Para 1909 dos periódicos circulaban en la promisoria ciudad de 9 de Julio, «El Luchador» y «El Provenir».
El primero, «órgano del Partido Autonomista», defendía la posición del gobierno local y respondía a los ideales políticos de la clase gobernante. Fundado un trieño antes, tenía como director a Juan Gallupi di Cirela, un profesor de esgrima que en su Italia natal había ostentado título nobiliario.
«El Porvenir», por su parte, fundado el 2 de junio de 1895 se hallaba bajo la dirección del perspicaz publicista Benjamín Fernández, otrora fundador del comité local de la Unión Cívica Radical. De marcada tendencia liberar -entiéndase este término aplicado al liberalismo de la época- oponía con dureza a las autoridades municipales, al clero y a la enseñanza religiosa, en muchas ocasiones con ataques explícitos y personales.
Esta era la realidad, si así cabe expresarlo, en la que debió surgir «EL 9 DE JULIO», el otoñal sábado 15 de mayo de 1909.
La redacción, administración y talleres fueron instalados en un modesto edificio relativamente pequeño. El equipo impresor estaba compuesto por una pequeña minerva a pedal, marca «Diamant» (la misma, en la actualidad, se conserva expuesta en la sede del Diario), donde se estampaban las páginas que llegaban al lector dos veces por semana (miércoles y sábados).
El tamaño de sus páginas era, para entonces, y teniendo en cuenta los demás periódicos del lugar, una verdadera innovación. Las dimensiones eran de 35 por 26 centímetros, y la diagramación solía realizarse a tres columnas, de 7 centímetros cada una.
Al ingresar a la redacción instalada en aquel primitivo edificio, nadie podía dejar de experimentar una agradable sensación interior. Apenas se dejaban atrás la sobria puerta de acceso y el escaparate donde se exhibían las novedades, se divisaba inmediatamente una biblioteca pendiente, sobre una de las paredes laterales, sobre la cual formaban armoniosa fila una regular cantidad de gruesos volúmenes; y por encima de sus lomos era factible ver un sinnúmero de señaladotes que indicaban sitas y textos. Sobre una gran mesa trabajaban los redactores. Más atrás, el jefe de redacción impartía las principales directiva y corregía las pruebas de imprenta.
En el primer cuarto de 1911, el periódico se hallaba bajo la dirección de Valentín Pérez, y las instalación habían sido ubicadas en una vivienda de la calle Catamarca (hoy Ramón N. Poratti) al 579. Por entonces, también se hallaba a cargo de la hoja el fotógrafo Pérez (1887-1974), quien también trabajaba como fotógrafo en el estudio de Rafael Adobato y descollara más tarde en ese oficio en la localidad de América.
El 1º de enero de 1912, la imprenta pasó a manos de la firma comercial integrada por Mariano Caccialanza, Santiago de la Torre y José Schiaffino. En el último, debió ocupar la dirección, atrayendo hacia sí un cuerpo de redactores de basto prestigio. Entre aquellos cabe recordar a Francisco Camps, director, más tarde, de «Miniaturas» y «El Imparcial»; D. Fontanarrosa; Alfredo Pastorino; Pedro J. Molinari y Francisco De María. En la jefatura de la redacción se hallaba el joven maestro José G. García, quien con el devenir del tiempo se destacará en los ámbitos culturales de la sociedad nuevejuliense.
Por esta época comenzaban a editarse algunos suplementes especiales, con tipografía en color e ilustraciones también coloreadas en varios tonos.
En 1915, con motivo de la Exposición Universal de Filadelfia, en los Estados Unidos, fueron expuestos varios ejemplares del periódico. Con poco más de un lustro de existencia, mereció ser distinguido con un diploma y una medalla de honor.
A lo largo de la década de 1920, el periódico parece buscar una consolidación, de la mano de los directores Mariano H. Acosta y Salvador Gómez, respectivamente. Además de incrementarse el tamaño den el formato del papel, creció el número de artículos y colaboraciones, y los suscriptores pudieron gozar de los beneficios de un consultorio médico (atendido por el doctor Arturo Loruzzo) y asesoramiento jurídico.
El 28 de junio de 1928, se llevó a cabo en 9 de Julio un importante Congreso de la Prensa, al cual asistieron representantes de los medios gráficos más importantes de la Provincia de Buenos Aires. Allí ya se había concebido, entre los periodistas locales, la idea de crear una entidad que los nucleara.
Fue así que, por iniciativa de Miguel Navello y Ambrosio Martínez, fue fundado el Círculo de Periodistas de 9 de Julio, siendo el representante de EL 9 DE JULIO uno de los miembros de la junta directiva.
ARTURO Y JOSE MARIA DE LA PLAZA
En noviembre de 1929, Arturo de la Plaza adquirió el fondo editorial de EL 9 DE JULIO, así como las instalaciones ya trasladadas a un local de la avenida Vedia, luego de haber pasado por uno de la calle San Luis. Como el propietario no poseía experiencia en la actividad periodística, confió la dirección a su hermano José María, quien ya había dirigido dos pequeñas tiradas «La Hoja del Pueblo» y «El Heraldo».
En abril de 1930 el periódico fue trasladado a un edificio más amplio, también en la avenida Vedia, y donde hubo funcionado por espacio de siete décadas.
Por este tiempo, pudo ser clara la ideología imperante en el medio de prensa y, fundamentalmente, impuesta por sus directivos. Al extremo de ser llevados al componedor algunas polémicas, innecesaria controversia, con el director del periódico «El Gráfico».
ANTONIO Y ALBERTO AITA
El febrero de 1935, los hermanos Antonio y Alberto Aita adquirieron la empresa. Antonio ya trabajaba desde hacía más de diez años como tipógrafo; mientras que Alberto «Reca» (nacido en 1917), se había incorporado al establecimiento en 1933 después de haber trabajado en la imprenta de «El Porvenir», de Juan, Vicente y Teófilo Galluppi.
La dirección le fue confiada al reconocido escritor Juan Farías, y completaban el plantel Ismael Martínez y los hermanos Juan y Carlos Martíno. También, se hallaba integrado otro zagas periodista, Alfredo Mastrangioli, quien firmaba sus trabajos con el pseudónimo de «Higio Tranmas».
Fue Antonio Aita el director que permaneció por mayor período de tiempo al frente de EL 9 DE JULIO. Asumió en 1943, luego de un breve interinato directorial de Pascual Aiello. Su hermano, Alberto, a partir de entonces comenzó a ocuparte de la administración, además de la tarea en el taller.
A partir de 1943 algunos medios de prensa del país comenzaron a ser objeto de la cesura. Para el año siguiente, la clausura de los periódicos, de portura crítica para con el gobierno de turno, se hizo evidente.
Frente a ello, EL 9 DE JULIO debió realizar un «alto en el camino». El sábado 4 de marzo de 1944, un ejemplar con las mismas características, diseño y secciones que conformaban habitualmente EL 9 DE JULIO salió a la calle, pero con la denominación de «Voz Nuevejuliense». Lo que se deseaba, frente a la situación imperante, era presentar a esta como una nueva publicación, pues, comenzaba a numerarse desde el 1.
En agosto de 1950, EL 9 DE JULIO, publicó una nota relacionada con la prisión que debía soportar el dirigente de la Unión Cívica Radial, doctor Ricardo Balbín. En consecuencia, la administración local de Correos -reproduciendo una actitud del Ministerio de Comunicaciones- resolvió la no distribución del periódico.
Esta situación, de breve duración pero considerable, fue planteada por el diputado Juan M. Casella Piñero, en la 11ª Sesión Ordinaria de la Legislatura bonaerense, del 22 de agosto de ese año(6).
En junio de 1955, el director Aita junto con varios vecinos debió soportar la privación de su libertad. Y a los quince días de haber sido liberado de su arresto, EL 9 DE JULIO fue objeto de la clausura.
En septiembre de ese año, al estallar la Revolución Libertadora, el periódico se encontraba clausurado. Los tipógrafos debieron sortear la tapia posterior para ingresar al edificio y preparar la edición… Un titular, con grandes tipos, aplaudía jubilosamente: «Cayó el tirano».
NUEVOS TIEMPOS
Un año más tarde, en 1956, comenzó a publicarse diariamente, con un tamaño de 50 x 35 cm.
En 1966, se producía una importante tirada diaria, con una plana automática, modelo 1956. El personal, además de los tipógrafos, estaba formado por un fotógrafo, un diagramador, y tres redactores.
Desde enero de 1980, su formado es «tabloide», incrementándose en número de páginas, impresas -desde entonces- con el sistema offsett.
En septiembre de 1995, como consecuencia del fallecimiento de Antonio Aita, asumió la dirección, su hermano Alberto, incorporándose la docente Estela Rosa Manfredi Aita, sobrina de ambos.
Poco menos de un lustro más tarde, el 15 de noviembre de 2000, Estela R. Mandrefi Aita asumió la dirección del Diario «El 9 de Julio».
A partir de entonces, habrá de concretarse en el tradicional Diario, una importante trasformación. Desde los estilos de diagramación gráficas, buscando los medios más avanzados, hasta la impresión gráfica, procurando la mejor calidad.
Desde entonces, se iniciaron las gestiones en favor de trasladar la dirección, administración, expedición, talles y Archivo, a un edificio más amplio y moderno. Lo primero, fue reasentar la planta de impresión, la que comenzó a funcionar -en las nuevas instalaciones- el 18 de diciembre de ese año.
Ya el 29 de diciembre de 2000, «El 9 de Julio» funcionaba a pleno en el confortable edificio -de la esquina de Avda. Vedia y Sarmiento-, que habría de ser inaugurado oficialmente el 15 de mayo de 2001. En octubre del mismo fue implementado otro servicio a los lectores: la posibilidad de recibir una edición vespertina los días sábados.
LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTORICOS
También, esta casa ha sido el ámbito propicio para que comenzara a revalorizarse el patrimonio histórico de la comunidad, por entónces un tanto olvidado. En 2001 comenzaron a dictarse los cursos de «Historia de 9 de Julio», que en principio estuvieron a cargo de personal del mismo Diario y eran ofrecidos en las instalaciones del Archivo de Publicaciones Periodísticas.
En diciembre de 2001, cuando concluyó el primer curso de Historia de Nueve de Julio: Siglo XIX», una de las principales inquietudes de los asistentes, fue la conformación de un grupo de trabajo, relacionado con el estudio y difusión del conocimiento histórico. En consecuencia, el sábado 9 de marzo ppdo. fue fundada la JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE NUEVE DE JULIO, que tiene como principal propósito abordar interdisciplinariamente, la Historia de 9 de Julio, constituyendo su domicilio en el mismo Archivo.
Los miembros titulares, presentes en la reunión fundacional, fueron: Marta Rongvause de Bai; Graciela Fernández, secretaria de Gobierno de la Municipalidad; Roberto Tarantino, director de la Revista ALAS; profesor José Raúl Zabala; doctor Guillermo Labandeyra, secretario Legal y Técnico del Municipio; profesor Edgardo López; Carlos Tabbita, artista plástico y ensayista; Luis Belloni, profesor Roberto Castro; Francisco Pastor; profesora Gloria Tapia ; Marta Lliteras; profesora Mónica Fusetti; licenciada Graciela Orbea; profesora Graciela Chanquet; Tulio Amerio, investigador; Néstor Gutiérrez y Héctor Iaconis, del Archivo de Publicaciones Periodísticas “Esc. Ricardo Germán López”. Además, estuvieron ausentes con aviso: doctor Oscar Ormaechea, intendente municipal; profesora Lilian de Girardi; Laura Marcantoni, José María de la Plaza; profesor Rubén Marrafino y Jorge de la Plaza.
Hoy la Junta de Estudios Históricos de 9 de Julio tiene sede en este Diario y continúa activamente su labor.