Escribe Cristina Moscato
El interés por educar y criar a los niños es tan antiguo como la historia. Sin embargo, las ideas sobre cómo hacerlo varían a lo largo del tiempo.
En la Grecia clásica, las primeras leyes sobre la educación regulan los deberes de los padres para con sus hijos varones: enseñarles a leer y nadar y si eran esclavos o pobres: aprender un oficio. Con el paso del tiempo, el Estado obliga a los ciudadanos que instruyan a todos sus hijos, recibiendo instrucción primaria (leer, escribir, educación física), luego una secundaria (literatura, aritmética, música) y al final una enseñanza superior (oratoria, dialéctica y filosofía). En general, siguen estudios los varones de familias acomodadas y, excepcionalmente, alguna mujer a riesgo de ser considerada ¨peligrosa¨ o ¨libertina¨. A los gobernantes se les prepara para la política y las armas. A los gobernados para el trabajo.
También los padres fueron los que educaron a los hijos en la Roma de los primeros tiempos. Generalmente, era la madre (si sabía) la que enseñaba a leer, escribir y hacer cuentas. El padre procuraba irle enseñando las leyes y costumbres de todo buen ciudadano. Con la expansión de Roma, sobre todo al conquistar Grecia, se hizo necesario abrir nuevos caminos en el mundo de la educación. Así, las familias que tenían medios pudieron disponer del plan de estudios para sus hijos que comprendía una educación inicial, una secundaria y una superior.
Durante la Edad Media, bajo la influencia del cristianismo, la educación pasa a ser controlada por la iglesia y ya no se trata de formar ¨librepensadores¨ sino de preparar al niño para servir a Dios, a la iglesia y a sus representantes.
El hombre abandona la actividad física y todo se reduce al debate teológico. El adulto rechaza el cuerpo (la carne corrompe) y el niño es considerado un hombre en miniatura, un ser inferior al adulto, un perverso digno de ser reformado mediante la disciplina y el castigo. No se cuida de él. Se entrega a su suerte o a la nodriza, y sólo adquiere valor al cumplir 5 o 6 años (la mortalidad infantil es muy alta) cuando, en general, es utilizado como mano de obra.
El renacimiento trae consigo el resurgimiento de las ideas clásicas de la educación infantil. Humanistas como Erasmo de Rotterdam (1466-1536) y Luis Vives (1492-1540) expresan su interés por la evolución del niño, las diferencias individuales y por la educación de ¨anormales¨. Hablan de casos y niveles y expresan su preocupación por la educación de las mujeres. Comenius (1592-1670) insiste en que se debe educar tanto a niñas como a niños obligatoriamente y hasta los 12 años, y defiende el papel de la madre como primera educadora, además de señalar las ventajas de enseñar en lengua materna en lugar del latín. Este pensador y pedagogo considera que ¨la mujer tiene una mente ágil y apta para comprender la sabiduría como nosotros y, a menudo, más que nosotros¨. También defiende la escolarización de niños débiles o deficientes considerando que ¨merecen más atención y cuidado que los que no tienen problemas¨.
Será, entonces, a partir del siglo XVII, cuando comience reconocerse la infancia como una etapa con sus propias características y cualidades aunque deberán pasar muchos más para considerarla como en la actualidad.
Jan Steen (1626-1679) pintor holandés nacido en Leiden, a diferencia de su contemporáneo Rembrandt, que se dedica a temas históricos, mitológicos y a retratar a la alta sociedad, pinta la vida cotidiana del pueblo, en tiempos en que las Provincias Unidas de los Países Bajos independizados de España (1648) se transforman en potencia económica y cultural de Europa. (Además de la intensa actividad mercantil existe una amplia tolerancia religiosa que habilita la residencia de pensadores, científicos e ilustres exiliados).
¨La escuela del pueblo¨ (1670) óleo sobre lienzo de 83 cm x 109 cm nos muestra una instantánea de un día en la vida de la escuela dónde se aplican nuevos métodos pedagógicos que propugnan la enseñanza estatal y colectiva de niños y niñas, de distintas edades y clases sociales y aún de diferentes capacidades.
Dos maestros se encuentran a cargo de un aula (muy probablemente un matrimonio y en su propia casa). La maestra se ve atendiendo a uno de los alumnos, mientras que su colega, exhausto, parece ajeno a todo lo que está sucediendo. Es más, ni siquiera echa mano a la palmeta, elemento de castigo, presente en todos los cuadros de Steen dedicados al tema (véase ¨El maestro de escuela¨). El desorden que hay en el aula parece decirnos que van ya varias horas de clase. Los alumnos están tan cansados como el maestro. Los más pequeños aparecen en primer plano y uno de ellos se ha dormido en el suelo. Otro, juega al lado de una silla. En un segundo plano y cerca de la puerta vemos un muchacho parado sobre una de las mesas en que la mayor parte de sus pares lee y escribe. Contra las paredes se ven los colgaderos de hojas para secar la tinta.
La pintura se halla en la Galería Nacional de Escocia, Edimburgo. Puede verse en todo detalle y colorido en distintas páginas de la web.-