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Nueve de Julio
domingo, noviembre 24, 2024

OCTUBRES


Por Carlos Crosa
Escritor nuevejuliense

Octubres en vez de abriles, atesora mi pago chico, terruño cuya entraña gestara mí hechura andariega.
Mi pago chico, cada vez, menos chico, cada vez, más citadino, cada vez, con menos baldosas de aquellos sus primeros pasos hacia el ganado mote de “perla del oeste”.
Cada vez, más diluido aquel olor particular de sus barrios. Cada vez, más aplanado el terraplén ante el cual el pago parecía detener su avance cual gesto de prudencia ante esa cuesta que marcara el límite entre la comarca y el descampado con el camino real hacia otros mundos.
Ya no, hoy, sus calles antaño poco iluminadas, donde la luz fraternal del foco esquinero, era mojón en una oscuridad que no asustaba.
Ýa no, hoy, las casas bajas que parecían apretarse unas con otras como en fraterno abrazo.
Ya no, hoy, los tilos que en la plaza Belgrano aromaran ensueños de amor como también la soleada tarde de octubre en que desde uno de sus bancos, experimenté la admonitoria nostalgia que sobreviene a la decisión de partir, al ahí revelarse mi vocación a plasmarse lejos auspiciado por el destino y su guiño posterior de que, también en octubre, cosechara el fruto de la finalmente concretada vocación.
Estos son mis sentires cuando cada octubre celebro el onomástico del pago, cual acción de gracias, con un taconeo nocturno por sus calles bendiciendo el recuerdo de lo que ya no está, bajo su cielo de siempre con sus estrellas arreglándose cada noche el brillo.
Cada noche, bajo ese su cielo, diciéndome a modo de sencilla oración, que, vivir, es cambiar.

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