Hay gobiernos de derecha que realizan buenas gestiones y también de izquierda que hacen buenos gobiernos. Nada garantiza que la orientación política de un presidente o primer ministro baste por si sola para realizar una buena gestión en favor de su pueblo.
El caso de Venezuela y de Maduro es sin embargo paradigmático, dado que ha entrado en un proceso de hiperinflación, escasez de alimentos y represión a las protestas populares con 150 muertos en el 2017. Muchos pensaban que no terminaría el año y que el gobierno caería, pero en este caso parece que siempre se puede estar un poco peor.
En la década del 70 del siglo pasado, bajo la presidencia de Andrés Pérez y el mundo muy necesitado de petróleo, este país caribeño tenía el PBI per cápita más alto de Latinoamérica, hoy en día es uno de los más bajos. El PBI se contrajo 14% en el 2017 y acumula un retroceso del 35% en 4 años, una cifra inédita para un país que no está en guerra. En los últimos 18 años han emigrado del país más de 2 millones de venezolanos, principalmente a Colombia pero últimamente a toda Latinoamérica. En un principio los emigrantes pertenecían a la clase alta y media alta pero últimamente son de clase media media y media baja. En los últimos tiempos en Buenos Aires he tenido oportunidad de escuchar las historias de algunos venezolanos que han salido para llegar a Buenos Aires luego de 10 o 12 días de viaje por tierra, cruzando todo Brasil, vía Manaos. Hace pocos días leí en el diario La Nación la historia de una venezolana joven y embarazada de varios meses que realizó este largo camino en ómnibus para que su hijo naciera en un país con más esperanza de desarrollo económico y social.
En el mes de noviembre del año pasado por primera vez Venezuela alcanzó niveles de inflación de más del 50% mensual y el FMI proyecta una tasa de inflación anual del 2.400% en el 2018. Con estas tasas de inflación la economía es totalmente inviable y de esto conocemos los argentinos.
Esta última Navidad ha sido la más triste de la historia venezolana ya que en dicho país existía la costumbre para estas fiestas de comer un pernil de cerdo. Debido a la crisis económica en las bolsas de comida que reparte el gobierno no fue incluido este año este preciado producto. Este es un mecanismo de distribución de comida subvencionada, la versión moderna de la libreta cubana de racionamiento. Maduro le echó la culpa a Portugal y a EE.UU. por la falta de pernil y la crisis económica. Altos funcionarios del gobierno de Portugal desmintieron a Maduro, diciendo que en el 2017 dicho país no exportó pernil de cerdo ni a Venezuela ni a otro destino.
El sistema de control de cambio y precios atribuye al estado bolivariano el monopolio de los dólares obligando a empresarios a acudir al mercado negro, donde el billete verde norteamericano se cotiza por encima de los 100.000 bolívares. El dólar preferencial del gobierno manejado con absoluta arbitrariedad equivale a 10 bolívares. Los impagos de la deuda externa dificultan también la importación. Las empresas portuguesas vendedoras de alimentos afirman que Venezuela les adeuda 40 millones de euros desde hace más de un año. Se trata de un caso similar a lo que sucedió con la Cooperativa Sancor en que el gobierno venezolano demoró durante largos períodos el pago de la leche en polvo importada, contribuyendo así a su caída.
Esta maravilla de régimen y su Comandante Chávez, era muy admirado por Néstor y Cristina. A él le debemos el traslado de la estatua de Cristóbal Colón cuando durante una visita a nuestro país le dijo a Cristina “cómo tienes a este genocida en este lugar”. Ella prontamente aceptó su sugerencia y desmanteló la estatua.
Eduardo Gallo Llorente
5 de Enero de 2018