Por Héctor José Iaconis
El 3 de junio de 1923 comenzaba a circular en 9 de Julio el periódico «El Heraldo», un semanario dominical que se circunscribe entre aquellas publicaciones periodísticas que, aunque tuvieron una duración efímera, ocupan un lugar en la historia del periodismo lugareño.
Con su impronta visiblemente juvenil, «El Heraldo», apareció con un formato pequeño (la página medía 34,5 x 24 centímetros), teniendo en cuenta el tamaño usual en su tiempo. Estaba compuesto a tres columnas, de 7 centímetros cada una, y formado por ocho páginas. No tenía, en efecto, una precisión en la selección de la tipografía usada lo que hace inferir que se imprimía en un taller gráfico con ciertas limitaciones o bien que estaba siendo diseñado por un tipógrafo con poca experiencia .
Entre las secciones que poseía la nueva publicación se encontraban «Ecos sociales», «Noticias», informaciones de los corresponsales en las localidades y Policiales. Un «Suplemento Juvenil» insertaba escritos literarios de autores locales, algunos sueltos y otras notas breves de estilo cortez.
«OBREROS SENSATOS, LIBRES E INDEPENDIENTES»
En su primer número aparecìan como director, José Pippino y como administrador, Carlos Martino. En la primera página de aquella publicación inicial aparece plasmada la declaración de principios del nuevo semanario, bajo el título de «Nuestra Palabra».
«No obstante -expresa en un pasaje del texto- ser novicios en el arte de la pluma, tenemos la convicción plena de que seguiremos la ruta verdadera de nuestro ideal que es: presentar al lector y público en general un periódico informativo, que en conjunto del ‘Suplemento Juvenil’ que lo acompaña encontrará el lector las expresiones literarias de los aficionados a ellas».
Al dejar en claro que, «El Heraldo», no se inmiscuiría en cuestiones políticas, advertía que «si algún día las circunstancias lo exigieran», lo harían en el «favorecimiento del pueblo».
«Nos presentamos -dice la misma nota editorial- despojados de todo atavismo, libres del falso oropel que se encumbra en la vanidad. Nuestro ideal no sucumbirá a extorsiones, nuestra meta no la hará desviar la fuerza, aunque se interponga en ella, porque nuestra guía será la razón y nuestro emblema la verdad. Seremos siempre obreros sensatos y ante la opinión, libres e independientes».
«Nos presentamos -dice la misma nota editorial- despojados de todo atavismo, libres del falso oropel que se encumbra en la vanidad. Nuestro ideal no sucumbirá a extorsiones, nuestra meta no la hará desviar la fuerza, aunque se interponga en ella, porque nuestra guía será la razón y nuestro emblema la verdad. Seremos siempre obreros sensatos y ante la opinión, libres e independientes».
UNA GUIA COMERCIAL
Conformaba «El Heraldo», además del suplemento juvenil, una interesante guía comercial. Como el interés de los editores estaba puesto en brindar pautas publicitarias accesibles a todos, en los anuncios de la guìa aparecen mencionados pequeños comercios de barrios, industrias y talleres que funcionaban por esos años en la ciudad. Los rubros estaban cuidadosamente ordenados alfabéticamente, de manera que el lector pueda hallarlos con facilidad.
Hoy, a casi un siglo de editado «El Heraldo», merced a su innovadora guía de comercio, podemos conocer las característica de aquellos negocios que existieron en 9 de Julio, el nombre de sus propietarios y sus domicilios.