Casi centenario ya lo creíamos eterno. Pero lo es y lo será ya que seguirá vivo en el recuerdo de todos quienes fuimos sus alumnos en tantas generaciones. Así como siempre era el invitado especial por las promociones cuando celebraban aniversarios importantes.
En mi época nos costaba reconocerlo como Profesor a aquel joven que llegaba con su bicicleta, la dejaba en el portón que la escuela tenía en la calle Libertad y nos regalaba la magia teatral de Lope de Vega, las angustias de Manrique o la riqueza literaria de Quevedo. Todo eso lo transmitía con su especial delicadeza y nos invitaba a degustar las exquisiteces de los que volcaban espíritu y belleza en formas de prosas o poesías. Nos enteraba de que ese libro de Roberto Giusti más que un texto de estudio era un cofre que encerraba amor, imaginación, creatividad, sueños, emociones y todas aquellas formas de expresión que el ser ha sido capaz de crear y transmitir con letras.
Horacio había sentido ese mundo cuando abrazó su profesión y trataba de mostrárnoslo generosamente más allá de que la literatura fuera una asignatura curricular.
También será eterno cuando en su ciudad de siempre haya alguna expresión cultural ya que fue y será parte de ella. Siempre presente, un símbolo del desarrollo intelectual.
Lo tengo presente no sólo como mi exprofesor que tanto me dio sino como el buen amigo referencial con el que me vinculó el placer de compartir ideas y vocaciones. La educación fue siempre la común preocupación y muchas veces pudimos expresarlo tanto en público como en encuentros circunstanciales. Nuestras respectivas experiencias las intercambiábamos como quienes degustan algo placentero y con preocupación.
Todos lo recordarán en estos días, no como el viejo profesor ya que ni su imagen siempre juvenil podría permitir que así se lo llame y su eterna media sonrisa nos hablará de su bonhomía de siempre y su buen talante.
Horacio, querido amigo, permitime que te despida con ese mismo afecto que se nos daba en cada encuentro y con un abrazo para Dorita, alumna y esposa de siempre, y a todos tus familiares que podrán ostentar con orgullo la herencia de tan digno esposo, padre y abuelo.
Luis Antonio Barry