Una cantidad significativa de actividades, oficios y trabajos han sufrido modificaciones en su hacer o han perdido o mermado su vigencia.
Nuevas formas en las ofertas y demandas o el desarrollo de las tecnologías han contribuido a esos cambios. También nuevos usos y costumbres.
Esto ha obligado a la renovación de estilos, al replanteo o a la innovación en muchas labores. De todos modos como mi intención de memorioso consiste en recordar situaciones y caracteres de otros tiempos quiero ahora referirme a una profesión muy destacada y expandida en muchos años atrás que era la de los «viajantes». Algunos los llamaban «corredores»
Si bien todavía se mantiene en algunos rubros ya no muestra en cantidad la presencia de otros tiempos.
Era común escuchar a los comerciantes, cuando algo les faltaba, decir que lo iba a pedir al viajante cuando viniera o que el viajante le había dicho que por ahora no había tal o cual cosa.
Generalmente eran personajes bien atildados, simpáticos y capaces en su tarea de promover o vender productos de sus mandantes. Generalmente tenían zonas de actuación y, en algunos casos, con recorridos muy extensos por lo cual siempre estaban de viaje y de allí su nombre profesional.
Conocían muy bien a sus clientes y también las poblaciones en las que debían actuar. Algunos promovían productos con un bien sabido conocimiento de los detalles de calidad. Otros recorrían los comercios de las ciudades con una programada periodicidad para lo que se llamaba «levantar pedidos» o sea tomar nota de las necesidades, para luego remitirlas a alguna central de producción o distribución que era desde donde se hacían los envíos a los comercios.
Esas ventas eran de su interés producirlas ya que comúnmente tenían una comisión porcentual como parte de sus retribuciones, además de los rubros salariales fijos y de los viáticos para traslados y estadías.
Esas estadías hacían que conocieran muy bien la hotelería de las ciudades como también los mejores lugares para comer. En 9 de Julio se apreciaba mucho como destino ya que tenía uno de los mejores alojamientos de la zona cuando funcionaba a pleno el Hotel Plaza en la esquina de Yrigoyen y Bartolomé Mitre.
Era común ver reunidos a todos los viajantes que allí se alojaban mientras mantenían largas charlas en sus horas ociosas junto a las vidrieras del hotel. Las malas lenguas decían que muchas jóvenes alargaban el recorrido del famoso paseo para pasar frente al hotel y recibir los halagos de los que allí estaban.
Pero hay una característica especial para mejor señalar a estos profesionales del recorrido. Al provenir de distintos lugares, cuando se juntaban hacían un intercambio inagotable de cuentos, chistes y anécdotas ya que cada uno aportaba lo que tenía en su acervo o lo que era típico de su lugar de origen. Conocí a varios viajantes y puedo afirmar que eran los mejores contadores de cuentos y lo mismo dice el genial Landriscina al respecto.
Hoy, como ya dije, quedan pocos y con otras características. La computadora y otros medios hacen que los comerciantes tengan una forma de comunicarse con los proveedores en forma directa y hacer sus transacciones por medio de afinados métodos bancarios. Mi recuerdo en cambio se sitúa cuando en 9 de Julio tener teléfono era un privilegio, había solamente 999 números y no había capacidad instalada para ninguno más. Una comunicación a Buenos Aires demoraba unas seis horas y a veces muchos más. La correspondencia también era lenta y el único medio de transporte hacia la Capital era el tren. Por eso se multiplicaban quienes ejercían esta noble profesión. Eran otros tiempos.
EL MEMORIOSO