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Nueve de Julio
jueves, diciembre 26, 2024

Micheli y Cecconato también escribieron la historia local

micheli4Por GUILLERMO BLANCO
“Hace poco se nos fue Juan”, rememora con esa nostalgia propia de los tipos buenazos como él. Y memoriosos, ni hablar. Es Cecconato, compinche necesario de Rodolfo Micheli en aquella delantera épica de Independiente de los ´50 que pasó íntegra a la selección. En un rincón de sus legendarias historias tienen grabado a 9 de Julio, de ahí esta evocación. Por eso no sorprende que Carlitos recuerde a Juan Aón, quien a mediados de los ´60 lo trajo a jugar a Defensores de la Boca, “el equipo más humilde de todos y le teníamos idea a uno que eran los bacanes”, remarca. “Andábamos con el tema de la carne con el ‘Turco’, me invitó a jugar allá y yo lo llevé a Leone, de Huracán. Juan vivía por la avenida San Martín, frente a un parque hermoso”, evoca con esa memoria tan firme como el juego que mostraba siendo un 8 de ida y vuelta. “¿Ya cumplen 150 años?, ¿y cuántos habitantes tienen ahora?”, alarga como para calentar la charla…
Es cuando interviene Cruz, wing izquierdo feliz por el encuentro para evocar el Día del Futbolista fijado por el primer triunfo de Argentina a Inglaterra, el inapelable 3-1 del 14 de mayo del 53 en el estadio de River, con el inmortal golazo esquinado de Grillo que significó el empate parcial, y la presencia de Perón, “al que fuimos a saludar al palco. Primero pasó Carlitos y después yo”, acota Micheli, quien aquel día otoñal marcó el segundo mientras Grillo (quien también estuvo en 9 de Julio por los ´60 y no arregló con un par de equipos para jugar) cerró la cuenta.
“Yo no actué en 9 de Julio –recuerda el puntero izquierdo Cruz-, pero estuve en la casa de Juan Aón. Un día me levanto, voy al baño y hay un tipo afeitándose. ¡Era el ‘Polaco’ Goyeneche!”, aún se asombra. Es lo que deja el fútbol cuando los años pasan pero la pelota de la vida sigue tan inflada como antes. Hoy Micheli defiende a los más necesitados desde esta Casa Mutual del Futbolista, en la porteña Córdoba al 1600 y orienta e impulsa un equipo de fútbol femenino en la zona norte del Gran Buenos Aires. Es el más arraigado con 9 de Julio y el que más aportó a la llegada de otros grandes.
“A mí me dijo de ir allá Cecconato. Había una amistad de varios muchachos de Independiente con Juan (Aón). Jugué en cuatro equipos, Agustín Alvarez en el 66, San Martín en el 66 en que fuimos campeones y en el 68, en el 67 en Libertad y en el 69 en Atlético. En San Martín llegué a jugar contigo cuando vos tenías 14, 15 años (me dice como para regarle el ego a quien toma nota…). También llevé a un tres, Ricardo Fernández, de Racing, al ‘Flaco’ Oscar Castro, que había jugado en Platen- se; a Mousegne, nuestro ‘dos’ de Independiente, a Libertad; al arquero Abraham a Atlético. Ahí me acompañó Campana, el de la dupla con Busico, que venía con el pase libre de Australia…Ah, y a San Martín también a Miguel Resnik, gran jugador de Huracán y que la rompió en el fútbol uruguayo. Un domingo le tiré un centro y no me olvido más el golazo de cabeza que hizo…”. Cometo la osadía de decirle que entre ambos le hicieron convertir un gol a quien esto escribe ante 12 de octubre, en el campeonato del 68, y “Fito”, después de reflexionar con nostalgia acerca de varios de sus compañeros de entonces que “ya no están”, cuenta una anécdota con sabor nuevejuliense…
“Ustedes tenían un monstruo, le decían ‘Rabito’ (Oscar Andrada, el 9 de Once Tigres). Yo lo quería traer a Buenos Aires, hasta se lo había comentado a Angel Labruna, quien me había dicho que sí, pero ese chico no quiso. Qué picardía… Era encarador, rápido, fuerte, tenía su habilidad, pero se quiso quedar y creo que terminó en la policía”, continúa con el relato. Y no puede dejar de reiterar su recuerdo por Juan Aón. “Quiero mucho a sus hijos”, afirma Micheli. En ese momento se nos ocurre marcar en el celular el número de Justo –hijo menor de Juan, hoy reconocido profesor de Educación Física en Latinoamérica-, y sin decirle quién le habla lo saca por con la primera palabra. Y lo mismo ocurre cuando escucha a Cecconato. “¡Carliiitooossss!”, se alcanza a escuchar la voz de Justo, recién llegado desde Colombia donde fue a dar varios cursos.
A veces uno piensa que esta gente no alcanza a comprender la dimensión que han tenido para tantas generaciones y más aún para la gente del interior. Y le contamos a Cecconato una anécdota que lo asombra y enorgullece… Un amigo en 9 de Julio por culpa suya perdió nombre y apellido. ¿“Cómo es éso?”, pregunta asombrado. “Se llama Roberto Buffoni, pero desde que usted fue a jugar cerca de su casa, a Defensores de la Boca, a él empezaron a decirle ‘Cecconato’ porque jugaba muy bien. Y ya pasados los 60 años, médico y todo, lo siguen conociendo sólo por el apodo”. Y es cuando uno piensa qué bueno sería un gran encuentro futbolero organizado por la Liga al que se inviten referentes locales y foráneos ilustres, como para adherirse al festejo. Pero este es otro tema. Ahora es el tiempo del apretón de manos, el agradecimiento por el tiempo otorgado y el afecto compartido en el idioma universal del fútbol.

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