[10 de julio de 2010] En la mañana de ayer, en el marco de los actos conmemorativos del aniversario de la Independencia, tuvo lugar la celebración del tradicional Te Deum. En la oportunidad, el Obispo de la Diócesis de 9 de Julio, monseñor Martín de Elizalde, pronunció un mensaje u oración alusiva a la fecha.
En la primera parte de su alocución, el Obispo recordó que “desde los comienzos de la historia patria, nos proponemos acrecentar en cada generación nuestro compromiso con ellos, con los logros y los adelantos, no materiales en primer lugar, sino morales y humanos, para llegar a ser mejores, más dignos, más generosos y abiertos, y así alcanzar el bien común e integral, en la construcción de la Patria”.
“La libertad –añadió más delante- no es solamente un método o un requisito en la sociedad política, es una condición estable que responde a la capacidad del hombre, y es a la vez vocación y destino. Una sociedad sana debe educar para hacer libre al ciudadano, como una familia educa a sus hijos para que libremente disciernan y abracen lo que es mejor, y no sufran el engaño o la confusión. La libertad no es la simple espontaneidad, sino que está regida por la razón; la libertad supone inteligencia para descubrir la verdad y voluntad para abrazarla con constancia; la libertad apunta a la consecución y al fortalecimiento de los valores que construyen, y no de aquellas consignas pasajeras y mudables, que halagan pero no mejoran al individuo”.
Para monseñor Elizalde, “la libertad conduce al bien, a ser mejores y a trasmitir lo que es mejor; la autoridad no solo coordina y propone, tiene la misión de ejercer la guía y de educar para la difusión e interiorización del bien en la cultura y las costumbres”.
“En la celebración –dijo- de un nuevo aniversario de la Independencia, en el Bicentenario del comienzo de la gesta emancipadora, que dio nacimiento a esta Nación, recordamos que nuestros Padres nos legaron la libertad. Podemos preguntarnos qué hemos hecho de ella, si la tenemos y la gozamos, si la respetamos y la trasmitimos, o si, por el contrario, la hemos amordazado, debilitado, desfigurado, para seguir modas y consignas, para tener un poder que no sea discutido, para procurar ventajas a parcialidades con olvido del bien general”.
Al referirse, en el mensaje de ayer, a la situación actual de la sociedad argentina, el prelado subrayó la preocupación de algunos sectores por “la seguridad, y ello tiene que ver con la condición de la justicia; la situación de la juventud que procede de nuestras escuelas; la condición de la familia que es atacada por los voluntarismos que contrarían la misma ley de la naturaleza, como en la propuesta del mal llamado “matrimonio” entre personas del mismo sexo; la pobreza en muchísimos hogares que procede de las metas y el estilo de gestión que ha tomado la economía y que no se discute ya”.
“En cierto modo –consideró el Obispo-, hay algo en común en todos estos aspectos negativos, y es el mal uso de la libertad, y en consecuencia, la ausencia de la autoridad, que no supo, no pudo o no quiso orientar en el ejercicio de esta condición fundamental, y que solo se puede alcanzar en la adhesión sincera a la verdad”.
“Desde la fraternidad que compartimos y asumiendo la responsabilidad conjunta de quienes gobiernan y de quienes somos gobernados, las instituciones que tanto hacen por el bien de la sociedad, las familias y los mismos jóvenes que se asoman a la madurez, somos todos invitados a amar y a ejercer la libertad, para llegar a ser ese pueblo que ambicionamos, firmemente anclado en el fundamento de la verdad y del bien. Así lo pedimos, en este día de acción de gracias, y podemos hacerlo porque nos mueve la fe de que no faltará la gracia divina que hemos experimentado en los siglos de nuestra formación y de nuestra existencia”, concluyó monseñor Elizalde.