Los hábitos para comer frente a la pantalla siempre son malos, y más aún si lo que se ve es algo que da nervios y ansiedad. Los partidos de fútbol, y este Mundial que se celebra en Rusia no es la excepción. A lo largo de este mes, el sillón, el alcohol, la picada y las facturas le van a ganar por goleada a la alimentación saludable y el ejercicio físico.
En nuestro país se considera al fútbol como un acto social. Las estadísticas indican que el 90 % de quienes siguen este torneo lo hacen acompañados (ya sea por la familia o amigos) y el 70% prefiere ver los partidos en una casa. Y la comida del sillón no suele ser casera; más aún cuando los ojos no están puestos en el plato, sino en la pantalla. En estos casos, todo lo que sea picoteo (snacks) o se preste a ser comido con la mano (pizza, empanadas, sandwiches) tiene más probabilidades de triunfar que algo más saludable. Incluso si preparamos algo casero, será estilo «fast food´´. Cuando hay partido, la comida es un accesorio al que no se le presta demasiada atención. Solo se le exige que esté rica y sabrosa; es decir, que tenga cantidades generosas de grasas y azúcar o de grasas y sal.
Las personas somos proclives a elegir alimentos de alta densidad energética, es decir, alimentos que en poco peso concentren gran cantidad de energía. Resultan gratificantes, más ricos y da más placer. Al cerebro le encantan los alimentos poco sanos y, cuando se consumen, no solo recompensan haciéndote sentir bien, sino que también envían señales para que sigas comiendo de eso que está tan rico, más allá del hambre que puedas tener en ese momento. Por esta razón, y también porque muchos alimentos procesados contienen potenciadores del sabor, como el glutamato monosódico, es prácticamente imposible comer poco o sólo una sola porción.
Este campeonato del mundo está patrocinado por una marca de gaseosa, una de comida rápida y una de cerveza, que incluso ha conseguido cambiar la legislación de los países donde se celebra el torneo para permitir la venta de bebidas alcohólicas dentro de los estadios. Sucedió en el Mundial de Brasil, en 2014, y ha vuelto a ocurrir ahora.
A juzgar por los estudios, nuestras elecciones alimentarias van de la mano de esa publicidad. Sin embargo, los espectadores no imitan todo lo que ven. Por ejemplo, un jugador de fútbol recorre, en promedio, unos 10 kilómetros por partido, mientras que el público, en casa, no recorre nada. El sedentarismo, la mala alimentación y el consumo excesivo de alcohol son, junto al tabaquismo, los principales factores de riesgo de sufrir enfermedades muy serias, como las cardiovasculares, la diabetes o el cáncer.
La paradoja del Mundial es precisamente esa: el deporte se queda en la televisión, mientras que las calorías se expanden en el sofá. Pero no todo está perdido. Una manera práctica de remontar el partido es imitar más a los futbolistas y menos a los anuncios. Caminar más y comer mejor. Picar menos y reducir las horas que pasamos sentados en casa. Los jugadores, además del ejercicio físico durante el juego, entrenan durante toda la semana. Son deportistas de élite y, como tales, tienen un estilo de vida activo. También cuidan su alimentación. La Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol, más conocida como FIFA, recoge unos cuantos consejos dietéticos para los jugadores. No hay snacks, pizzas o cervezas entre las recomendaciones. Por el contrario, se pone énfasis en llevar una alimentación variada que cubra las exigencias de energía y que esté basada en «alimentos ricos en nutrientes, tales como verduras, frutas, legumbres, cereales, carnes magras, pescados y lácteos descremados».
Sofía Villarrica
Lic. en nutrición
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