UN RÍO AMARGO
(A Mikis Theodorakis)
Por Carlos Crosa
Escritor nuevejuliense
Lejana llegaba desde algún punto de la costa la voz de Iva Zanicchi entonando, Mikis, ese poema que se posara cual ave en tu canción: “É un fiume amaro dentro me/il sangue de la mia ferita…”, cuando ella y yo arrojábamos las monedas de espaldas a las aguas que bañan la playa de Punta Lara.
Era tan fresco entonces como hoy, el recuerdo de tu Zorba y la canción que lo cifraba, así como toda tu música era ya de culto para aquella mi estudiantina que, por esos inolvidables días, aplaudiera tu presencia en un escenario barrial de La Plata.
“Es un río amargo dentro de mí/la sangre de mi herida…”, como por oleadas seguía llegando ese canto que nos puso a danzar descalzos en la arena, y el río amargo dentro del alma en tu cancion era, en cambio, a las nuestras, uno que llegaba cantando en el vaivén de la contradanza tomando su mano y su talle, abrazo que soltábamos cuando un batido de palmas preanunciaba la estrofa siguiente y el cambio de frente volviendo al abrazo.
El río amargo dentro de un alma de ese poema en tu canción, rio que a nuestras almas llegara cantando, se iría llorando como quien muere de amor por no poder amar como no fuere amando para luego partir.
Me ha quedado el roce de su pelo en el medio giro que la detuvo ante mí con la boca enhiesta para el beso que hoy es resolana y ennoblece la nostalgia sin desmedro del presente, porque era el tiempo del amor golondrina.
Al refulgente sol de la dorada juventud, lo oculta ahora la nube que te llora en la garúa de la tarde, mientras dicen por la radio, Mikis, que te fuiste.
Yo también te lloro, como se llora la muerte o el nacer.
En tu caso, el nacer a los siglos.