Señora Directora:
Celebro el hecho y felicito a los alumnos Maccagnani y Oréfice por la investigación a través de la cual rescatan y destacan la figura de Antonio Aita y su querido diario.
Es altamente significativo que hayan elegido este tema para su trabajo porque importa repasar un pedazo importante de la historia nuevejuliense a través de la figura de quien fuera uno de sus grandes protagonistas.
Varios de los que abrazamos a la educación como vocación de vida sostenemos que los contenidos curriculares deben tener una terminal asumiendo las cuestiones que hacen al derredor de la escuela, de su comunidad y de sus historias y costumbres. Lo que han hecho estos estudiantes de historia es una importante contribución práctica a esa idea.
Muchas veces tuve que hablar o escribir sobre la personalidad de quien fuera mi grande y querido amigo Antonio y no corresponde que repita lo ya expresado, salvo aquello que más me impresionaba. Su capacidad para extraer los néctares de la sociedad con sentido popular y vecinal. También el tener los oídos siempre prestos para escuchar a quienes le llevaban sus desdichas, sus pesares y también sus alegrías. Encontraban en él un confesor de comprensiones y la palabra afectuosa.
Como una visión de sus costumbres de trabajo supe decir que el desorden aparente de su oficina no se compadecía con el orden que tenía en sus ideas a las que supo defender contra todos los riesgos, como lo señalan en la investigación a la que aludo.
Su vocación periodística supo de todos los empeños y sacrificios, por eso aquello que muchas veces me dijo «no sabés lo que cuesta mantener una hoja en la calle».
Fue un guía valioso para quienes, muy jóvenes, comenzábamos a soñar con un país y coincidiendo en las ideas nos permitiía expresarlas en letras de molde en esas complicadas tardes de linotipos y rotativas
invadidas por el color a tintas que era el microclima en el que fluían los mejores propósitos.
No estoy cumpliendo con la abstención de repetir cosas y conceptos como dije antes, pero aprovechando la circunstancia de hablar sobre un gran amigo y reiterando mis felicitaciones a estos alumnos por su trabajo me permitiré un digresión de algo que nunca hice público.
Hace pocos años y en la intención de conocer la tierra de mis antepasados fui a Calabria, de la cual proviene un 25% de mi sangre. Según los documentos que tenía fui al pueblo de Morano Calabró, una comarca montañosa en la cual había nacido mi bisabuelo Maineri, abuelo materno de mi madre Miglierina. Fue grande y curiosa la sorpresa cuando en una placa junto al municipio y dedicada a los vecinos muertos en guerra figuraban varios Aita y varios Maineri. Y luego profundizando supe que ambos apellidos tuvieron alguna vinculación matrimonial entre antepasados. La pertenencia a ese pueblo muy antiguo y con algunas calles de piedra difíciles de caminar lo corroboré con las sobrinas de Antonio que ahora dirigen el diario. Lástima que ese viaje no lo hice antes para sumarle a Antonio, en vida, a mi afecto de siempre también nuestra cercanía de sangre italiana.
Muy atentamente.
Dr. Luis Antonio Barry