Si bien se trata de un mecanismo propio e inseparable del organismo, es posible manejar este cúmulo de reacciones conociendo y detectando cuál es el estímulo que las dispara. Además, se puede aprender y hacer uso de las técnicas y de las herramientas que ya existen para controlarlo.
Ya pasó la primera mitad del año. Si bien para algunos esto representa un alivio, porque quiere decir que las vacaciones están más cerca, para otros es momento de pensar qué se hizo, qué no se hizo y el poco tiempo que queda para llevarlo a cabo.
Es ahí cuando, por algo puntual y como consecuencia de la acumulación, aparece el estrés. ¿Qué es el estrés? En principio, el estrés es una respuesta adaptativa del organismo frente a diversas situaciones que resultan amenazantes.
“Esto quiere decir que el propio cuerpo pone en marcha un proceso necesario que implica un conjunto de cambios fisiológicos, psicológicos y conductuales para responder a un peligro. Esto genera que el estrés se vuelva una respuesta normal y necesaria en nuestra vida”, comentó la Dra. Soledad Paula Monestes, médica del staff de Psicología e integrante también del staff de Psicología infantil del Hospital Universitario Austral (HUA).
“No obstante, cuando el estrés tiene gran intensidad o cuando el tiempo de exposición es prolongado, es posible que éste exceda las capacidades psicológicas que el individuo posee para afrontarlo. Es ahí cuando el estrés puede generar diversas consecuencias negativas en el cuerpo y en el ánimo de una persona”, agregó la doctora.
Si bien el estrés no puede se puede eliminar, es posible aprender a usar las herramientas psicológicas que se encuentran disponibles –o bien aprender nuevas- para reducirlo o controlarlo.
Para resolver un problema, la premisa fundamental es conocer al “enemigo” con el que hay que enfrentarse. “Las fuentes básicas de estrés provienen del medio ambiente, de las imposiciones sociales, de nuestros pensamientos y de las relaciones interpersonales”, comenzó explicando la Dra. Monestes.
“Lo que varía es la intensidad de la respuesta que va a depender del evento disparador, de cuál sea el estímulo estresante, de las características de personalidad de cada persona, y de las herramientas psicológicas y conductuales de las que dispone. También, hay que considerar si se trata de un evento estresante agudo, como por ejemplo un accidente; o si en cambio es una situación crónica la que está generando la molestia. Este último caso, por ejemplo, puede ser la relación entre una persona y su trabajo”, detalló.
De acuerdo a todas esas condiciones, el estrés puede generar modificaciones tanto a nivel físico como emocional alterando el bienestar.
“En cuanto a las consecuencias físicas podemos mencionar: trastornos osteoarticulares como calambres, contracturas, dolores musculares, rigidez, alteración en los reflejos; trastornos cardiovasculares como la hipertensión, la enfermedad coronaria y las arritmias; trastornos respiratorios como el asma, la hiperventilación o la disnea; y trastornos gastrointestinales, encontrándose entre las manifestaciones más frecuentes las úlceras, la gastritis y el ardor”, enumeró la especialista.
También pueden desarrollarse consecuencias a nivel cognitivo o del pensamiento que se manifiestan mediante preocupación excesiva, inseguridad, incapacidad para tomar decisiones, dificultad para concentrarse, olvidos recurrentes y pensamientos negativos.
Por último, a nivel emocional, el estrés puede ocasionar el incremento de la ansiedad, la angustia, la depresión y la irritabilidad, presentándose también alteraciones en el sueño, falta de interés y aislamiento social.
¿Qué hacer para manejar el estrés?
Cuando el objetivo es controlar el estrés, sentirse mejor y sobre todo prevenir complicaciones, existen diversas estrategias que pueden ser puestas en marcha.
“En cuanto a los comportamientos cotidianos es importante llevar adelante una dieta balanceada, realizar actividad física de manera regular, mejorar la calidad del sueño, organizar las actividades y los horarios a modo de disponer de tiempo libre, tomarse las vacaciones y los fines de semana como un tiempo de descanso, no llevar temas y preocupaciones del trabajo a la casa, disfrutar de una red de apoyo social, compartir con la familia y amigos y tratar de tomarse los acontecimientos con buen humor”, expuso Monestes.-
“También ayuda mucho –continuó- practicar técnicas de relajación que se basan principalmente en el registro y relajación del cuerpo y en el ritmo y la profundidad de la respiración”.
“Ahora, si la idea es ‘atacar’ puntualmente los eventos estresantes, tal vez la mejor opción sea realizar una lista con los ‘estresores’ relevantes para focalizarse en cada uno y evaluar si tienen o no resolución. En caso de tenerla, hay que buscar cuáles son las acciones que pueden ayudar”, completó la especialista.
Es importante ponerse objetivos más pequeños o a corto plazo, y revisar las expectativas que se tienen acerca de las cosas. Además, tomarse el tiempo necesario para cada decisión, hablar y compartir los problemas y sentimientos con otros, ayuda a reducir el estrés que puedan generar diversos eventos.
“Hay casos en los cuáles las personas no pueden enfrentar solas esta situación y requieren de apoyo psicoterapéutico. Por otro lado, de ser necesario, existen psicofármacos que pueden colaborar en la mejoría del sujeto, tanto en situaciones de estrés agudo como en situaciones de estrés crónico”, concluyó la psicóloga.
Contacto:
*Dra. Soledad Paula Monestes
Médica del staff de Psicología
Médica del staff de Psicología infantil
Hospital Universitario Austral
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