Por Héctor José Iaconis
Una de las pocas construcciones que, en la ciudad, sobreviven en pie el paso de los años, con las características arquitectónicas más o menos originales de finales del siglo XIX, es la que existe en Cardenal Pironio y Arturo Frontizi (originalmente, Río Negro esquina Entre Ríos). A pesar de las intervenciones, poco favorables, que con el correr de los decenios ha sufrido la fachada, se pueden observar vestigios de la época en que fue edificada, a comienzos de la década de 1880.
Aquí, Geremías Monti, tenía instalado el almacén «La Stella D’Italia». Se trataba del clásico almacén de ramos generales donde ofrecía al público, además de los artículos de primera necesidad de despensa, un gran surtido de conservas alimenticias, vinos importados y nacionales, ferretería, loza y porcelana. Además contaba con un depósito de leña, carbón y maíz y había anexado una fábrica de fideos.
Monti era un inmigrante italiano que, enseguida, apenas arribado al pueblo se vinculó activamente con la colectividad de su nacionalidad. El Censo Nacional de Población de 1895 ya lo registra en 9 de Julio junto a su esposa, Rosa Doga y sus hijos Antonio, Umberto, María y Rosa. Aún faltaban por nacer otros, entre ellos, Geremías (hijo), que con el tiempo fue poeta y notario (Cfr. https://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/58497).
En 1895, Geremías tenía treinta y ocho años y llevaba diez de casado. Además de su labor como comerciante, integró la Sociedad Italiana «Amistad y Trabajo» y, en un acto eleccionario, compitió por la presidencia de esta institución con Francisco Vita. A raíz de algunas disidencias, Monti junto con otros trescientos socios de la entidad mutualista, se separó y fundó una nueva institución: Sociedad Italiana «Conti Di Torino», creada el 17 de abril de 1899. Geremías fue elegido presidente de la primera comisión directiva, siendo acompañado por un grupo de vecinos caracterizados en la sociedad nuevejuliense de entonces, quienes ocuparon los demás cargos: el educador Rafael Muzio, el fotógrafo Cesar La Corte, el industrial Luis Ceppi, el periodista Eduardo Moretti y los comerciantes Zacarías Ortelli y Juan Calandro, entre otros.
SEDE DE LA ESCUELA N° 2
La propiedad de Monti se extendía en buena parte de la manzana comprendida por las actuales calles Arturo Frondizi, Cardenal Pironio, Edison y Tucumán. En el generoso terreno, como parte del edificio, se encontraba su casa particular y una notable cantidad de árboles frutales, olivos y una huerta. Algunas de las especies originales, cultivadas por Monti, se conservaron durante muchos años en los distintos solares, una vez subdivididos.
En torno a la década de 1920, Monti, cedió parte de su inmueble (las habitaciones que deban sobre Frondizi) para que funcione allí la Escuela Nº 2, de la que su hija, la docente Güerina Monti, fue directora.
Si bien la familia Monti fue desprendiéndose de esos solares. Uno de sus hijos vivió en lo que había sido parte del terreno original, sobre la avenida Cardenal Pironio. En esa vivienda, hasta avanzada la década de 1980, un nieto de Geremías, vivió también allí junto a su esposa y una hermana soltera. Ellos fueron los últimos descendientes que habitaron la morada solariega.
LA ESQUINA
La vieja esquina de Entre Ríos y Río Negro (hoy Arturo Frondizi y Cardenal Pironio) tuvo una larga historia. El local que había sido sede del almacén «La Stella D’Italia» fue ocupado por Blas Rodríguez (alrededor de 1915), Ernesto Vitarelli (en la década de 1940) y Scobedo, entre otros.
En ese local, siendo propiedad de Vitarelli, el 17 de septiembre de 1940, fue fundado el actual Club «Once Tigres».
En las décadas de 1940 y comienzos de 1950, además de la despensa y el despacho de bebida, existía un espacio para jugar a la taba. No faltaron, por esos años, varios entreveros, entre los beodos que por allí pululaban o con la policía que perseguía el juego clandestino.
Con el correr de los años, la edificación tuvo diferentes usos. Por espacio de varios lustros, ya propiedad del recordado Julio Borrasca, se la usó como talleres y depósito, favoreciendo su inevitable deterioro.
Hoy, lo que queda de este nos recuerda un sinnúmero de historias que, las diferentes generaciones de vecinos de ese barrio aún rememoran. Entre esos muros se tejieron historias, vivencias, sueños y esperanzas.