* Su trayectoria fue auténtico testimonio de vida, rico en valores.
* Gran parte de las instituciones locales lo contaron en sus filas.
* El comercio, instalado junto con sus hermanos, aún se recuerda como ejemplo por una conducta honesta y cordial.
* Aun cuando han transcurrido más de veinte años desde su fallecimiento, es recordado por muchos nuevejulienses.
Hace veintitrés años atrás, quien ahora escribe esta nota tuvo el privilegio de entrevistar por última vez a Joaquín Viegas. No fue aquella la primera ocasión en dialogaba con él; pues antes lo había hecho en compañía de otro recordado vecino de 9 de Julio, Angel Rodríguez.
En aquella tarde de octubre de 2021, el joven cronista de ayer estaba delante de un hombre que había superado la barrera del nuevo siglo, con 92 años. El añoso ventanal de su vieja casa de la calle Santa Fe dejaba penetrar, en un espacio de la sala, la última luminosidad del día. El rostro de aquel anciano reflejaba transparencia y contagia serenidad. A través de sus ojos se podía contemplar la suprema quietud de un alma que, al mismo tiempo, estaba llena de dinamismo. Sus manos, predispuestas a la caricia de los niños como a la batalla más tenaz por la existencia, se mantenían aún firmes, a pesar de la avanzada edad. La voz, de tono claro y preciso, era la misma que debió alzarse ante la injusticia, o apagarse en las horas de dolor, cuando debía despedir para siempre a Jorge, su amado hijo.
Esa imagen, casi patriarcal, iluminada por las luces del ocaso de la tarde, ha quedado impresa en la retina de quien hoy lo evoca.
Don Joaquin, tal como acostumbraban llamarle, habia nacido en Buenos Aires, en el barrio de La Boca, en una casa ubicada sobre la calle Ruiz Díaz, en junio de 1919. Más tarde habría de trasladarse a Barracas, Bragado y, por último, a 9 de Julio. A esta ciudad arribó hacia 1926 para instalar un comercio de mueblería, por ofrecimiento de un señor que bien les estimaba.
EN EL COMERCIO
Por espacio de seis décadas, hasta 1983, en sociedad con sus hermanos Manuel, José y Antonio-, estuvo al frente de la conocida Mueblería y Tienda “El Porvenir”, cuyo primer salón estuvo ubicado en la avenida General Vedia casi Mitre, donde hoy se encuentra el Club Español. Más tarde, habría de trasladarse a calle Nicolás L. Robbio entre Mitre y La Rioja, y luego a la esquina de Vedia y La Rioja.
La mueblería de Viegas se convirtió, enseguida, en un comercio prestigioso. Para sus propietarios, los clientes eran amigos. Sabían que la empresa no era un medio de riqueza, sino un medio para poder vivir y educar a la familia de cada uno y de su personal; respetando, por sobre todas las cosas el valor que significa la confianza entregada por la gente. Tal era la confianza de la clientela, era frecuente, que se encargaran los muebles por teléfono.
Era posible, entre los que frecuentaban la mueblería de los hermanos Viegas, admirar el trato cordial que existía entre propietarios y empleados. Cada jornada, al dejar el trabajo para almorzar o finalizar la tarea diaria, todos se estrechaban la mano, como signo de compañerismo y gratitud.
SU HERMANO MANUEL
En octubre de 2001, en ocasión de la aludida entrevista mantenida por Don Joaquín con EL 9 DE JULIO, al consultársele acerca de quién pudo ser, en su vida, un ejemplo digno de ser imitado, con prontitud, trajo a sus labios el nombre de su hermano Manuel.
“Más que un hermano –comentó en esa ocasión- fue un padre. Cuando muere mi madre tenía 5 años; Manuel, 14, y mi hermana mayor, 16. Ambos hicieron las veces de padre y madre. Habian nacido con un don especial, y daban lo mejor a quienes les rodeaban”. Manuel nos testimoneaba sus experiencias en torno a sus lecturas, de poesía y de literatura; nos lela poemas emocionantes. Su conducta era irreductible en todos los aspectos. Trabajaba de día y estudiaba de noche, sin reprochar nunca tanto sacrificio”.
EN EL CONSEJO ESCOLAR
Joaquín Viegas, entre otros cargos desempeñados, integró el Consejo Escolar, ganándose la estima de quienes le acompañaban en sus funciones. Tanto así que, el 12 de octubre de 1966, como testimonio por todo cuanto pudo brindar, en favor de los establecimientos educacionales, las asociaciones cooperadoras le obsequiaron un pergamino de honor.
Cuando ingresó como consejero escolar, expresó ante sus pares el deseo de compartir con cada uno “la representación de un pueblo, más que la representación de un partido”. En efecto, al entrar en este Consejo, dejó fuera toda bandería política.
“Además de integrar un partido, vengo a representar mi conciencia, que volcaré aquí. A todo cuanto sea positivo, jamás pondré obstáculos. Frente a lo in- correcto, lo manifestaré para que, juntos, intercambiemos ideas para hacerlo mejor”, dijo Joaquín Vegas, en 1966, al asumir como consejero escolar.
EN LAS INSTITUCIONES
Resultaría, sin dudas, incompleta la pretensión de referir una nómina de instituciones de las que formó parte Joaquín Viegas. La Cámara de Comercio e Industria, lo contó por años en la conformación de su comisión directiva, en momentos difíciles para esta. Asimismo, fue un miembro activo en el INTA, en CEPRIL, en la Cooperativa Agrícola Ganadera, en la Comisión Pro-Teléfonos, en el Automóvil Club Argentino y el Club Atlético «9 de Julio», de los cuales fue socio vitalicio. En la Escuela Nº 52 fue cooperador, efectuado una gran obra.
Por más de tres lustros, los últimos de su existencia, formó parte del Hogar del Niño de 9 de Julio. Semanalmente, visitaba la institución y a los niños y adolescentes que allí habitaban. Don Joaquín consideraba que esos niños eran «una parte de su vida». Se estremecía ante el cariño que le retribuían. Cada vez que visitaba el Hogar, solían rodearle, acompañanle hasta su vehículo, saludarle con cariño. Sabían, sin dudas, cuanto les amaba ese anciano venerable que veían llegar, con paso lento, cada miércoles.
En la historia de cada una de esas instituciones, se puede hallar un testimonio de su inquieto accionar, su responsabilidad y la característica de hombría de bien. De hecho, solo bastaría observar atentamente las distinciones de que fue objeto en cada una de ellas.
SU FAMILIA
Casado con la educadora Amelia Yacovino, de esa unión nacieron sus hijos Jorge y Marta. Vivió por largos años en la casa solariega de la esquina de Santa Fe y Salta, que aún se conserva en pié.
Hace algunos años, en ocasión de cumplirse un aniversario de su natalicio, su hija Blanca lo recordó con emotivas palabras, las cuales definen su personalidad:
“Con la mirada puesta en el futuro siempre trabajaste junto a tus hermanos en tu querida Mueblería, acercándote a la gente y dando siempre una palabra de fe y confianza. Orgulloso de tus nietos eras la palabra justa en el momento justo. Nos acompañabas en nuestros traslados y enseguida encontrabas amigos y aprendías de toda experiencia nueva. Ávido en la lectura, ya grande leías libros de filosofía, economía y de autores reconocidos. Fuiste amigo de mis amigos, y cada palabra era una enseñanza. Gracias por esas charlas, mate de por medio, de todos los temas que afectaban al mundo. Encontraste un hobby, porque no era un trabajo, era un placer: arreglar las máquinas de coser, que luego de repararlas quedaban como nuevas. Gracias por lo que nos diste, por lo que nos trasmitiste”.
PALABRAS FINALES
Joaquín Viegas falleció en abril de 2002.
No todas las personas viven la vida. Vivir, no significa tan sólo cumplir un ciclo biológico. La vida es, esencialmente, una noción metafísica, que debe interpretarse desde las mociones interiores, desde el alma misma. Vivir, significa entregarse a los semejantes, hasta dar incluso la vida.
Ciertamente, de don Joaquín Viegas, se pudo afirmar – sin ninguna reserva- que había vivido plenamente. En la entrevista mantenida en 2001, expresó un pensamiento que viene puede citarse como colofón de esta semblanza: “El valor del hombre es el testimonio de vida, no las palabras. Pues, se pueden expresar lindas palabras, pero la acción, que perdura y vive, sirve para ser transmitida; para vivir feliz, haciendo feliz de los demás. El ser humano no tiene otro significado, sino dar amor a todos, el amor en su sentido más elevado”.