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Nueve de Julio
sábado, noviembre 23, 2024

Historia de vida: Susana Bengoa

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Para que las cosas memoriosas,
no se diluyan en el olvido»

En el marco de la celebración de la “Noche de los Museos” en 9 de Julio, en noviembre de este año, Susana Bengoa presentó su libro “Recuerdos de mi infancia y adolescencia”, una obra que ha despertado el interés de los lectores nuevejulienses. Su contenido, en efecto, revela un interesante trabajo de recopilación de recuerdos, fotografías, artículos y documentos, los cuales han sido insertados en el volumen muy acertadamente. Una prosa atractiva, dinámica y sugestiva invita a revivir los recuerdos de una época no tan lejana en el tiempo pero que, a la luz de los vertiginosos cambios sucedidos en la última treintena de años, parece más remota.
En diálogo con EL 9 DE JULIO, Susana, explica que la motivó a escribir este libro el deseo “que las cosas memoriosas que ocurrieron en 9 de Julio en la infancia y en la adolescencia, no se diluyan en el olvido de las próximas generaciones”.
“Cuando –añade- salíamos a trotar con mi amiga Laura, que es bastante menor que yo, le relataba estas vivencias. Ella me estimulaba a escribirlas, para que puedan quedar perpetuadas. Inicialmente, mi idea fue compartirlas con las demás personas, para que no quedara en una sala sino que saliera”.
En un pasaje de la entrevista, Susana no dudó en, “agradecer a mis padres, no solamente por los valores que ellos me transmitieron, sino también por enseñarme a cultivar el amor por la ciudad, a la comunidad, a mis antepasados”.

LOS TEMAS ABORDADOS
“Recuerdos de mi infancia y adolescencia” consta de 26 capítulos y 144 páginas. Entre los temas abordados, según los títulos de los capítulos, se encuentran: “Los evatest de antes”, “Recordando los juegos de mi infancia”, “Los delivery de entonces”, “Los Carnavales de aquellos años”, “Las videoconferencias”, “El paseo por la plaza a la salida de misa de 10”, “Paseo dominguero, en la manzana de las tiendas”, “Las viejas serenatas”, “Las ‘Fogatas de San Juan”, “Peloteros y castillos inflables”, “Las calesitas de antaño”, “Las fiestas electrónicas de nuestra adolescencia”, “Médicos de .familia”, “El luto riguroso”, “Las fiestas vascas”, “Los ‘Whattsapp’ de aquella época”, “Los coiffeur y estilistas de mi niñez”, “Recordando la ‘casa lujosa del barrio’ en la década del 10”, “Las fiestas barriales en la Avenida San Martín”, “Nueve de Julio de fiesta, el desfile de carrozas” e “Historia de abuelos inmigrantes”.A continuación extraemos algunos fragmentos de libro para que, nuestros lectores, también puedan recordar ese tiempo que pasó:

LOS EVATEST DE ANTES
Siendo chica y sentada en el banco de la vereda de mi casa en la Avda. San Martín, mi mamá me decía: Ahí viene « el sapero», era un hombre con una bolsa al hombro, llena de sapos o ranas croando.
Venía desde el parque y daba la vuelta por Entre Ríos, rumbo al Sanatorio Nueve de Julio, Mitre, casi Corrientes y se los entregaba al bioquímico Dr. Hipólito Labandeyra, para que realizara los test de embarazo. Pasados los años y siendo yo mayor, le pregunté a dos bioquímicos, quienes me confirmaron este dato. Se llamaba Método de Galli Mainini, que consistía en inyectar al sapo hembra o rana, la orina de la mujer. Si la rana, desovaba, el test de embarazo era positivo, Es más, uno de ellos me dijo que cuando entró al sanatorio, todavía estaban los piletones donde se guardaban los sapos.
También pasaba la planchadora con los guardapolvos almidonados en una percha, listos para su entrega. La lavandera, una señora que llevaba en su cabeza, sin sostenerla con las manos, un atado de ropa. Juancito de La Trocha, quien en su pequeña bicicleta y con la ayuda de un palo, tocaba timbre en las casas, ofreciendo sus productos. También paraban en las puertas de las casas, los vendedores, llámese panaderos, verduleros, etc. y otros personajes muy conocidos en aquella época.

CARNAVALES DE AQUELLOS AÑOS.
“Que la vida es un carnaval, y las penas se van cantándolo”, como dice Celia Cruz…
A “ baldazo limpio” inaugurábamos en mi barrio, (donde se jugaba muchísimo) las tardes de carnaval, que de paso servían para serios enojos de ocasionales transeúntes, que aunque pasaran vestidos con ropa de gala, no se salvaban, de salir “empapados” de “ nuestra zona de confort “ El ímpetu de los que estábamos entrando en la adolescencia, no nos permitía siquiera pensar , que esa gente con toda seguridad iba a su lugar de trabajo!!!!! Locura de la edad, vista con más claridad con el paso del tiempo. Las camionetas, repletas de jóvenes iban y venían sumándose a cualquier grupo que estuviera jugando y así con un balde en mano y descalzos ,pasábamos la tarde esperando que llegara la noche para ir al corso!!!!!!!. Las luces de colores, en lo alto alegraban las Avenidas Vedia o Mitre, según fuera el lugar elegido para el clásico festejo.
Quién no recuerda los kioscos en medio de la calle, que vendían artículos carnavalescos, llámese serpentinas, papel picado, caretas pomos de goma ,anteojos de plástico, protectores del temible lanza perfume, porque nunca faltaba algún “ salvaje “ que apuntara directamente a los ojos, otros más discretos, tiraban a las piernas u otras partes del cuerpo.
Y así iban pasando…disfrazados…. carrozas….. mascaritas Sacate el antifaz, te quiero conocer
Alegre mascarita, que me gritas al pasar
Qué hacés, me conocés ?
¡¡¡Y seguramente alguien más recordará al hombre, que todos los años se disfrazaba, pero iba del brazo de su mujer!!! y ésta ….a cara descubierta!!!
Más tarde comenzaron a sumarse los famosos corsos del Barrio Los Materos, donde además de los premios elegían “ la vecina de más edad, la más trabajadora, la más simpática”, etc., etc., etc. Por supuesto con la propaganda del mercado “ La Confianza” muy popular en el barrio….
Y la noche de los populares corsos, indefectiblemente, terminaba con la música de “Siga el baile, siga el baile…. Con ardiente frenesí”…y la Jazz Carioca y la orquesta típica de Los Zorros Grises poblaban los salones del Club Atlético Nueve de Julio, frente a la plaza Belgrano y Centro Empleados de Comercio situado a dos cuadras, hasta altas horas de la madrugada ,en que se elegía La Reina del Carnaval, preciosas chicas de nuestra época, que lucían la Corona y el Bastón … y continúan siendo tan lindas y elegantes como en ese entonces, sólo que ahora son respetables abuelas que pasean sus nietos por la Plaza Belgrano.

 

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