Por Héctor José Iaconis.
Si bien el Centenario de la Declaración de la Independencia, en 1916, fue celebrado en todo el país, su dimensión estuvo muy lejos de la majestuosidad que alcanzaron los festejos del Centenario de Mayo, seis años antes.
En la ciudad de 9 de Julio, haciendo honor al feliz patrocinio de ostentar el nombre de la histórica fecha patria, una comisión especial de vecinos se constituyó con la finalidad de concebir un programa de festejos acorde a la conmemoración. Durante tres días, 8, 9 y 10 de julio de 1916, la comunidad de 9 de Julio celebró el Centenario de la Declaración de la Independencia.
AQUELLA CIUDAD
Quizá algún lector se pregunte, ¿qué características tenía la ciudad de 9 de Julio en 1916? Responder a esa inquietud bien merecería un prolongado ensayo que analice diferentes factores del contexto histórico. No obstante, un contemporáneo podría ayudarnos, gracias a su crónica periodística, a formarnos la idea -al menos ligeramente- que un viajero podía hacerse de esta ciudad hace una centuria.
En 1916, la revista “P.B.T.” envió un reportero para visitar la ciudad. A su regreso, describió a 9 de Julio como “una de las ciudades de la línea del oeste que más llama la atención, sea por su rápido desarrollo, sea por su progreso comercial y edilicio”.
“Las calles –añade el cronista- son anchas, arenosas, con excelentes veredas de piedra o mosaico, con buenas arboledas que las bordean. El alumbrado eléctrico es de primer orden y muchas calles bonaerenses quisieran estar alumbradas como las de Nueve de Julio. Tiene una iglesia de estilo indefinido, pero que aspira a gótico, una amplia casa municipal, un soberbio parque de dos manzanas de superficie, tres bancos, dos clubes, un hipódromo subvencionado por el Jockey Club de Buenos Aires, un teatro pasable; dos hospitales, siendo notable el Hospital Caridad [se refiere al Hospital de los Pobres] -que consta de cuatro pabellones y varias dependencias-; una usina eléctrica, otra de aguas corrientes, escuela normal popular, muchas casas de comercio, muchos establecimientos ganaderos, agrícolas, etc.”.
“Nueve de Julio –prosigue- es eminentemente sociable. Así lo atestiguan las innumerables reuniones del Club Hípico, del hipódromo, de los salones municipales, las tardes del parque [se refiere a la Plaza “General Belgrano”], los ‘pic-nics’ y las fiestas particulares. Sus habitantes son cultos –hay seis periódicos y una revista-; las damas visten de última moda, hasta con excesivo lujo, cosa extraña en una ciudad provinciana, lo que hace resaltar el encanto de sus bellezas”(1).
AQUEL 9 DE JULIO
Salvas y repliques de campanas saludaron al alba de aquel 9 de Julio que tuvo a la Plaza “General Belgrano” como ámbito propicio para la concentración popular.
Siguiendo una práctica de la época, en las primeras horas de la mañana, la Sociedad Protectora de los Pobres, distribuyó alimentos entre los más necesitados.
Luego de algunos actos protocolares menores, tales como presentar los saludos a las colectividades extranjeras, promediando la mañana, frente a la Escuela N° 1, fue descubierta una placa conmemorativa que aún se conserva. Allí, usó de la palabra el presidente de la Comisión de Festejos, el doctor Pablo Subirá.
En la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán (hoy, Iglesia Catedral), también fue descubierta una placa conmemorativa, en homenaje al clero que participó en el Cabildo de 1810, en la Asamblea del Año XIII y del Congreso de Tucumán. Diseñada por Piaggio, esta atractiva placa que aún puede admirarse, fue fundida por Constante Rossi, cuyo taller era vastamente conocido a comienzos del siglo XX. Sin dudas, para Rossi, la manufactura de esta placa debió constituir un favorable negocio, pues centenares de parroquias adquirieron un ejemplar de la misma(2).
Ese día, además de las actividades realizadas en la Plaza y del oficio del Te-Deum, también se organizaron actos en el Colegio Cavallari, en el Teatro Rossini y, por la noche, en el Salón de Recepciones de la Casa Municipal.
EL MONUMENTO QUE JAMÁS SE ERIGIÓ
El 10 de julio de 1916, prosiguiendo los eventos programados, fue colocada la piedra fundamental de un monumento que, en homenaje a la fecha patria, habría de erigirse en la Plaza “General Belgrano”. En esa ocasión correspondió al intendente municipal, Nicolás H. Robbio, dirigir su palabra a la concurrencia.
Diversas circunstancias echaron por tierra el proyecto del Monumento del Centenario de la Independencia. Algunos meses después, en abril de 1917, la intervención federal a la provincia de Buenos Aires puso fin a la prolongada gestión de Robbio, permitiendo el ascenso al poder a quienes eran sus adversarios políticos. Sus sucesores en el gobierno municipal lejos de propiciar la construcción del Monumento, la desestimaron.
LA OBRA MÁS IMPORTANTE
Hasta nuestros días llegan pocos vestigios de aquellas lejanas celebraciones, sucedidas hace 104 años. La artística iluminación “a giorno” en la Plaza “General Belgrano”, desapareció pronto; atrás quedaron, desde luego, menos tangible aún para nosotros, los espectáculos y reuniones puramente sociales y, en la calígine gris del pasado, se ha dispersado para siempre el recuerdo vivencial de esos días festivos del año 16.
Sin embargo, además de las dos placas conmemorativas citadas que, por fortuna, aún se encuentran en los lugares donde fueron colocadas, así como algunas de las fotografías capturadas en esas jornadas por Rafael Adobato(3), perdura la obra más importante de ese contexto: el “Museo Centenario de 1916”, hoy denominado Centro Cultural, Museo y Archivo Histórico “Julio de Vedia”.
Para la mayor parte de los vecinos nuevejulienses de 1916, la fundación del nuevo museo pasó casi inadvertida, opacada por el rimbombante resonar de las propuestas temporales que, como no podría ser de otra manera, fueron efímeras. Sin embargo, era el hecho más trascendente.
Merced a la iniciativa del edil Carlos Ortiz Costa, notario de profesión y de sólida formación intelectual, el 8 de julio de 1916, el Concejo Deliberante de 9 de Julio sancionó la ordenanza creando el “Museo Centenario de 1916”, que debía estar “relacionado preferentemente con todo lo que haya principalmente con atingencia a este Partido”(4).
Según la misma ordenanza, este Museo debía tener como finalidad la “guarda o depósito y conservación, según los casos, medios y formulas técnicas […] de todo producto intelectual, manual, natural, todo objeto de valor originario [sic] en la zona del Partido de 9 de Julio y de cualquier otro punto”.
Pocos meses después, el mentor del “Museo Centenario de 1916”, el escribano Ortiz Costa, inició el denominado “Libro 1° del Museo de la Municipalidad de Nueve de Julio…”, donde redactó un estupendo y acabado prólogo en el cual plasmó una declaración de principios y las expectativas que vislumbraba para con la incipiente institución museográfica.
NOTAS
(1) Revista “P.B.T.”, año XIII, n° 599, 9 de Julio, 20 de mayo de 1916.
(2) La Comisión de Festejos del Centenario de la Independencia entregó al cura párroco, José M. Arguelles, doscientos pesos para la adquisición de esa placa.
(3) Adobato envió los registros fotográficos de estos actos a varios semanarios de la ciudad de Buenos Aires. La revista “Fray Mocho” las reproduce en su edición del 21 de julio de 1916 (año V, n° 221).
(4) Archivo de la Secretaría Legal y Técnica de la Municipalidad de 9 de Julio, Libro de Ordenanzas N° 5, folio 59 [consultado el 17 de mayo de 1995].