Por Héctor José Iaconis.
El retrato que hoy publicamos corresponde a un personaje muy singular de la historia nuevejuliense. Su peculiaridad no solamente remite a los atributos personales que tuvo, sino, sobre todo, a las circunstancias en que lo vieron envuelto.
Se trata de un retrato de estudio, frontal delantero, de tres cuartos. En este escorzo, pueden apreciarse tres de la cuatro partes del rostro del personajes. Realizada con luz de flash artificial, la misma converge frontalmente, dejando en un plano de sombra los rasgos más lejanos de la cara que se perfilan en el fondo.
El ejemplar del cual nos valemos es una impresión tipográfica directa sobra papel realizada en 1910. Es, desde luego, una imagen de fotograbado.
La técnica de fotograbado, que se había popularizado hacia 1880, consistía en la utilización de una matriz metálica elaborada fotográficamente, la cual permitía a la impresión con tintas, a través de un sistema de impresión en relieve. El líneas generales, para la obtención de la matriz o cliché de fotograbado, el proceso técnico consistía en transferir una imagen en negativo fotocopiada sobre una plancha de zinc. Al ser atacada la misma con ácido, se lograba una imagen en relieve.
«UN HOMBRE PACIFICO»
Gregorio Illescas o Yllescas, según la grafía que se emplee, aunque resultaría ser más aceptable la segunda, fue definido por el Buenaventura Vita, como «un hombre pacífico, buen criollo y buen vecino», que se caracterizaba en la sociedad nuevejuliense del siglo XIX por su predisposición para cooperar abiertamente en las instituciones del lugar como en cualquier otro acto en que se lo requiriese.
Había nacido en Lobos el 12 de marzo de 1873, hijo de Illescas y Rosario Romero. En aquella localidad también fue bautizado, el 3 de abril del mismo año. En rigor, sus padres tenían domicilio en 25 de Mayo, aunque su vínculo con la primera eran estrictamente familiares, pues allí residía su abuelo Cosme Romero y parte de la familia de su madre.
Gregorio, junto a su hermano Fructuoso, cinco años mayor, se radicaron siendo jóvenes en el Partido de 9 de Julio para dedicarse a las tareas agropecuarias.
Gregorio y Fructuoso Illescas comenzaron a militar políticamente en 1895, en las filas del viejo Partido Autonomista, encolumnados tras la figura del caudillo Nicolás L. Robbio, bajo la denominación de «Unión Local». También, un par de años más tarde, fue socio fundador de la Sociedad Rural de 9 de Julio.
EL DON DE LA «BILOCACION»
En la sociedad nueveju-liense de comienzos del siglo XX muchos conocían en sentido de la honorabilidad que solía demostrar Gregorio Illescas. Aunque pocas personas han sabido, y sin dudas el propio Illescas también lo ignoraba, que poseía el don de la bilocación; es decir, la posibilidad de poder estar en dos lugares distintos al mismo tiempo.
Buenaventura Vita, el primer historiador de 9 de Julio, se encargó de redactar en 1938, una crónica del curioso suceso y, a través de las fuentes, hemos podido hallar la información que confirma sus dichos.
El que le cupo protagonizar a Illescas es un hecho que deja a las claras que, desde tiempos muy lejanos, se ha buscado realizar estratagemas para conseguir determinados réditos en la función pública. En 1906, Gregorio Illescas ocupaba una banca en el Concejo Deliberante de 9 de Julio, cuando decidió emprender un viaje de paseo por Europa. En este sentido, el testimonio de Vita es fundante, pues él se encontraba entre quienes acompañaron a Illescas en parte de su travesía, junto con Santiago Luchini, entre otros.
En la sesión del Concejo Deliberante del 7 de julio de ese año, Illescas solicitó «se le acuerde permiso para faltar a las sesiones del año o hasta tanto dure su ausencia del país, pues piensa emprender viaje a Europa». En efecto, la licencia le fue acordada y en julio partió a Italia, desembarcando en el puerto de Génova.
«Cumpliendo su adorado programa -narra Vita- de paseo, se trasladó inmediatamente a París… Allí, siguiendo sus inclinaciones de ‘clubman noctámbulo’, durante su estada, conoció y frecuentó el barrio de Montmartre y bulevares parisinos (sic), los famosos cabarets, entre los que sobresalía el archinombrado Moulín Rouge».
Luego de recorrer Francia retornó a Italia, donde se encontró con Luchini y con Vita, con quienes partió en noviembre del mismo, también desde el puerto de Génova para desembarcar en Buenos Aires veinte días más tarde.
Lo curioso de esto es que, aunque el edil había pedido su licencia al Concejo, tal como quedó registrado en una de las actas, participó de cuatro sesiones celebradas en 9 de Julio mientras él se hallaba en Europa. Todo quedaría en un simple desliz del secretario del Concejo, que anotó el nombre de Illescas para alcanzar el quórum necesario, de no haber sido porque en la sesión del 9 de septiembre de 1906, el referido concejal -que se hallaba entre París y el norte de Italia- intervino con su voz, refiriendo sobre la labor realizada por una comisión que, claro está, ni siquiera había integrado.
Diez días más tarde, según lo expresan las actas del Concejo Deliberante, Illescas que aún viajaba por el Viejo Mundo, no solamente estaba presente en la sesión, sino que también prestaba su beneplácito para integrar una nueva comisión interna en ese Cuerpo.
Lo más contradictorio aparece en el acta de una sesión posterior, la del 27 de noviembre del mismo año (seis días después del arribo de Illescas), donde dice: «…habiendo llegado de su viaje por Europa el Señor Municipal Gregorio Illescas, procédase a su incorporación… De acuerdo todos los Señores Municipales y encontrándose en antesalas el Señor Illescas fue nuevamente incorporado».
Como se ve, las «mañas» insanas en el ejercicio deshonesto de la función pública tiene antecedentes bastante remotos.