Por Héctor José Iaconis.
Desde mediados de la década de 1920 hasta entrada la década de 1970 la Villa Epecuén, hoy en ruinas, tuvo su esplendor turístico. Junto con la cercana ciudad de Carhué, a pocos más de siete kilómetros, constituyeron un punto turístico que, tempranamente, fue escogido por la sociedad porteña.
En ese despertar, en las décadas de 1920, 1930 y 1940, la Villa Epecuén fue elegida también por muchos vecinos de 9 de Julio que, en época estival, se dirigía a ese lugar para disfrutar de las propiedades de sus aguas termales. Bastaría con recorrer las páginas de los periódicos locales de esos decenios para advertir, en la sección de notas sociales, la cantidad de “Viajeros” que partían hacia aquel lugar turístico.
Resultaba entonces relativamente fácil llegar a Epecuén desde 9 de Julio. El Ferrocarril del Oeste tuvo, primero, un ramal hasta ese punto, de hecho una de sus estaciones era “Lago Epecuén”. Poco después, el Ferrocarril Midland de Buenos Aires, cuyo ramal unía Puente Alsina con Carhué, tenía estaciones cerca de esta ciudad, en las localidades de Dudignac, Morea, Santos Unzue y Corbett. Como una opción factible, se podía tomar el tren en Dudignac para llegar en unas cinco horas a Carhué. Desde allí, un corto viaje conducía a Epecuén.
La inauguración del primer balneario en la Villa, denominado “Balneario Termas Club Mar de Epecuén S.A.” se verificó en 1921. Enseguida fueron construidos los primeros hoteles y hacia 1927 fue instalado el “Balneario y Termas Minas Epecuén”, un monumental complejo hidrotermal conformado por una gran rambla con confitería flotante, baños termales y embarratorios, usina propia y hasta un laboratorio dedicado a la fabricación de productos medicinales derivados de la laguna.
“Minas de Epecuén” marcó un hito en la historia turística de la Villa, como también algunos famosos hoteles, que eran lugar de alojamiento de los turistas nuevejulienses que arribaban: uno de los más citados, el Gran Hotel “Las Delicias”.