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Nueve de Julio
jueves, noviembre 21, 2024

Hace 150 años 9 de Julio tenía su primer servicio de alumbrado

Por Héctor José Iaconis.
En 1870 las autoridades municipales de entonces propiciaron algunas tareas para el embellecimiento de la Plaza “General Belgrano”. Eran, en aquel tiempo, relativamente pocos los solares que se encontraban poblados en torno a la plaza; la mayoría ocupados por construcciones de adobe, con techos de paja y escasas viviendas edificadas con ladrillos.
Sin dudas, dotar a la plaza de un mejoramiento estético contribuía a dar un aspecto más decente a la precaria postal urbana que formaban esos rancheríos.
Entre las iniciativas gestadas ese año se encontraba la construcción de la pirámide conmemorativa de la Revolución de la Mayo (réplica inexacta de la que se encuentra en la ciudad de Buenos Aires), en el centro del predio y la instalación de doce faroles a kerosén en el mismo sitio.
En efecto, hacia octubre de 1870, ya erigida la pirámide, estaban también instalados los faroles. Los mismos fueron adquiridos en la casa “Storni y Cía.”, por Melitón Ruiz, quien pagó por los mismos  la suma de 1800 pesos.
Al vecino Eduardo Bonvicini se le encargó la confección de los soportes de hierro para sostener los faroles, lo que significó una erogación de 384 pesos. Por su parte, Juan Ayarza proveyó en adelante las mechas para repuesto, encargo que alternaba con otros comerciantes del pueblo.

EL PRIMER FAROLERO
Roque Polito, a veces acompañado por su hermano Pascual, acometió la tarea de encender diariamente los faroles. Por ese trabajo se le fijó un arancel mensual que, en los primeros años, rondaba entre  120 y 200 pesos.

FAROLES A KEROSEN 
Con el correr de los años, paulatinamente, fue extendiéndose el radio del alumbrado público a kerosén. El 25 de noviembre de 1880 la Municipalidad resolvió la compra de nuevos faroles, cuya cantidad necesaria permita ubicar uno cada media cuadra,
El 3 de junio de 1887, el intendente Nicolás L. Robbio había suscribió un “contrato de alumbrado público a kerosén” con Bartolomé  Murchio, propietario de la Hojalatería “9 de Julio”, que existía frente a la plaza principal, en Independencia y Boulevard Buenos Aires (hoy Hipólito Yrigoyen y avenida San Martín, respectivamente). Para entonces, ya había en el pueblo 108 faroles, los cuales debían ser encendidos desde el atardecer hasta la medianoche.
El doctor Tomás West, en un informe del 10 de mayo de 1888, dirigido al Concejo Deliberante, informaba que había ordenado la instalación de otros 80 faroles, para aumentar la cobertura del alumbrado.
Para 1891 el alumbrado a kerosén estaba compuesto por 170 faroles. Un nuevo contrato de ese año había renovado la concesión a Murchio por el encendido y mantenimiento del servicio. Según una cláusula de ese convenio, los faroles  debían encenderse “desde la puesta del sol hasta las doce de la noche, en los meses de octubre a marzo inclusive y en los demás meses del año hasta la una de la mañana, […] cuatro días después de hecha la luna llena y dejarán de encenderse seis días después de hecha la luna nueva”.
Hace 150 años, la comunidad de 9 de Julio comenzaba a contar con el alumbrado público a combustible que se mantuvo vigente a lo largo de los tres decenios siguientes hasta que, la energía eléctrica, reemplazó la tenue llama del farol por las  potentes lámparas de arco voltaico.

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