[7 de noviembre de 2009]
-Docente, fue directora de la escuela Nº 18 de La Niña, localidad donde vivió prácticamente toda su vida.
-Pasó por innumerables instituciones en su pueblo natal, brindando una fecunda labor, y aún hoy sigue trabajando por su comunidad desde donde se la requiera.
-Recibió varias distinciones por su tarea, como la de “Mujer destacada bonaerense” en 2002.
Uno de los comercios que persisten en la localidad de La Niña es un negocio de ramos generales, propiedad del convecino Eduardo Vázquez, llamado “Casa Garibotti”, nombre puesto en honor a una familia reconocida de esta localidad, sobre todo a Eduardo Garibotti, un benefactor de la comunidad que trabajó mucho por el progreso niñense.
La única integrante de la familia Garibotti que aún vive en La Niña es Adelfa Luisa, “Chichita”: una mujer que vive al lado del Cub Atlético La Niña, una de las instituciones que la tuvieron como integrante, y que ha permanecido en su localidad siguiendo un legado familiar de solidaridad, dedicación y trabajo.
Nacida en La Niña, el 15 de octubre de 1929, “Chichita” fue la mayor de los cuatro hijos de la familia de Eduardo Garibotti. Proveniente de un ambiente rural, recuerda que al año de nacida “me fui al campo, y de ahí pasé a Fauzón, donde estuve hasta los seis años. Después nos trasladamos a La Niña, y desde entonces estoy acá”, cuenta con sencillez.
La Niña y la docencia, sus dos amores
Sus recuerdos de infancia se remontan a un tiempo mucho más próspero para los pueblos. “En La Niña había mucha población, y mucha gente que vivía en el campo, y entonces los comercios eran importantes, había varios comercios. En el último censo que yo hice, estando en la escuela, en 1970, había 3100 habitantes. Ahora no se si hay 500. Con la clausura del ferrocarril, las inundaciones, el cierre de las fábricas de Mendizabal, se empezó a despoblar”, explica, recorriendo una historia conocida y común a varias pequeñas localidades.
“Quedamos los que amamos La Niña, yo hasta que pueda voy a estar”, dice esta señora que tiene familiares desperdigados en varias partes del país, con los que asegura tener contacto permanente. “Somos cuatro hermanos, soy la mayor, después está Ethel G. de Moscato, Nelly G. de Nosa, y mi hermano Jorge, que vive en La Plata. Todos casados y con familia. Tengo siete sobrinos, y siete sobrinos nietos”, cuenta con placer.
Retomando su historia, cuenta que hizo el primario en 9 de Julio, donde cursó tres años de secundario, para luego cursar los dos últimos en Buenos Aires, en el Colegio del Carmen. “No había docencia en 9 de Julio, así que nos teníamos que ir a otro lado, y fui pupila al Colegio del Carmen”, explica.
Allí se recibió de docente, carrera que, asegura, le gustó “desde chiquita, siempre fui maestra por vocación. Gracias a Dios lo puede lograr, y me dediqué hasta que me jubilé”.
Recuerdos de la Escuela 18
Recibida en 1947, cuenta que en sus comienzos “hice suplencias, en 1950 ya me nombraron en Norumbega, de ahí pasé a la Escuela 27, en el Paraje Comberse. Después me trasladaron a la 18 de La Niña, mi escuela”, remarca. “Ahí empecé como directora, con grado a cargo. En ese tiempo había bastantes alumnos, alrededor de 200” asegura.
En la Escuela Nº 18 permaneció por más de dos décadas, hasta que se jubiló, en 1979. “La pasé muy bien, y tuve colaboradoras excelentes”, evoca. También cosechó mucho afecto. Uno de sus allegados, Eduardo Vázquez, comenta que “por su manera de ser, Chichita supo no solamente volcar su experiencia en la escuela, si no también brindar afecto y cariño a todos los chicos”.
Ella, por su parte, dice que “la docencia fue para mí todo, porque me dediqué por entero a eso”, resume, de esta etapa de su vida.
En todas las instituciones
Pero también hay otra etapa importante para destacar en la vida de esta mujer ilustre de su localidad, la de las instituciones. Colaboradora de casi todas las entidades de su pago chico, cuenta que ya desde la escuela le gustaba participar. “Estuve como presidenta en el secundario, en el primario era asesora de la cooperadora”, recuerda, “después estuve en la Sociedad de Fomento, la parroquia, en el Centro de Jubilados, en el club. En la mayoría de las instituciones, estuve como tesorera, como secretaria en otras”.
Pero su principal aporte, para los niñenses, estuvo en el club. Eduardo Vázquez comenta que “transitó fundamentalmente por el Club Atlético La Niña, donde su padre, que fue presidente durante muchísimos años, le legó una experiencia muy linda, y ella abrazó la institución con cariño, trabajó muchísimo”, afirma.
“Después transitó por todas nuestras instituciones en La Niña. Siguió la dinastía de su padre, de trabajar por la comunidad, abrirse a la gente, trabajar por el bien común, sin ningún tipo de interés, si no simplemente hacerlo por los demás”, elogia.
Para ella, este periplo institucional fue tan gratificante como la docencia. “Trabajé, pero tuve muchas satisfacciones, ya sea como docente y en las instituciones, tuve reconocimientos”, comenta. Esos reconocimientos abarcan desde alguno recibido en el Club de La Niña, hasta el de Mujer Destacada Bonaerense, en 2002, que, asegura, “fue lo máximo, porque ser reconocida a nivel provincial es muy importante”.
Aún trabaja en algunas instituciones, “en la sociedad de fomento, en el centro de jubilados, en la parroquia, y en los otros, si me necesitan, les doy una manito”, dice, y se la nota feliz por poder seguir ayudando.
Un lugar en el mundo
Castigados, despoblados, olvidados. Así están muchos pueblos del interior. Pero quienes crecieron en ellos, nunca olvidan el afecto especial que los une a su terruño.
Algunos se van, otros, como “Chichita”, eligen quedarse, en los casos en que el afecto es más fuerte que los beneficios de los grandes centros urbanos.
Es que en su localidad, se siente a gusto. “Muy contenta, mis hermanos me querían llevar a 9 de Julio, y muchos me preguntan por qué no voy, pero me siento muy cómoda y tranquila en La Niña, donde todavía salgo y dejo las puertas abiertas. Mientras Dios me dé salud, pienso quedarme”, asegura. “Algunas de mis amigas docentes se han ido a 9 de Julio, pero algunos amigos me quedan, y siempre estoy en contacto con 9 de Julio”.
Respetada y apreciada en su localidad, agradece “a toda la gente que de una manera u otra me hace sentir bien. Me siento apoyada por toda la gente de La Niña”.
Palabras finales
A la hora de hablar de lo que significa “Chichita” para La Niña, Eduardo Vázquez dice sencillamente que “es todo un símbolo para esta comunidad”.
Y, ya en el terreno humano, la define como “una mujer amable, dada, que está siempre presta al diálogo. Tiene una energía tremenda, ganas de hacer, continuar. Esto forma parte de su vida misma, es lo que la ayuda a estar como está y a vivir como vive”.
Con expectativas y trabajo. Así vive “Chichita” Garibotti en el pueblo que la vio nacer. Brindando todo lo posible por La Niña, donde quedan muchos recuerdos y bastante tarea por hacer, para la que «Chichita» siempre está dispuesta a tender la mano.