“Malba Literatura” editó recientemente una serie de libros breves e imperdibles con clases. Entre ellos, el que el escritor y docente argentino radicado en Estados Unidos Sergio Chejfec dedicó al trabajo de Darío Canton, poeta y sociólogo, nacido en 9 de Julio, cuyo programa literario se expande en archivos y experimentos autobiográficos: «un proyecto que desborda los límites habituales del formato libro».
“No hablen de mí. Una vida y su museo”, tal es el título del ensayo, describe un programa literario, que también es un programa de vida, la del poeta argentino Darío Canton. A partir de su análisis y de su descubrimiento, Chejfec reflexiona sobre el pacto de la literatura con lo documental, el rol del archivo, en un viaje por lo autobiográfico que tiene como estaciones a Borges, Flaubert, Pamuk, entre otros autores.
Este nuevo ensayo de Chejfec tiene como punto de partida la conferencia que tuvo lugar en el ciclo “La mirada documental” (2016) organizado por Malba Literatura, del que también participaron Félix Bruzzone y María Moreno. En cada sesión, los autores fueron invitados a reflexionar sobre el estatuto de lo documental en la ficción. El presente ensayo resulta una continuación del trabajo presentado por su autor en el museo, con el título “Huéspedes raros. Relato y documento”.
DARIO CANTON
Poeta y sociólogo –sobre todo, acaso, autobiógrafo, nació en 9 de Julio en 1928, de una familia proveniente de Carmelo (Uruguay) y con raíces vascofrancesas. Su padre ejerció la profesión de médico en 9 de Julio, donde Darío Canton pasó su infancia.
Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, graduado en Filosofía y posee una maestría en sociología en la Universidad de California, Berkeley. Desde el 2000 publica “De la misma llama”, autobiografía intelectual centrada en la escritura de poesía en ocho tomos. En uno de esos volúmenes se ocupa profusamente de su vida en 9 de Julio.
Hasta el momento, alternó publicaciones de poesía y sociología, editando varios libros.
CANTON VISTO POR CHEJFEC
Según explica el autor del ensayo, “Canton se asoma a la autobiografía por una vía que podría decirse indirecta, aunque como consecuencia de una permanente inclinación analítica, también clasificatoria, y de una gran disposición hacia el registro de circunstancias o hechos considerados próximos y la preservación de sus pruebas”.
“Para hoy –segura Chejfec- su cosecha autobiográfica es cuantiosa gracias a la ambición documental que la empuja, como digo, fruto de una temprana y duradera tendencia archivística. Aunque, al mismo tiempo, sus gruesos y consistentes volúmenes han adquirido, a fuerza de tamaño y materialidad, una dimensión abstracta, como si las miles de páginas con viñetas, fotografías, facsímiles, testimonios, correspondencias y documentos, en general de variada especie, apuntaran finalmente a resumirse en un deseo más intangible que lo normal, o en un aliento apenas oculto tras dos sílabas. El ansia exagerada de mostrar una vida en su totalidad fáctica…”
Para Chejfec, la relevancia de la autobiografía de Darío Canton “no reside sólo en el valor descriptivo o testimonial, incluso paisajístico, al recuperar pedazos enteros de la vida cotidiana y cultural de buena parte del siglo XX argentino, sino también en las preguntas que proyecta –quizá sin proponérselo– sobre las escrituras autobiográficas o autoficcionales en general y, por encima de todo, sobre la tensa relación que muchas veces se establece entre narraciones y documentos, cuando los relatos se sirven de ellos para desestabilizar el propio estatuto discursivo”.
“En un sentido más amplio, el de Canton se trata de un proyecto que desborda los límites habituales del formato libro porque –rehén acaso de una vanidad disimulada en el tono circunspecto del conjunto, concebido como menor– es una obra que se piensa a sí misma según un régimen más expositivo, en el sentido museístico, que textual”, refiere.
En la obra de Darío Canton, “lo capilar de la vida se sublima como elocuente a través del relato, que así se torna público como si ahora con la publicación recuperara una fuerza que entonces no fue advertida; pero nunca, al contrario de lo que busca toda autobiografía, el relato del pasado se torna íntimo”. El lector de la obra autobiográfica de Cantón, en la apreciación de Chejfec, “advierte muy rápidamente que no encontrará pasajes confesionales, no tanto por la exclusión de cierto tipo de contenidos –al contrario, lo escabroso o inconveniente está 14 todo el tiempo aludido–, sino por la aproximación distante de la misma enunciación hacia materias supuestamente propias de la intimidad, como si se tratara de cuestiones de un lejano mundo objetivo o cubierto de merecidos velos”.