Pomacea canaliculata, originario de la cuenca del Plata y extendido al sudeste asiático, Barcelona, sur de Estados Unidos y hasta Siberia, es capaz de alertar sobre la presencia de concentraciones bajas de mercurio, arsénico y uranio, entre otros elementos.
(Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. Un caracol común de arroyos y lagunas originario de la cuenca del Plata, “ampularia” o Pomacea canaliculata, presenta dos caras antagónicas. Por un lado es considerado una de las cien especies más invasoras del planeta, donde se transformó en una plaga de cultivos de arroz. Por el otro, podría ser útil como bioindicador para detectar niveles de contaminación en cuerpos de agua, según anunciaron investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).
El caracol ha tenido una expansión explosiva. Cuando en 1979 se lo llevó desde Argentina a la isla de Taiwan para ser cultivado y usado como alimento, en el curso de una década ya se había diseminado a ambientes naturales de Japón, Filipinas, China, Corea, Indonesia, Tailandia, Vietnam y Laos, transformándose en muchos casos en una plaga de los cultivos de arroz. Más recientemente ha invadido el delta del Ebro, una importante zona arrocera de Cataluña, y también penetró en el sur de los Estados Unidos y hasta Siberia.
Pero, también, este caracol puede tener una aplicación toxicológica y ambiental. Pomacea canaliculata lleva en el interior de su glándula digestiva a un inquilino o “simbionte”, presuntamente una bacteria, “que actúa como acumulador de metales”, explicó a la Agencia CyTA el doctor Alfredo Castro Vázquez, investigador del CONICET y docente en la Facultad de Ciencias Médicas y el Instituto de Ciencias Básicas de la UNCuyo.
En un trabajo publicado en la revista Environmental Science and Pollution Research, Castro Vázquez y sus colegas revelaron que el caracol es capaz de detectar en el agua metales pesados y uranio en concentraciones bajísimas en el agua (de unas pocas partes por mil millones, o sea, microgramos por litro). Para realizar las determinaciones de elementos químicos contaminantes, los investigadores usaron herramientas de medición de última generación desarrolladas en el Centro Atómico Bariloche (CAB).
Ahora, afirmó Castro Vázquez, sería necesario desarrollar una metodología barata que aproveche esta particularidad de ampularia. “Para ellos debemos contar con al menos un ingeniero y financiación. En casi dos décadas de estudiar estos caracoles hemos visto que pueden ser una caja de Pandora. ¿Hay algo que pueda ser más estimulante para un investigador?”, agregó.
La investigación obtuvo financiamiento del CONICET, del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT) y de la Universidad Nacional de Cuyo.