismos discapacitantes, con los que el adultocentrismo cree “formar al niñe”, y que son imposiciones con el objetivo de colonizar las formas de conocer el mundo, vivir el tiempo y de relacionarse que son propias de los niñes.
Marcelo Gil Tendiendo Redes 2345 501103