A casi diez meses del trágico accidente de San Miguel, ocurrido el 16 de febrero último, entre una formación de Ferrobaires que viajaba desde Retiro a Junín y el vagón furgón de un tren de la línea San Martín, que le costó la vida a cuatro personas, las vías siguen siendo inseguras y se encuentran en estado de abandono.
Ayer descarriló un tren de carga de la empresa ALL a la altura del paso a nivel de Rivadavia, en Junín, y los técnicos tuvieron que trabajar toda la mañana para poner en funcionamiento el tren.
Por otra parte, el servicio de pasajeros sigue sin contar con las medidas básicas de seguridad, según relataron fuentes confiables a este diario.
“El servicio sigue igual o incluso peor al día del accidente”, aseguraron las fuentes. “Hay muchas fallas en la locomotora, seguimos sufriendo la falta de materiales para reparar las máquinas. Las zapatas de frenado del tren no se entregan en la cantidad necesaria y esto hace que la regulación de los frenos sea inferior”, alertaron. “Las locomotoras que vienen a Junín están a la miseria”, afirmaron.
Otro tema son las vías, que según las fuentes, son un “desastre”.
De hecho, los trenes de Junín a Retiro corren a un promedio de entre 40 y 45 kilómetros por hora, y a la vuelta, entre 50 y 55.
En la época de Ferrocarriles Argentinos, en la década del 90, corrían a 70 kilómetros por hora, y si las vías estuviesen en buenas condiciones, el tren –explicaron los especialistas consultados- podría viajar a 120 kilómetros por hora.
También suele fallar –averiguó este diario- la comunicación con los guardas, a través del sistema de handy, ya que al estar en mal estado hay problemas de emisión y recepción. Es que el guarda es el que “despacha” la formación y muchas veces se producen demoras, justamente, porque el conductor no alcanza a oír al guarda.
Fundamentalmente en verano, los cañadones al costado de la vía también tornan peligroso el viaje, y provocan que los pasajeros tengan que mantener las ventanillas cerradas para evitar lesiones o roturas del vidrio.
Todas estas situaciones, sumadas, trazan un alarmante panorama, que deja en evidencia años de desmantelamiento y, asimismo, la completa falta de políticas de estado para el ferrocarril.
A los problemas de seguridad y a la falta de materiales, se agregan las demoras, las cancelaciones de servicios y las constantes quejas de los pasajeros. “Hay quejas, pero el pasajero termina viajando igual por la diferencia de precio que hay con el colectivo”, explicó una fuente de la empresa. (DIB).