El agua es un elemento fundamental en el organismo, y clave para la salud. Tanto es así que estamos compuesta de ella en un alto porcentaje: cerca del 70 % del peso de los niños, una proporción que va disminuyendo con los años. En la edad adulta esta cifra pasa al 60 %, aproximadamente. Dada la importancia del agua en el cuerpo, la carencia de ella afecta directamente a la salud. Aunque no nos demos cuenta, perdemos agua constantemente: para el funcionamiento de los órganos vitales, a través de saliva, transpiración, orina, heces, al realizar actividades cotidianas, trabajar, caminar… A medida que la vamos perdiendo, tanto las funciones orgánicas como la capacidad intelectual, van mermando de forma progresiva. Por eso es de vital importancia el consumo de agua en forma constante, a lo largo de todo el día.
Tomar suficiente cantidad es más que relevante, ya que el agua lubrica las articulaciones y los huesos, regula la temperatura corporal y la presión arterial, ayuda a la digestión, alimenta el cerebro y la médula espinal.
Pero los extremos no son buenos, e ingerir demasiada agua también puede causar problemas. Aunque es poco frecuente, hay personas que se sobrehidratan, con un deseo compulsivo de beber agua, conocido como potomanía (por encima de los 5 litros diarios). El exceso de agua en el cuerpo ocasiona que minerales esenciales como el potasio, el sodio y el magnesio, se diluyan más rápido de lo usual, provocando calambres, fatiga y lentitud en la ejecución de tareas cognitivas simples.
Cantidad de agua necesaria recomendada por edad:
De 2 a 3 años: 1,3 l/día.
Entre 4 y 8 años: 1,6 l/día.
Entre 9 y 13 años: niñas 1,9 l/día y niños 2,1 l/día.
A partir de 14 años: mujeres 2 l/día y hombres 2,5 l/día.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), estas recomendaciones son válidas en condiciones ambientales de temperatura y actividad física moderadas.
Estas cantidades deben aumentarse si se practica ejercicio intenso, si las temperaturas ambientales son muy altas o si se sufre alguna enfermedad que lo recomiende.
Para hidratarnos, y cumplir con la recomendaciones, podemos beber agua directamente y/o ingerirla a través de otras bebidas o alimentos. El 80% debería ser de agua, y un 20 % a través de los alimentos, especialmente sopas, caldos, frutas y verduras. Por ejemplo, el porcentaje de agua de algunos alimentos es:
Infusiones: 98 % de agua.
Yogures: 86 % de agua.
Frutas y verduras: 70-95 % de agua.
Cuando bebemos agua no la consumimos pura o destilada; contiene diferentes minerales que ayudan al correcto funcionamiento del organismo. Si durante unas semanas solo se bebe agua sin minerales, se empezarían a mostrar síntomas tales como fatiga, náuseas, dolor de cabeza, arritmias..
Consumir agua de manantiales o pozos no tratados (agua cruda) supone un riesgo importante para la salud. Toda agua destinada para consumo ha sido tratada y analizada para que cumpla los estándares necesarios. Sin estos análisis no podemos asegurar que el agua es potable y no presenta riesgos para la salud del consumidor. Pese a que las minerales naturales y de manantial no pasan por un proceso de desinfección, sí que sufren controles microbiológicos y tratamientos físicos reguladores. El agua cruda, al contrario, no sufre ningún análisis y, por lo tanto, puede estar llena de sustancias tóxicas como microorganismos patógenos, metales pesados o plaguicidas. Por muy clara que parezca, estos compuestos no son detectables a simple vista.
Sofía Villarrica
Lic. en nutrición
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