Cada vez existen más evidencias científicas: la práctica regular de ejercicio físico resulta muy beneficiosa para la prevención de ciertos tipos de cáncer. Y no solo eso, sino que mover el cuerpo también ayuda a mejorar los efectos secundarios asociados a los tratamientos y a la enfermedad, así como a reducir las posibilidades de los pacientes de sufrir una recidiva o recaída.Así como el tabaco se asocia a diecisiete tipos distintos de cánceres, más recientemente se ha visto que la obesidad, que es la consecuencia de un consumo excesivo crónico de energía (es decir, exceso de nu trientes en la ingesta) en el contexto de un bajo gasto energético, (es decir, ejercicio insuficiente) va a superar al tabaquismo, y se asocia ya a un mayor riesgo de trece tipos diferentes de cáncer.
—También sabemos que el ejercicio estimula y fortalece el sistema inmune, y hace que las natural killers, los linfocitos que están en primera línea de defensa, sean más agresivas para eliminar virus, patógenos y células tumorales. La actividad física mejora también la resistencia a la sensibilidad a la insulina, lo que se relaciona con mayor riesgo de diabetes, obesidad y cáncer. Además, mejora la circulación sanguínea y la salud de nuestras mitocondrias, por lo que ayuda a eliminar radicales libres que pueden influir en nuestro riesgo de padecer cáncer.
La actividad física y el ejercicio son beneficiosos en pacientes con cáncer antes, durante y al finalizar el tratamiento.
Y también es importante ser constante. Cuando eres constante, al final el ejercicio se convierte en algo tan imprescindible que lo necesitas para tu día a día
ALCEC 9 DE JULIO-4/2/21