Nota de Opinion: Paolo Barbieri
El Juez Fayt es una eminencia del derecho, con sus libros educó generaciones de estudiantes, pertenece a una camada de jueces que, salvo honrosas excepciones, ya no existen en nuestro país.
Un viejo adagio dice que un buen juez debe reunir 4 características: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. Ahora me permito recordar a Fayt y su cita diciendo “El comentario es libre, pero los hechos son sagrados”. Demostrando cortesía, sabiduría, predicando con el ejemplo; el juez debe hablar a través de sus sentencias y vaya si Fayt lo ha cumplido. Electo durante el gobierno de Alfonsín ,no ha pertenecido a las filas de ninguno de los partidos tradicionales, manteniendo su independencia política de manera impecable.
Hoy lo combate el gobierno a través del verborrágico Fernandez, famoso ex intendente de Quilmes que se escapó de la justicia en un baúl, un charlatán que repite sistemáticamente mentiras al mejor estilo Goebbels, un mero plagiador de zonceras, que divierten tal vez, pero no instruyen a nadie.
Fayt es el último eslabón de moralidad de lo que queda de las instituciones republicanas en nuestro país. Hoy, cuando se pone en tela de juicio la facultad de control de la Corte al interpretar la Constitución, la división de poderes, donde el vicepresidente es Boudou, donde la presidente no da conferencia de prensas ni asume debates, donde el Congreso sanciona leyes fundamentales con una mayoría automática y sin ningún voto opositor. Frente a todos esos atropellos hay un Juez que resiste todos los embates de un gobierno inmoral, inmoral por donde se lo mire, por eso es la última reserva moral de la República, la República que resiste y se niega a ser Venezuela.
A Fayt lo tratan de viejo, de senil, lo llaman momia, y el juez los observa sabiendo que no saben lo que dicen. Me recuerda a una cita que me enseñó un maestro del derecho de nuestra ciudad “No me arrastrarán al terreno de la injuria ni aunque me inviten con el ejemplo”.
Lo desprecian, porque desprecian su independencia. Justo a él un intelectual que en otra vida podría haber sido un Alberdi, justo a él lo insulta un Fernandez que en otra vida, y en el mejor de los casos, hubiese sido un personaje mediocre de Tinelli.
Debemos indefectiblemente levantar el nivel, dejar de estimular la mediocridad, hagamos el siguiente ejercicio y pensemos, ¿le daríamos trabajo a un Fayt, le confiaríamos la educación de nuestros hijos? y ahora a la inversa ¿le daríamos trabajo a un Fernandez a un Boudou, o permitiríamos que eduquen a nuestros hijos?
Las respuestas mayoritariamente coincidirían.
Me gustaría hablar con Fayt, decirle que resista los embates! que mucho más importa morir de pie que vivir arrodillado.
Pero seguramente él no le daría tanta importancia, porque la sabiduría impide caer en discusiones tan banales, como me dijo un gran profesor de historia: “Un espíritu varonil no debe nunca dejarse arrastrar por puerilidades de este género, que no deben ser consideradas como la expresión de los sentimientos de la porción sensata y reflexiva de la Nación Argentina”