Días pasados con motivo de la celebración del Día del Médico (3 de diciembre) El Dr. Carlos Crosa envió esta nota para su publicación:
EL SALVATAJE
(Ficción)
Por Carlos Crosa
Luego del salvataje, Gino maldijo haber elegido la profesión. Porque todo galeno, al atender una urgencia rescatando de la muerte a un ser, suele maldecir su elección de vida.
No hay autocontrol ni cinismo que defienda al alma o las coronarias del médico abocado a la urgencia.
Nada, que lo salve de la sensación de gloria efímera y barata por el logrado cometido a expensas del stress y su de seguro menor expectativa de vida.
Nada, que evite el querer practicar la medicina con menos riesgo personal.
Nada, excepto la conciencia vocacional, que entra en
erupción cuando crece la forma rocosa de la pesadumbre.
Como en él, transcurridos ya los minutos para volver a
asumir que no era para él, al fin de cuentas, la parsimonia de auscultar catarros y medicar síntomas.
¡Lo mío es la urgencia!, asumió, y recordó aquel verano pampeano, vislumbrando la vocación con un místico sentir, cual si hubiere visto el rayo seguido del descenso del arcángel anunciándole que el Señor lo ha elegido para determinada misión.
Estaba leyendo La Ciudadela, esa novela de Cronin cuyo héroe es un médico novato que debuta en la trinchera de la urgencia médica diagnosticando la muerte súbita de una mujer con un hijo en las entrañas y, ahí no más, sobre el piso de la cocina donde agonizara, le abre el vientre salvando al bebé.
Gino soñó que era él y no ya el personaje de la novela, quién volvía caminando de madrugada por la calle
adoquinada de un barrio londinense arrastrando los pies.
De felicidad más que por cansancio, ante la certeza de no haber sido en vano su paso por este mundo.