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Nueve de Julio
domingo, noviembre 24, 2024

Cuando los nuevejulienses veraneaban en Epecuén

Por Héctor José Iaconis.

Desde mediados de la década de 1920 hasta entrada la década de 1970 la Villa Epecuén, hoy en ruinas, tuvo su esplendor turístico. Junto con la cercana ciudad de Carhué, a pocos más de siete kilómetros, constituyeron un punto turístico que, tempranamente, fue escogido por la sociedad porteña.

En ese despertar, en las décadas de 1920, 1930 y 1940, la Villa Epecuén fue elegida también por muchos vecinos de 9 de Julio que, en época estival, se dirigía a ese lugar para disfrutar de las propiedades de sus aguas termales. Bastaría con recorrer las páginas de los periódicos locales de esos decenios para advertir, en la sección de notas sociales, la cantidad de “Viajeros” que partían hacia aquel lugar turístico.

Resultaba entonces relativamente fácil llegar a Epecuén desde 9 de Julio. El Ferrocarril del Oeste tuvo, primero, un ramal hasta ese punto, de hecho una de sus estaciones era “Lago Epecuén”. Poco después, el Ferrocarril Midland de Buenos Aires, cuyo ramal unía Puente Alsina con Carhué, tenía estaciones cerca de esta ciudad, en las localidades de Dudignac, Morea, Santos Unzue y Corbett. Como una opción factible, se podía tomar el tren en Dudignac para llegar en unas cinco horas a Carhué. Desde allí, un corto viaje conducía a Epecuén.

Luisa Repetto de Vanina, esposa del industrial Antonio Vanina, camina por el espigó de “Minas de Epecuén” junto a uno de sus hijos, hacia 1930.

La inauguración del primer balneario en la Villa, denominado “Balneario Termas Club Mar de Epecuén S.A.” se verificó en 1921. Enseguida fueron construidos los primeros hoteles y hacia 1927 fue instalado el “Balneario y Termas Minas Epecuén”, un monumental complejo hidrotermal conformado por una gran rambla con confitería flotante, baños termales y embarratorios, usina propia y hasta un laboratorio dedicado a la fabricación de productos medicinales derivados de la laguna.

“Minas de Epecuén” marcó un hito en la historia turística de la Villa, como también algunos famosos hoteles, que eran lugar de alojamiento de los turistas nuevejulienses que arribaban: uno de los más citados, el Gran Hotel “Las Delicias”.

No era, desde luego, accesible a todos. En las décadas de 1920, 1930 y 1940, sobre todo en las primeras, acceder al lugar y a sus beneficios demandaba una importante erogación. Fue, por consiguiente, un destino reservado para familias acomodadas.
La historia posterior de Epecuén, la localidad de la cual hoy perduran solamente ruinas, es por todos conocida.
En muchos hogares nuevejulienses aún perduran viejas postales o retratos fotográficos tomados en la Villa Epecuén. Posan, distendidos, hombres y mujeres de ayer que, con aire complaciente dejan su silueta para la posteridad  en aquel lugar que, para muchos, fue de ensueño.

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