Ayer, 1º de enero, se celebró la denominada Jornada Mundial de la Paz. Por este motivo, el Obispo de la Diócesis de 9 de Julio, monseñor Martín de Elizalde, se refirió a esta importante fecha y a sus alcances.
Monseñor Elizalde explica que “el Papa Pablo VI dispuso, hace cuarenta y cinco años, que los católicos celebremos el primero de enero, en la solemnidad litúrgica de Santa María, Madre de Dios, la JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ, y así se ha venido haciendo desde entonces”.
“En aquel entonces –añade-, al poco tiempo de haberse concluido el Concilio Vaticano II, con un mundo todavía dividido en bloques enfrentados entre sí y con situaciones graves de conflictos bélicos y de extrema injusticia, la Iglesia dirigía con simpatía y confianza a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad una invitación a unirse en la esperanza de alcanzar una vida reconciliada, en la paz y la verdad, rogando a Dios que otorgara esos dones a la familia humana. Los Pontífices que sucedieron a Pablo VI, el Beato Juan Pablo II y Benito XVI han exhortado en estas fechas a pedir la paz y a buscarla, como lo hizo el actual Sumo Pontífice”.
En el mismo sentido, el Obispo refirió que “con el lema ‘Bienaventurados los que buscan la Paz”, para la 46º Jornada Mundial, el Santo Padre ha dado a conocer un mensaje en el cual desea animar a todos para que se sientan responsables de la construcción de la paz”.
“La cita de las Bienaventuranzas del evangelio de San Mateo invita a tomarse muy seriamente la responsabilidad de cada uno, los gobernantes y políticos, los poderosos y los dirigentes de la sociedad, pero también las personas que, si bien no ostentan lugares de figuración, tienen, cada cual según su propia condición y calidad, responsabilidades en el conjunto de la familia humana. Todo lo que conspira contra la caridad y atenta contra la justicia, todo lo que es exaltación de uno mismo y menosprecio del hermano, todo lo que es arbitrario y egoísta, no se condice con los que desean ser artífices de la paz, y tienen la vocación y el encargo de procurarla y hacerla presente entre los hombres”, expresa.
“BUSCAR LA PAZ SIGNIFICA PROMOVER LA BUSQUEDA DEL BIEN
Para Monseñor Elizalde “el concepto de paz es complejo, diverso, y es preciso reconocer que en muchas situaciones contemporáneas se dan impedimentos para el afianzamiento de la paz, ya que se desconocen libertades fundamentales en muchos países del mundo, como la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad religiosa”.
“La persecución religiosa –agrega- persiste en muchas sociedades, como también las restricciones ideológicas a la opinión libremente expresada. Buscar la paz significa promover la búsqueda del bien, de la verdad, de la justicia, con respeto, para que la expresión de voces divergentes no se convierta en un delito a reprimir. Buscar la paz es implementar aquellas determinaciones y medidas que aseguren el bienestar común, en forma siempre justa y proporcionada a los recursos, por lo que tiene una incidencia muy real y concreta en las políticas económicas, en la distribución de la riqueza y en la promoción de los necesitados”.
En la apreciación del prelado, todo ello debe darse “en la seguridad de un marco estable” y debe estar ordenado “por la honestidad y la recta intención, frente a la corrupción de los dirigentes, y que se encuentra en la raíz de la actual crítica de la democracia y de las instituciones”.
“La paz –subraya- de que habla el Papa no es solo el silencio de las armas, es sobre todo la búsqueda del bien integral del hombre, que es inalcanzable sin la equidad y sin la preocupación desinteresada por los hermanos. Es finalmente muy importante considerar, como lo hace Benito XVI en su mensaje, la esencia del hombre, su condición de ser libre, destinatario de los bienes de la creación, de modo que la búsqueda de la paz se realice siempre poniéndose al servicio de cada ser humano, sin discriminación alguna, y dirigida hacia el bien común”.
LA PROTECCION DE LA VIDA
Monseñor Martín de Elizalde, destacó –como parte de la defensa y la promoción de la paz- la importancia de la “protección de la vida, aún la de los niños que no nacieron y de los ancianos, la protección de la familia, la formación de los niños y jóvenes y la defensa de su inocencia y de su desarrollo en condiciones tan difíciles como las actuales”.
“En el Año de la Fe, finalmente, porque reconocemos el mensaje de Cristo, que el creyente recibe en su corazón como venido de Dios mismo y portador de las claves para la felicidad verdadera, que es la paz trascendente, tiene un alcance especial, como una oferta dirigida al mundo, una llamada insoslayable, una oportunidad especialísima, que no queremos ni podemos desoír”, manifiesta.