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viernes, noviembre 29, 2024

Un periodista de televisión fue ordenado diácono en La Plata

Un periodista con muchos años de movilero en televisión fue ordenado diácono de la Iglesia Católica el lunes 26 de marzo en la iglesia del seminario San José de La Plata.

Christian Viña, de 51 años, comenzó a trabajar como periodista a los 15 años en Rosario, su ciudad natal, donde se desempeñó en los canales 3 y 5, y en radios, diarios y revistas locales.

En 1989 se trasladó a Buenos Aires, donde trabajó en el noticiero Telenoticias, de Videocable (VCC), y en los noticieros de la Corporación América (América Dos y Cablevisión Noticias). Fue periodista acreditado en la Casa de Gobierno y en el Congreso Nacional, y en 1997 condujo, junto a Enrique Alejandro Mancini, por ATC, el programa «Desde el Congreso».

En 2010 concluyó sus estudios de bachiller en Teología y profesor universitario en Teología en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA).

El lunes 26 de marzo, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, lo ordenó diácono, al igual que a Alfredo López Morilla, de 39 años, licenciado en gestión educativa. Los padres de este último acudieron desde San Juan, donde nació, para acompañarlo en la ceremonia.

Unos 60 sacerdotes concelebraron la misa presidida por monseñor Aguer, acompañado del obispo auxiliar de La Plata, monseñor Nicolás Baisi.

Entre los asistentes había un nutrido grupo de fieles de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, de la villa 21, de Barracas, que luego de la misa saludaron efusivamente a Viña y entonaron con él el canto de la patrona del Paraguay. Acudieron acompañados por su párroco, el presbítero Lorenzo de Vedia, que participó de la concelebración, al igual que el presbítero José María “Pepe” Di Paola, su antecesor, actualmente en la diócesis de Añatuya. Siendo seminarista, Viña colaboró intensamente como catequista con ambos presbíteros en una intensa labor misionera en esa villa, en conexión con los sacerdotes del Equipo de Villas de Emergencia. También colaboró animosamente, durante sus años de formación, en las parroquias Santa Rosa de Lima y Santa Lucía, en el barrio de Palermo, ambas en la ciudad de Buenos Aires.

La ceremonia de ordenación
La ceremonia se extendió por casi dos horas, con la imposición de las manos, la entrega de la estola y la dalmática a los nuevos diáconos, la entrega del Evangelio (con las palabras «Recibe el Evangelio de Cristo, cree en lo que lees, enseña lo que crees, practica lo que enseñas»), cantos litúrgicos. En la elevación de la hostia y el cáliz consagrados, sonaron tres campanadas en el campanario de la iglesia.

La ordenación se realizó en la solemnidad de la Anunciación del Señor. En la homilía, monseñor Aguer se refirió al anuncio del ángel a una muchacha de catorce o quince años, y mencionó el cumplimiento de todas las profecías, «la visita definitiva de Dios, dispuesto a desgarrar la historia para introducirse en ella como nunca hasta entonces lo había hecho». Citó palabras del poeta Rilke sobre el inefable acontecimiento.

El arzobispo dijo que «la solemnidad litúrgica de la Anunciación nos ofrece un marco significativo y bello para conferir el ministerio del diaconado a estos hermanos nuestros que se han venido preparando durante largos años y que hoy providencialmente incorporamos al clero platense. Al ser llamados según la prescripción del pontifical ellos han respondido aquí estoy. Son las mismas palabras pronunciadas por el orante del Salmo 39 que, según el autor de la Carta a los Hebreos, pronunció también el Hijo eterno de Dios al ingresar como hombre al mundo de los hombres».

“La voluntad del Señor es que anuncien su verdad y su salvación -precisó-, que den testimonio de la lealtad, de la gracia, de la misericordia de Dios. No hay que mantener cerrados los labios, ni esconder la justicia, ni ocultar el amor. La tarea que se encomienda puede ser arriesgada, comporta una ofrenda permanente, pero ese es el verdadero culto espiritual rendido al Dios que no ha querido las víctimas ni las oblaciones de los antiguos sacrificios y se complace en el único sacrificio de su Hijo, diácono de todos, y en el de aquellos que se asocian diaconalmente a su ministerio de redención.»

Observó que la plegaria de consagración, en referencia al origen de este ministerio, «nos recuerda que a aquellos siete varones, los primeros diáconos, los apóstoles les confiaron el cuidado de los pobres. Esta finalidad fundacional desborda el ámbito preciso del ministerio del diácono e impregna totalmente la misión eclesial. Así lo ha entendido siempre la Iglesia. San Vicente de Paúl lo expresaba con elocuencia en una de sus cartas: Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres… Por esto nosotros tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención a los pobres.»

Citó el documento de Aparecida, donde dice que el encuentro con Jesucristo en el pobre es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo». Y señaló: «Vale la pena recordarlo asiduamente, para que no sean ellos los últimos, sino los primeros destinatarios de nuestra caridad pastoral».

Luego, en un ágape en el seminario, sin formalidades, el arzobispo entregó a Viña el nombramiento para desempeñar su ministerio en la catedral de esa ciudad.

Docencia y libros
Además de su desempeño en los medios, Viña fue profesor en temas de Periodismo, Comunicación Social, Oratoria y Técnicas de Expresión Modernas en el Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión (ISER), el instituto oficial donde se forman locutores de más larga data en el país; en el Instituto Grafotécnico, la escuela de periodismo privada, de la Obra Cardenal Ferrari, más antigua en el país, fundada en 1934, en el Colegio San José, de los Padres Bayoneses, y en otros establecimientos de enseñanza media.

En 1996 escribió el trabajo «Un periodista pide perdón», autocrítica ética de la labor profesional, que fue objeto de análisis en varias universidades y centros de estudios, también de otros países. Ha publicado otros seis libros: «Lloré por tí, Argentina» (1998); Aquí estoy» (1999), «Y en el 200 también» (2000), «Gracias por todo» (2001), «Hoy rodeados de amor» (2003) y «Nos espera lo mejor» (2011). Este último en 2011, con motivo de sus 50 años de edad, 50 de bautizado y 35 de periodista. En sus relatos, de encuentros, notas periodísticas, entrevistas, reflexiones, hay un fuerte matiz personal. El autor pone pasión en la fe, en el sentimiento patriótico, en la amistad, en el deporte. «Obviamente, desde mi concepción, soy hincha del queridísimo Newell’s Old Boys», afirma, con énfasis.+ (Jorge Rouillon)

AGENCIA INFORMATIVA CATOLICA ARGENTINA

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