Investigadores del CONICET en La Plata describieron dos marcadores que permiten al principal vector de Chagas evadir el efecto de los insecticidas. El hallazgo permitirá el “manejo de la resistencia” y la planificación de rociado con otros compuestos no resistentes.
Sebastián Alonso (Agencia CTyS) – Causalidad y casualidad. Términos que rozan la homonimia pero que, paradójicamente, funcionan como opuestos. Al parecer, la consideración de uno anula al otro y sin embargo, la historia de la evolución de las especies demostró como estos dos principios, a priori enfrentados, pueden estar entrelazados y funcionar juntos, por ejemplo, en el fenómeno de la adaptación al medio.
Esa conjunción entre el azar y la propia selección natural, aquella clásica teoría darwinista, es la que permitió al insecto conocido como vinchuca (Triatoma infestans) realizar dos mutaciones genéticas. Se trata del principal transmisor del parásito que causa el Chagas (Trypanosoma cruzi), enfermedad de la que en Argentina se encuentran infectadas alrededor de 1.500.000 personas.
Estos cambios en sus genes, que las volvieron más resistentes a los insecticidas convencionales, fueron identificados por un grupo de científicos del CONICET en La Plata a partir de estudios en poblaciones de Chaco y Salta.
“En una población de vinchuca o cualquier otra, los individuos no son idénticos, hay diferencias, que hacen a algunos más apropiados para sobrevivir”, explica en diálogo con la Agencia CTyS la directora del equipo, Sheila Ons, Doctora en Neurociencias e investigadora adjunta del CONICET en el Centro Regional de Estudios Genómicos (CREG, UNLP).
Los insectos que contienen genes de las dos variables descriptas mutaron en el canal de sodio, una proteína alojada en las neuronas de las especies, que es el blanco(o target) de algunos insecticidas. “La mutación de Salta se llama L1014F, y la de Chaco se llama L925I. (Los nombres quieren decir que hay un cambio de L por F en la posición 1014, o de L por I en la posición 925)”, detalla la investigadora.
La valía del hallazgo radica en que se pueda evitar que la resistencia al insecticida se fije en una determinada población o se expanda y, de esta forma, intentar implementar una planificación racional de las campañas de rociado y decidir, en cada lugar y en cada momento, con que compuesto es preferible rociar a partir de estrategias que la Doctora define “de manejo de resistencia”.
Frente a especies inmunes, a través de su identificación, se puede reelaborar la táctica para enfrentarlas. A eso alude Ons al aclarar que, cuando ya se sabe que una población es resistente, no tiene sentido seguir rociando con la misma sustancia; los marcadores que encontraron permiten saber de antemano cuando una población tiene individuos que resisten, para así poder rociar con otra cosa y volver a piretroides una vez que ese problema se haya subsanado
Los piretroides son moléculas con actividad insecticida utilizadas para combatir a las poblaciones de T. infestans, actuando sobre el canal de sodio, el cual incurrió en la mutación. Según la Doctora: “los insectos más adaptados tendrán más descendencia, a la que transmitirán los genes de esa mutación azarosa, que no sería posible sin la presión de selección ocurrida con el insecticida”.
El principal problema, concluye Ons, es que esas mutaciones aparezcan espontáneamente en otras regiones, lo cual no se puede contener; lo que sí se puede hacer es, planificando las campañas de rociado con los compuestos indicados, intentar que eso no se fije y que esa resistencia tarde “lo más posible” en aparecer.
El Ministerio de Salud de la Nación establece en su página Web que en Argentina habría 7.300.000 personas expuestas a la enfermedad y más de 300.000 afectadas por cardiopatías de origen chagásico. Además, se estima que cada año nacen 1.300 niños infectados por transmisión congénita, lo que genera una mayor preocupación sanitaria.
Fecha de Publicación: 2015-07-03
Fuente: Agencia CTyS