Cuando la pandemia nos permita viajar, hay tres ciudades que deben estar lo más arriba de nuestra agenda.
Jamaica, crisol de culturas
Ubicada en el Caribe occidental, a unos 322 kilómetros de las costas de Florida, en los Estados Unidos, y fácilmente accesible a través de vuelos directos desde numerosos países, Jamaica es un destino vacacional ideal para visitar todo el año. Y pese a cierto rebrote, la isla tiene una mortalidad muy baja por casos de Covid, con una veintena de víctimas, lo que la convierte en seductora para el viajero en un escenario postvirus.
Un paraíso para los sibaritas y amantes de la gastronomía, Jamaica se compone de 14 divisiones llamadas parroquias: Kingston, Clarendon, Hanover, Manchester, Portland, Saint Andrew, Saint Ann, Saint Catherine, Saint Elizabeth, Saint James, Saint Mary, Saint Thomas, Trelawney y Westmoreland.
Jamaica, que es independiente del Reino Unido desde 1962, tiene playas con aguas cálidas y turquesas y una ciudad como Montego Bay, un importante puerto de cruceros con varios complejos hoteleros. Entre las playas populares se encuentran la playa Doctor’s Cave y la playa Walter Fletcher, hogar de un parque de atracciones.
Crisol de culturas procedentes del África, Asia y Europa, también se piensa en clave musical: en cada rincón suena a reggae y Bob Marley como su gran ícono. Los turistas pueden visitar los museos Marley y Peter Tosh y aprender sobre estos dos artistas del reggae: qué representaron, de dónde vinieron, el contexto político y cultural en los que se desenvolvieron, o su legado musical.
Ubicada en la costa oeste, la playa de Siete Millas es sin duda una de las mejores y más populares. Con las arenas blancas y brillantes aguas color turquesa, la animada ciudad de Negril se encuentra en un extremo de la playa y tiene decenas de bellísimos bares y restaurantes para disfrutar.
San Petersburgo, la perla europea
La segunda ciudad de Rusia es una ventana a Occidente. A diferencia de Moscú, es un lugar amigable para ser recorrido sin prisa. Conocida como la ciudad imperial por antonomasia., se construyó mirando a lo mejor de la arquitectura francesa, y como resultado uno se encuentra con el asombroso Palacio de Invierno, que transporta a los tiempos de los zares.
Capital del imperio ruso, en ella residieron los zares, que dejaron testimonio de su grandeza a través de las construcciones de palacios y edificios religiosos. Fundada por Pedro el Grande en 1703, con el objetivo de convertirla en la “ventana de Rusia hacia el mundo occidental”, a lo largo de la historia ha recibido diferentes nombres, como Petrogrado o Leningrado, en honor al líder revolucionario.
Entre canales, puentes, islas, palacios y refinada arquitectura, San Petersburgo es la más europea de las ciudades rusas, con palacios que sorprenden al turista por haber sobrevivido a 70 años de comunismo. Construida sobre el delta del Neva es ideal para caminar, conocer y disfrutar sin apuro.
Esta ciudad que sobrevivió 872 días al bloqueo nazi de 1941 y pagó esa defensa con 1,2 millones de muertos, es un lugar indispensable para los amantes de la historia y del arte, que pueden visitar el Museo Hermitage (reúne más de tres millones de piezas); y de la música, donde además de varias salas de conciertos, se puede disfrutar de la ópera en el histórico Mariinski o en el Mariinski II.
Los amantes de la literatura rusa pueden visitar la casa donde vivió Dostoievski, mientras que una joya arquitectónica, de “estilo ruso”, es la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada, una belleza de templo ortodoxo que es icono de la ciudad.
Marrakech, la “ciudad roja”
Entre las montañas del Atlas y el mar Atlántico, Marrakech es una ciudad tan exótica como misteriosa, que desde hace unos años se ha convertido en uno de los destinos más demandados.
La “ciudad roja”, llamada así por el color de sus edificaciones, sobre todo con la luz del atardecer, es una de las ciudades imperiales de Marruecos que en 2021 seguirá siendo tendencia. A pesar de que Rabat es la capital del país, Marrakech se ha convertido en una urbe moderna y densamente poblada.
Perderse por las calles hasta llegar a la Plaza de Jemaa el Fna, donde se concentra la vida social, y salir a conocer sus tranquilos alrededores donde se encuentran los Jardines de Menara, Majorelle o l’Agdal, son planes para todos los viajeros que llegan hasta este maravilloso lugar.
La sonoridad del lugar, la hospitalidad tradicional marroquí, la artesanía y la bella arquitectura siguen siendo argumentos para visitar la ciudad. Entre todas esas callejuelas que la rodean, que dan a un lado y a otro, existen numerosos restaurantes para descubrir la gastronomía local desde otro punto de vista.
Al sudeste se extiende el inmenso Sáhara, con sus dunas anaranjadas. Recorrer el desierto es una experiencia inolvidable que permite conocer la forma de vida de los beduinos. (DIB)