Las etiquetas, rótulos y packagings de un alimento nos brindan mucha información, pero hay que saber interpretarla porque pueden confundir.
Si es un producto envasado, es importante no dejarse guiar por la información accesoria (dibujos, colores) y leer con detenimiento tres aspectos: la denominación de venta, los ingredientes y la información nutricional. Tampoco hay que olvidarse de la duración (si tiene fecha de caducidad o consumo preferente), el peso y el origen.
Lo primero que debes saber es que la información más importante de un producto se muestra, generalmente, en la parte de atrás. Mientras, el frente acumula numerosos anuncios para hacerlo más atractivo para el consumidor.
En el envase hay elementos que nos pueden generar dudas o confundir. Veamos algunos ejemplos:
– Volumen contra peso. Productos como las patatas fritas ocupan mucho volumen en relación con el peso. En este caso, no se trata de un engaño. Lo que ocurre es que se envasan en atmósfera modificada: se introducen gases
inertes e inocuos, como nitrógeno, para evitar que el producto se ponga rancio y que se aplaste.
– Palabras vacías. En algunos panes de molde, por ejemplo, se lee “rebanada estilo artesano”. Con esta frase, podemos interpretar que el producto es artesano, cuyo uso esta reglamentado, pero lo que en realidad indica es que
la rebanada tiene ese estilo; un truco para no tener que cumplir la legislación sobre el pan.
– Cuando vemos las palabras “light”, debe especificarse el nutriente al que se refiere ese anuncio: por ejemplo, sal, azúcar, grasa… Quiere decir que su contenido es al menos un 30 % menor que en la versión “normal” del mismo
alimento.
– Muchos envases incorporan declaraciones de salud (por ejemplo, “ayuda al sistema inmune”). No significa que el alimento aporte cualidades únicas, sino que las vitaminas añadidas (que se pueden encontrar en otros productos) se
asocian con esos beneficios.
Sofía Villarrica
Lic. en nutrición
M.N.: 7103 M.P.: 2763
Atiende en:
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