Segunda Parte.
Recopilación y selección: Héctor José Iaconis.
En 2025 se cumplirán 120 años de la imposición del nombre de Coronel Lagos a la calle de la ciudad que, en la actualidad, aun lo conserva. También, habrán transcurrido 150 años del primer campeonato de tiro efectuado en la República Argentina que tuvo lugar en 9 de Julio. Ambas efemérides están ligadas a la figura de Hilario Lagos. Por ello, a lo largo de tres notas, evocaremos esos acontecimientos que forman parte de la historia de 9 de Julio:
– Primera parte: “Coronel Lagos”, el nombre de una calle. Breve noticia biográfica.
– Segunda parte: El Coronel Lagos en la Frontera Oeste. El Fuerte “General Paz” y 9 de Julio.
– Tercera parte: El Coronel Lagos y el primer campeonato de tiro.
Cuando, el 27 de febrero de 1905, el Concejo Deliberante de 9 de Julio impuso el nombre del coronel Hilario Lagos a una calle del pueblo, el recuerdo de su figura todavía estaba vigente entre los pobladores. Habían transcurrido apenas una treintena de años y, al menos los vecinos más añosos, recordaban su paso por estas tierras cuando 9 de Julio era aún un pueblo de frontera, cercano a la guarnición militar establecida en el Fuerte “General Paz” (este pertenecía, entonces, a la jurisdicción del Cuartel III del Partido de 9 de Julio).
El propio Nicolás L. Robbio, intendente municipal de 9 de Julio en 1905, promotor de ese homenaje a Lagos, lo había tratado; en el contexto de esa relación, a veces tensa, entre los oficiales militares de frontera y las autoridades civiles de las municipalidades de campaña. Más aún, también vivía en el pueblo uno de sus camaradas de armas, el teniente coronel Santos Plazas, ya anciano, en su casa de calle Libertad casi Buenos Aires (hoy avenida San Martín).
EN LA FRONTERA OESTE Y EN 9 DE JULIO
Hacia 1872, Lagos, con algunas alternancias, comenzó a revistar en la Frontera del Oeste. A partir del 4 de julio de 1872 ejerció el comando de la Frontera Oeste de Buenos Aires, con retención del mando del Regimiento 5° de Caballería, cargo aquel que recibió del coronel Levalle, en Fuerte “General Paz”.
Como señalamos antes, si bien la comunicación de coronel Lagos con la autoridad civil del pueblo de 9 de Julio fue fluida, no siempre esta relación estaba libre de tensiones e inquietudes. El 3 de septiembre de 1872, Lagos avisó al juez de Paz de 9 de Julio, Enrique Bouquet que se temía que, desde el sur, arribara un ataque de aborígenes liderados por Calfucurá. Pocos días después reiteró el aviso. La invasión, efectivamente, se produjo el día 19 de ese mes y aquellas lanzas fueron capitaneadas por el valeroso cacique Namuncurá, siendo uno de sus objetivos la tribu de Coliqueo y algunos establecimientos rurales del Partido.
En una nota del 23 de septiembre de 1872, que envió al ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, el juez de Paz de 9 de Julio se quejaba de la poca acción de las fuerzas al mando de Lagos, para sofocar el ataque. Por el contrario, elogiaba el desempeño del comandante Garmedia, manifestando una evidente predilección por el segundo.
Probablemente, el temperamento de Lagos tampoco haya favorecido la relación con los “indios amigos” que vivía cerca de 9 de Julio, particularmente en la Tapera de Díaz. El 23 de octubre de 1873, en una carta dirigida al juez de Paz de 9 de Julio, Juan Esteban Trejo, el cacique Coliqueo se quejaba de los atropellos que recibía de parte del coronel Lagos.
“El proceder escandaloso de ese jefe de Fronteras que viene buscando el caudillaje de una tribu amiga…”, aseguraba el líder de los indígenas amigos.

En septiembre de 1874, los partidarios del general Mitre, que era candidato a la presidencia, denunciaron que el resultado de los comicios que había otorgado el triunfo a Nicolás Avellaneda era producto del fraude. Iniciaron un levantamiento armado que habrá de concluir en noviembre con la derrota de las fuerza de Mitre en la batalla de La Verde, en los campos ubicados cerca de la localidad de Del Valle, Partido de 25 de Mayo.
Apenas iniciado el movimiento de las fuerzas revolucionarias en 9 de Julio, Lagos se enfrentó con ellas en el paraje “El Socabón” y en “Pozo Pampa”. Como jefe de vanguardia del ejército del Oeste, comandado por coronel Luis María Campos, combatió en los encuentros parciales de Las Flores, Paso del Gualicho, Chacarí, Olavarría y Blanca Chica. Se enfrentó, asimismo, al cacique Cipriano Catriel, con 2000 lanzas de pelea, incorporado a las fuerzas revolucionarias. Seguidamente, pasó a dirigir el del Ejército del Sur, a las órdenes del coronel Julio Campos, sofocando las sublevaciones en Junín, donde hubo capitulado el general Mitre.
Por haber contribuido a apagar el levantamiento “mitrista”, Hilario Lagos, fue ascendido a coronel “en el campo de batalla”, el 2 de diciembre de 1874.
Cabe recordar que, en los últimos años, Lagos había manifestado su interés de alejarse de la comandancia de fronteras. Había presentado sucesivas cartas de renuncia, el 17 de octubre de 1875 y el 10 de enero del año siguiente. Esta última, por su carácter de indeclinable, le fue aceptada por el presidente Avellaneda el 16 del mismo mes.
Prosiguió en el Fuerte “General Paz” como jefe del Regimiento 2° de Caballería, desde 7 de marzo de 1876. Sin embargo, su estancia en la Frontera será por poco tiempo pues, en mayo del mismo año, se le autorizó para permanecer temporalmente en Buenos Aires.
Lagos fue uno de los tantos jefes militares masones que vivieron en el Fuerte “General Paz”. Lagos se había iniciado en la masonería en la Logia “Tolerancia” No. 4, el 18 de abril de 1872.
En su libro Croquis y siluetas militares. Escenas contemporáneas de nuestros campamentos, Eduardo Gutiérrez se ocupa con profusión de la participación del coronel Lagos en la Frontera del Oeste, cuando la comandancia se hallaba instalada en el Fuerte “General Paz”.
“Pocos militares -decía Gutiérrez- tan dignos y tan leales, tan bravos y tan abnegados, como Hilario Lagos… Jefe experto, no hay dificultad ni peligro capaz de arredrarlo ó doblegar su carácter de rara firmeza y de excesiva nobleza. Sereno, sereno y tranquilo en el combate, él acude á todos los puntos, tomando sobre el terreno las prudentes medidas que son del caso, condiciones que le han hecho hacer una figura brillante siempre que ha mandado en jefe”.
“Humilde y generoso – prosigue- ha salido siempre de los primeros á ocupar su puesto de peligro, volviendo al silencio del hogar cuando aquél ha pasado y la patria no ha necesitado más el servicio de los buenos. En el cuartel como en el hogar, en la sala como en la calle, de lejos ó de cerca, en el combate como en la fiesta, siempre es el mismo hombre, igualmente bueno, igualmente digno y generoso, sin que los reveses de la suerte y los contrastes de la vida, dolorosos muchas veces, hayan logrado quebrar la altivez legitima y noble de su carácter. Como jefe, en el servicio y fuera de él, ha sido siempre el mejor amigo de sus subalternos, quienes jamás encontraron cerrada su puerta para pedir una justa reparación. Magnánimo y bueno, fue siempre enemigo de los castigos brutales aplicados á la tropa, que tuvo siempre en él un protector y un padre”.
Con tan excedido ensalzamiento lo describía estando aún con vida el personaje. Y al comenzar a trazar esta semblanza de su persona, lo definía como “una lámina de acero, que no hay fuerza capaz de torcer”. Probablemente, ello se ajuste un poco más a la verdad y se corresponda con la opinión que tenía de él quien había sido su jefe, el general Campos: «es muy susceptible y difícil de ser mandado”.
Tercera parte, continuará la próxima semana…