En horas de la noche del domingo 17 de marzo se conoció la triste noticia del fallecimiento de la docente (jubilada) «Meneca» Taján, muy apreciada en nuestro medio. A través de las redes sociales fue recordada con mucho cariño.
Su ex alumna Evelyn, le dedicó palabras muy emotivas:
«Anoche me enteré que la seño Meneca, se fue a descansar eternamente. Yo elijo guardarla, como siempre, en mi corazón
MI seño… no cualquier seño… mi seño de 1ro y 2do de primaria… la que me enseñó ni más ni menos que a leer y escribir, pero también que hay personas mágicas que nos cruzamos en la vida que se quedan guardaditas para siempre en el corazón y en los recuerdos…
La más dulce… la que nos decía «pimpollitos», y nos dejaba marcado un beso con su labial rojo o fucsia en el cachete… Meneca fue única para mi, marcó significativamente mi recorrido por la escuela, y yo la veía como mi ejemplo a seguir. Recuerdo un día, que en clases, debíamos dibujarnos pensando en la profesión que queríamos tener a futuro. Yo ya elegía ser maestra. Pero no cualquier maestra. Una maestra como Meneca. Y de hecho así me dibujé en mi cuaderno, literalmente: rubia, con el pelo ondulado como ella, y con los labios pintados de rojo, vistiendo un delantal docente. Hoy, viéndome desde mi profesión, y viéndola a ella como mi maestra de ese entonces, creo que puedo reconocer que fue su amor y su dulzura como docente lo que yo me quería apropiar, y eso es lo que elijo para seguir replicando en cada alumno, para siempre.
Meneca sin dudas que sembró mucho amor en mi, siempre estuvo presente en mis pensamientos y recuerdos, aún cuando se fue a vivir a otro país y perdimos contacto durante mucho tiempo.
En el año 2017, teníamos con mamá un emprendimiento de viandas. Una tarde, recibo el llamado de una mujer, para consultar sobre el servicio, y acordamos que a partir del día siguiente comenzábamos a llevarle viandas a su domicilio todos los mediodías. Anoto su dirección, pero en el apuro por concretar la llamada (ya que justo en ese momento yo estaba trabajando) no le pregunté su nombre. Yo me encargaba de los repartos, así que al día siguiente me dirijo al domicilio en cuestión, que era en un edificio. Toco el portero, y me hacen ingresar, indicandome cual era el departamento para directamente subir hasta allí. Cuando la puerta del departamento se abrió, ambas nos quedamos sin palabras, y luego nos fundimos en un abrazo fuerte, emocionadas las dos. Nos reconocimos al instante: ¡era la seño Meneca!. Ese día conversamos medio apresuradamente, ya que aún me esperaban clientes en mi recorrido del reparto.
De más está decir que a partir del día siguiente, la seño Meneca era la última del recorrido en recibir su vianda, ya que eso nos daba tiempo de quedarnos charlando y rememorando recuerdos. Ella vivía sola, así que también me ofrecí a ayudarla con algunas tareas cuando iba (le calentaba la comida, le bajaba la basura, le hacía algún mandado). Pero lo que más me pedía, era que nos tomaramos unos mates entre charlas. Un día, me pidió conocer a mi hijo mayor, Benicio. Así que un sábado compré unos pasteles de batata (que sabía que le encantaban), y fuimos a visitarla con Beni. ¡Qué felicidad tenía!
Hay seños que nos marcan la vida. Eso fue Meneca para mi
¡GRACIAS seño! Te extrañaré mucho! pero cada día de mi vida que vista mi guardapolvo, pensaré con amor en vos!».