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Nueve de Julio
jueves, noviembre 21, 2024

Las primeras máquinas de escribir que llegaron a 9 de Julio

Por Héctor José Iaconis.

A comienzos del siglo XX, los comercios de 9 de Julio, los grandes bazares y algunos almacenes de ramos generales con anexos, comenzaron a incorporar en su stock un artículo que, para entonces, era absolutamente novedoso: la máquina de escribir. Ciertamente, en 9 de Julio había relativamente pocas personas que estuvieran en condiciones de adquirirlas. Por un lado, porque se trataba de un objeto caro y, en segundo lugar, porque el adiestramiento para un manejo más o menos aceptable demandaba esfuerzo y, sobre todo, un conocimiento fluido de la lectura.

En 1904, la firma «Di Siervi y Roca» había introducido en 9 de Julio la afamada máquina de escribir «Blickensderfer». El costos de estas unidades rondaban entre los 50 y 75 pesos oro.

Ideadas por George C. Blickensderfer y fabricadas por la «Blickensderfer Manufacturing Company» en Stamford, Connecticut, eran portátiles. Esta empresa produjo nueve modelos diferentes de máquinas de escribir, incluida una máquina de escribir eléctrica, y funcionó hasta la muerte de su fundador en 1917.

«THE EMPIRE», ENTRE LAS PRIMERAS

Tal como lo refiere el aviso publicitario que ilustra esta nota, en 1905, la firma «Rumi y Gnecco» comercializaba en 9 de Julio la máquina de escribir «The Empire», de industria canadiense. Este se trató, en efecto, de uno de los primeros modelos que se vendieron en la ciudad.

Tempranamente, la Municipalidad de 9 de Julio, para su secretaría, adquirió una máquina de escribir. También lo hicieron los propietarios de algunas casas comerciales y activas empresas, para sus escritorios y particulares que, desde luego, se vieron cautivados por la novedad.

La máquina «The Empire» se ubica entre las primeras que se vendieron aquí, junto con otras que ya eran conocidas en las grandes ciudades.

«The Empire» había sido inventada en 1892 por Wellington P. Kidder; pero recién hacia 1895 comenzó a ser fabricada por Williams Manufacturing Company en Montreal, Canadá (1). Si bien las primeras máquinas vendidas en 9 de Julio eran de esta marca, por haber sido manufacturadas en Canadá, este modelo también se conoció con los nombres de “Wellington” (en Estados Unidos) y “Atler” (en Europa).

SUS CARACTERISTICAS

El estenógrafo británico Carl Mares afirma que las máquinas de escribir «The Empire» se caracterizaban por “la sencillez de su construcción; la permanencia de su alineación; la extrema portabilidad de la máquina; su gran durabilidad; la visibilidad absoluta de la escritura y su capacidad de distribución” (2).

Según Mares, esta máquina tenía “el teclado universal, empleando veintiocho teclas operadas con una sola tecla de mayúsculas de doble acción”. El rango de tipos incluía “junto a los dos alfabetos mayúsculas y minúsculas, las diez cifras, todos los signos comerciales y literarios habituales, así como los signos de puntuación”.

“Hablando técnica o mecánicamente, se puede decir que tiene una serie de veintiocho barras de tipo de empuje montadas radialmente en un plano horizontal y que convergen hacia un punto central común, desde el cual la desviación es imposible. Las barras tipográficas descansan todas sobre la superficie de una plataforma de metal, estando dispuestas las barras en forma de abanico. Al presionar una tecla, el extremo del tipo de la barra se mueve hacia adelante hasta que se encuentra con el papel alrededor de la platina”(3).

Esta máquina era considerada “sumamente agradable para trabajar”; pues, al estar construida con poco metal brillante que se interponga entre el operador y el límite de su visión, era muy relajante para la vista” (4).

Hubo quienes presentaron objeciones sobre el funcionamiento de la “Empire”, asegurando que las barras de tipos no se movían tanto como en la mayoría de las demás máquinas, debido a “la fricción en la superficie sobre la que descansan y se mueven las barras tipográficas, y la falta de gravitación”(5).

Hoy sobreviven varios ejemplares de la histórica “Empire”, convertidas en preciadas piezas de colección. Más bien, en nuestros días, la mayoría de las máquinas de escribir se han transformado en objetos más apropiado para un anticuario que para el oficinista. No obstante, son testimonios latentes de un diseño mecánico que, en su tiempo, fue revolucionario.

NOTAS
(1) VICTOR M. LINOFF, The typewriter . An Illustrated History. Typewriter topics, Mineola N.Y., Dover Publications, 2000, pág. 31. Cfr. DAN R. POST (ed.), Collector’s Guide to Antique Typewriters, Acadia Ca, Post-Era Books, 1982, pág. 38.
(2) GEO. CARL MARES, The history of the typewriter: Being an Illustrated Account of the Origin, Rise and Development of the Writing Machine, London, Guilbert Pitman, 1909, pág. 128.
(3) Ibidem , pág. 129.
(4) Ibidem, pág. 131.
(5) C. V. ODEN, Evolution of the typewriter, s.d., 1917, pág. 113s.

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