Estamos viviendo, lo sabemos todos, tiempos particulares. Y una de las particularidades que tiene, es que son tiempos marcados por muchas pérdidas. La humanidad está en duelo. Hemos perdido seres queridos, abrazos, festejos, encuentros, compañias, hemos perdido la posibilidad de despedir a los que queríamos. No poder despedir a un ser querido que muere, es afrontar el duelo en una profunda soledad, sumada al dolor de la pérdida en sí.
En tanto psicoanalistas, convivimos con el duelo permanentemente. Nadie nos viene a ver porque está feliz. Cuando alguien viene al consultorio es porque está en duelo, es porque está perdido o tiene miedo a perder alguien que ama… un trabajo, un sueño, la juventud, un proyecto, una pareja, la vida de un ser querido… pero siempre alguien que viene a un consultorio está en duelo. Vivir es duelar. Crecer es duelar: si pensamos en nuestra propia vida nos vamos a encontrar con varios duelos ni bien nos pongamos a hacer ese raconto.
El duelo es el tiempo y el trabajo que lleva a que una persona construya un recuerdo que no le duela tanto. Cuando perdemos algo o alguien que queremos, porque muere, o nos deja, o situaciones que se pierden u objetos incluso que se pierden. Cuando tenemos una separación brutal y descarnada con lo que amamos, tenemos un dolor que es inma- nejable muchas veces, tenemos una presencia de algo que no nos abandona: ausencia de lo que perdemos, y presencia del dolor. Y el duelo es eso, el proceso y el trabajo que va permitiéndonos la elaboración de ese dolor, pudiendo construir quizás un recuerdo, que por lo menos nos deje vivir, nos permita recuperar la capacidad de tener sueños, la capacidad de desear y no quedar capturado por la añoranza y sufrimiento por lo perdido.
En el duelo, hay algo casi inevitable que surja en algún momento, que es la culpa. Porque cuando duelamos a alguien, o duelamos algo, (que no es lo mismo que olvidar), se va produciendo el desamarre de esa presencia omnipresente que tenemos dentro nuestro, del que se ha ido. Y en el momento en que uno está volviendo a conectarse con nuevos objetos, con nuevos deseos, o retomando los suspendidos por el momento del duelo, aparece la culpa. El sujeto siente culpa por continuar con su vida, que implica el desprenderse de esa captura en que queda nuestro yo, por el objeto perdido. La sombra del objeto recae sobre el yo, dice Freud en Duelo y melancolía. El yo queda ensombre- cido, capturado por la pérdida, y a veces hasta identificado con lo que se perdió. La culpa aparece allí cuando esa captura va cediendo lugar a la vida y al deseo. La culpa es un factor inevitable del duelo, pero también hay que trabajarla, porque si no se trabaja, el duelo se eterniza, al no poder reconectar nuestro yo a la vida. Podriamos decir que el duelo es el tiempo que va de una muerte a otra muerte. Porque con lo que amamos tenemos una relación doble: esta la relación con el objeto en si (una persona o un objeto, trabajo, etc.), una relación objetiva, en el afuera, pero al mismo tiempo esta todo lo que esa persona es en nosotros, dentro de nosotros. Al irse esa persona u objeto, queda esa persona internamente, sin que este en el afuera. El que vive dentro nuestro permanece fuertemente ante la ausencia en el afuera. Presencia interna + Ausencia externa. Y esa presencia interna nos lleva toda nuestra atención. Entonces el duelo es ese período que va desde que muere la relación en el afuera, hasta que muere la relación con ese fantasma que construimos. Y ese fantasma omnipresente se pueda transformar en un recuerdo. Ese es el duelo, el quitarle esa energía que nos lleva ese fantasma que nos habita, para poder utilizarla en construir sueños nuevos, proyectos nuevos, relaciones nuevas…
El duelo es algo bueno. Muchos le temen, pero el duelo tiene todo de bueno, porque el duelo es la manifestación mas fuerte de la vida. El dolor del duelo es producto del esfuerzo que esta haciendo alguien por no morirse junto con lo que perdió, es decir, el duelo es deseo y vida, el duelo es la lucha de aquella persona que no quiere dejar de desear y no quiere dejar de tener sueños a pesar de haber perdido. Por eso es tan importante y necesario el duelo. Si no triunfa el duelo, gana la depresión o la melancolía, y ahí estaríamos hablando de otra cosa.
Lic. Maria Eugenia Lisazo Psicoanalista-
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