Escribe Cristina Moscato
Entre los años 1348 y 1345 Giovanni Boccaccio, literato italiano, escribe su obra cumbre: el Decamerón. En ella, diez protagonistas, refugiados de la epidemia de peste bubónica en las afueras de Florencia, pasan el tiempo relatando historias. Cada día, uno de estos personajes, siete mujeres y tres muchachos, tiene la tarea de organizar las narraciones así como de exponer el tema sobre las que ellas han de versar: amor, erotismo, fortuna, celos, etc.
De este modo, cada miembro del grupo aporta una historia, cuento o novela, a cada una de las diez jornadas que permanecen juntos (lapso del que deriva el nombre de la obra), hasta reunir las cien que componen el libro.
Durante el quinto día que pasan en la villa, será Filomena a través de la narración conocida como ¨El infierno de los amantes crueles¨ (octava novela), la que nos cuente la historia de Nastagio degli Onesti, un joven noble y rico de Rávena, que despreciado por la bella hija de Paolo Traverseri , de la que está perdidamente enamorado, se ha retirado a un bosque en las afueras de la ciudad. Allí, mientras camina en soledad y piensa en ella, es sorprendido por una estremecedora visión: una bellísima mujer desnuda, despeinada y toda arañada, al grito de piedad huye de un jinete y dos feroces mastines. Valientemente, Nastagio , se interpone entre la pareja, pero desiste cuando el perseguidor le explica que él es un fantasma, un joven de Rávena muerto de desesperación años atrás, por los desdenes de la mujer que lo ha perseguido hasta el infierno:
¨Y cuando ella descendió allí –dice el perseguidor- tanto a ella como a mí se nos impuso por castigo a ella huir delante de mí y, a mí, que la amé tanto, perseguirla como a mortal enemigo, no como a señora amada; y cuantas veces la alcanzo, otras tantas con este estoque con el que me di muerte, le doy muerte a ella y la abro por la espalda, y ese corazón duro y frío en donde jamás pudieron entrar ni amor ni piedad, junto con el resto de sus entrañas, como tú inmediatamente verás, se las saco y se las doy a comer a los perros. Y no pasa mucho tiempo hasta que ella según quiere la justicia y el poder de Dios, revive como si no hubiese estado muerta y comienza de nuevo la dolorosa fuga, y los perros y yo a perseguirla. Y sucede que cada viernes, hacia esta hora, la alcanzo aquí y aquí hago la matanza que verás; y los demás días no creas que reposamos sino que la alcanzo en otros lugares y habiéndome de amante convertido en su enemigo, debo seguirla tantos años como meses ella fue cruel conmigo¨.
Nastagio cree que esta aparición puede serle útil y la utiliza en su provecho. El viernes siguiente convoca a un banquete en el bosque a su orgullosa amada (no sin rogar), a su familia y a miembros de la ciudad. Ante la visión del horroroso espectáculo de los ¨aparecidos¨, la muchacha se convence de que debe ceder a los requerimientos de su enamorado. El suceso sirve también de aleccionamiento al resto de las jóvenes de Rávena que, en adelante, se proponen ser más solícitas y consideradas con sus pretendientes.
En el año 1483, Sandro Botticelli, por encargo para una boda, plasma la extraordinaria historia en tres lienzos de 83 cm x 138 cm. Los mismos son concebidos como spalliera o paneles que puestos en las paredes de las casa florentinas tenían no solo un propósito ornamental (con el consecuente contenido moralizador), sino también el de mantener las habitaciones templadas.
En el primer episodio, Nastagio (pantalón rojo, casaca azul) aparece representado tres veces: en el campamento, cabizbajo paseando por el bosque y luchando contra los perros que atacan a la mujer. A la derecha vemos al jinete. La violencia del primer plano contrasta con el sereno paisaje del fondo que evoca a la ciudad de Rávena.
En el segundo episodio Nastagio retrocede lleno de horror: la mujer yace sin vida y el caballero le hace un tajo en la espalda para quitarle el corazón y las entrañas que arroja a los perros (derecha). Delante del delicado paisaje del fondo vuelve a repetirse la fantasmal persecución.
En el tercer episodio tiene lugar el banquete. Las mujeres sentadas a una mesa, los hombres a otra, observan la aparición de los fantasmas llenos de horror. Nastagio aparece aquí en dos ocasiones: hacia la izquierda, con los brazos abiertos, de cara a las mujeres, entre las que está su amada, y en el lateral derecho hablando con la criada. Ella le cuenta que la joven hija de Traverseri, ha accedido a sus deseos. Los escudos de la familia de los consortes Bini y Pucci, obsequiados con los paneles, aparecen flanqueando al de los Medici.
Es de observar que la crítica otorga el diseño general de la obra y la ejecución de alguna figura a Boticcelli, destacando la participación en la pintura de los ayudantes de su taller. Las tres primeras escenas se hallan en el Museo del Prado. Un cuarto panel, la celebración de la boda, pertenece a la colección privada del Palacio Pucci,( Florencia) familia que encargó la obra.
La secuencia de estas pinturas puede verse en todo su esplendor en distintas páginas de la web.