La planta del ajenjo o absenta ha sido conocida desde la antigüedad por numerosas culturas. Egipcios, griegos y romanos la utilizaron como tónico o para combatir la fiebre y los parásitos. En la edad media formó parte de pócimas y filtros amorosos. Durante largo tiempo, se utilizó como antídoto de setas venenosas, como abortivo y para alivio de las molestias estomacales. Sin embargo, el licor obtenido de la amarga hierba fue el derivado más popular.
Aunque los orígenes del mismo son inciertos se cree que fue descubierto como elixir (líquido con propiedades medicinales, compuesto por sustancias aromáticas disueltas en alcohol) por un médico francés residente en Suiza.
Producido y elaborado en los conventos, hacia finales del siglo XVIII, la fórmula, pasó a manos de un particular. Henry-Louis Pernod abrió la primera destilería de absenta en Suiza y, dado la alta demanda del producto, instaló una segunda en Francia bajo el nombre de Maison Pernod Fils.
Utilizado inicialmente y de forma masiva por las tropas francesas como antifebril, el licor, sin abandonar su categoría de ¨medicina¨ comienza a comercializarse como bebida espirituosa, llamadas así por el vapor sutilísimo que los alcoholes exhalan.
Para el inicio de la III República francesa (1870/1875) el ánimo del pueblo no era el mejor. Humillados por la derrota de la guerra contra Prusia, desilusionados con la caída de la Comuna de París y sumidos en la miseria por los efectos de la revolución industrial y el avance del capitalismo, el licor de absenta, mudó de ¨medicina¨ a quita penas de la ¨modernidad¨.
La afición por el ¨ hada verde¨ tal como se la ofrecía en bares, bistrós y cabarets, no respetó clases sociales. Para los más pobres, beberla, era un modo de olvidar las fatigas y angustias propias de su condición. Para ricos y bohemios (escritores, pintores, filósofos, artistas), una forma de evadir el vacío existencial o spleen , término que acuñara Charles Baudelaire en sus poemas refiriéndose a un estado de melancolía sin causa definida o la angustia vital de una persona.
¨En un café o El ajenjo ¨ óleo sobre lienzo de 92 cm x 68,5 cm, Edgar Degas, nos muestra precisamente a dos bebedores sentados en un bar. La mujer, acaso una campesina cuyas esperanzas de progreso en la gran ciudad se han frustrado, encuentra refugio en el licor. Tiene la cabeza gacha y el sombrero parece a punto de caerse. La mirada baja y ausente y la mueca de amargura reafirman la aceptación de su derrota. Las piernas separadas debajo de la mesa y el pie izquierdo rosando el pie del hombre, completan la triste imagen de la embriaguez.
El hombre que está junto a ella (quizá su compañero, quizá no) ha ocupado casi toda la mesa e, indiferente y hastiado, fuma su pipa. A diferencia de ella, no bebe. Sin embargo, la mirada perdida, vuelta hacia el otro lado de su compañera, parece decir que nada de lo que acontece le interesa.
Cercano a su codo, se ve el licor en estado puro. La cuchara sobre el borde de la copa contiene el terrón de azúcar con la que se acostumbraba a servir la bebida para disipar el sabor amargo. En la mesa contigua a la mujer, se encuentra la jarra con agua empelada para rebajar el licor que bebe de la copa más pequeña (la bebida adquiría un color lechoso al contacto con el agua. Así debía consumirse).
El diario plegado sirve de puente entre las dos mesas vacías. Un espejo en el fondo da luz y profundidad a la escena.
La obra expuesta en la segunda muestra de los impresionistas (1876) recibió duras críticas. Fue tildada de fea y repugnante y su autor abucheado.
En Inglaterra corrió la misma suerte. Los personajes fueron mencionados por la crítica como horriblemente degenerados y groseros y considerados un manifiesto contra el ajenjo y lo francés en general. ¨¡Qué puta!¨ lanzó públicamente, uno de ellos, refiriéndose a la mujer.
Sin embargo, las terribles críticas no impidieron a los hombres más sensibles a los dramas sociales de su tiempo, ver en el cuadro y particularmente en la mujer, la metáfora de la alienación producida por los cambios sociales de la época.
A propósito de la novela, L´Assommoir¨ (conocida en español como La taberna, El matadero o El tugurio de mala muerte), publicada por Emile Zola en 1877 y consagrada totalmente al mundo obrero y a los estragos causados por la miseria y el alcoholismo, el novelista confiesa a nuestro pintor: ¨Simplemente he escrito, en más de un sitio en mis páginas, algunos de sus cuadros¨, refiriéndose, particularmente, a ¨En el café o El ajenjo¨.
En cuanto a la bebida, consumida como fuente de inspiración debido a sus efectos alucinógenos, por los artistas de finales de finales del siglo XIX principios del XX, tales como Wilde, Van Gogh, Baude- laire, Manet, el propio Degas, Picasso y Hemingway, entre otros, acabó por prohibirse tras ganarse la fama de ¨licor maldito¨ . (Aunque el principio de la hierba es psicoactivo, al parecer, los terribles daños que suscitaba no residían en él, sino en la graduación alcohólica que a un 50 a 75 % superaba con mucho la mayoría de los alcoholes destilados. Al día de hoy, el ajenjo, se utiliza para dar sabor a otras bebidas, entre ellas, el vermut, del alemán wermut , ajeno).
La pintura se exhibe actualmente en el Museo de Orsay de Paris. Puede verse en todo su esplendor en distintas páginas de la web. –