* Nacida en 9 de Julio, en esta ciudad ha vivido siempre, salvo los años en que debió establecerse en Buenos Aires para cursar sus estudios en el magisterio.
* Hija de inmigrantes vascos, sus padres fueron un ejemplo de laboriosidad y dedicación.
* Descubrió en la docencia su vocación, una vocación para toda la vida.
* Hoy, con sus 98 años, es la exmaestra y la exalumna más antigua de la Escuela N° 1.
Tiene 98 años pero la lucidez natural y límpida de una persona joven. Recuerda con detalle cada episodio de su vida y el nombre de tantas personas, compañeras docentes y exalumnos con los cuales se vinculó a lo largo de su vida.
En la calma de su hogar, en la casa solariega que habitó junto a su esposo, el recordado odontólogo Juan Carlos Fage, sigue reviviendo los momentos entrañables de una vocación a la que consagró muchos años de su vida: la docente.
Para Lidia Elena Larriqueta de Fage la docencia ha sido en su vida, y lo sigue siendo, mucho más que una profesión, es ante todo una disposición vital escogida para dar a los niños mucho más que una instrucción conceptual, lo es sobre todo para forjar en ellos una voluntad orienta al bien.
Nacida en 9 de Julio el 22 de enero de 1924 en el hogar formado por dos inmigrantes vascos, Gerónimo Larriqueta y Tiburcia Mayo. Lidia era la octava de nueve hermanos.
Su hermano mayor, Daniel, fue el primero en dejar el hogar paterno para radicarse en la provincia de Mendoza donde desarrolló una importante carrera como notario. Él fue quien impulsó a sus hermanos a emprender diferentes caminos siguiendo un mejor porvenir.
Lidia cursó sus estudios primarios en esta ciudad, en la Escuela N° 1. Más tarde, ingresó como alumna interna en el Colegio de Nuestra Señora de la Misericordia, el histórico colegio ubicado en la avenida Cabildo en la ciudad de Buenos Aires. Allí cursó sus estudios de magisterio, obteniendo el título de Maestra Normal, junto a otras dos nuevejulienses, Haydée Adobato y “Chichita” Gobelli.
EN 9 DE JULIO
De regreso a 9 de Julio ya recibida como maestra, obtuvo su primera suplencia en la Escuela N° 2. Mientras se desempeñaba en este establecimiento le fue otorgado el nombramiento como maestra en la escuela de la localidad de Patricios.
“En esa oportunidad –recuerda, en diálogo con EL 9 DE JULIO- me aconsejaron tomar ese cargo; porque los nombramientos llegaban poco. Es decir, debía jubilarse una docente para que haya un nuevo nombramiento”.
Apenas había cumplido dieciocho años cuando se debió trasladar a Patricios, hospedándose en la misma vivienda donde lo había hecho la docente que ahora ella reemplazaba. Uno de sus hermanos mayores fue quien le hizo la mudanza y allí se estableció para hacerse cargo de un tercer grado.
“Unos años más tarde –prosigue- , fueron nombradas en Patricios quienes habían sido mis compañeras de estudios, Haydée Adobato y ‘Chichita’ Gobelli. Así que con ellas viajábamos desde 9 de Julio. Los viajes eran una odisea, por el estado de los caminos y por los vehículos con que nos tocaba viajar. Después, en virtud de ello, decidimos hospedarnos las tres en una pensión”.
“En esos años, Patricios, era un pueblo floreciente, con una importante población. El tráfico de trenes era importante, tanto así que vivían en el pueblo los ingenieros de vías, ingenieros civiles y acopiadores de cereales”, recuerda.
SU CARRERA DOCENTE EN LA ESCUELA N° 1
Desde Patricios, Lidia, fue trasladada como docente titular a la Escuela N°1 “Bernardino Rivadavia”. Allí realizó el resto de su trayectoria docente hasta su retiro jubilatorio.
Fue docente en un momento histórico clave para la vida de esa institución educativa. La época en que se acometieron algunas obras edilicias importantes, tales como la construcción del salón de actos y la gran celebración del centenario de la Escuela en 1966.
Precisamente, en 1966, fue cuando surgió la iniciativa, por parte de aquel grupo de docentes, de confeccionar las réplicas de las banderas históricas nacionales que hoy se encuentran en el hall de la Municipalidad de 9 de Julio. En el marco del centenario de la Escuela N° 1 las docentes realizaron los trabajos de bordado, replicando cada pieza con absoluta precisión.
Contaba cuarenta y cinco años de edad cuando cumplió sus años de servicios y debió acogerse a los beneficios de la jubilación.
“Siempre le digo a los docentes, con los que tengo oportunidad de hablar, que recuerden siempre que lo que tienen delante son niños que se están formando. Así como una madre trata a sus hijos también tiene que hacerlo la maestra, escucharlos, siempre escucharlos”, dice Lidia.
SU FAMILIA
Lidia contrajo matrimonio con el doctor Juan Carlos Fage, de cuya unión nacieron cuatro hijos: Lidia, Marcelo, Eduardo y María Elena. Además, son motivo de su orgullo y alegría, sus nietos, Julieta, Juan Francisco y Luis Federico Fortte, Tomás e Ignacio Fage, Juan Martín y María Emilia Fage y Julián Lozano y doce bisnietos.
PALABRAS FINALES
En la mirada de Lidia existe aún un brillo juvenil que hace aún más resplandeciente cuando evoca sus horas, ya lejanas, de maestra de grado. Es verdad, lo que tanta veces se ha dicho, que una docente de alma jamás se jubila, nunca dejará del todo su profesión. Las buenas educadoras, las que han forjado su vocación desde el amor a los niños y a las aulas, son maestras para siempre.