Escribe Cristina Moscato
Revolución francesa (1789-1799) se suceden diferentes formas de gobierno que irán consolidando el fin del Régimen monárquico. Tras la convocatoria de los Estados Generales y la Asamblea Nacional (1789-1791) y luego de la conformación de la Asamblea Legislativa (1791-1792), se establece la Convención Nacional (1792-1795).
Electa por sufragio universal masculino (con una participación del 10% de los hombres independientes de su riqueza), la Convención, queda conformada por 749 miembros quienes distribuidos entre las tres fuerzas principales, girondinos, de la llanura o meseta y jacobinos o montañeses, ocupan, respectivamente, la derecha, el centro y el ala izquierda de la Convención.
Los girondinos, son republicanos moderados que representan a comerciantes y banqueros (alta burguesía); los de la llanura, todos moderados, apoyan a quienes crean en el momento , encarnan mejor los intereses de la población, mientras que los jacobinos o montañeses, son republicanos radicales, comerciantes, abogados y médicos (pequeña burguesía), aliados por fuera de la convención con los sans culottes o sin calzones¨, movimiento popular radical dirigido por el diputado Robespierre que reúne obreros, artesanos, sirvientes y mendigos, vale decir, los sectores más numerosos y desposeídos de la población.
Jean Paul Marat , médico, filósofo, periodista y revolucionario de la primera hora, ocupa una banca en el ala izquierda de la Convención Nacional. Si bien no se declara montañés, las ideas vertidas en múltiples panfletos y desde el periódico ¨El amigo del pueblo¨, lo convierten en el portavoz del movimiento.
En 1972, el malestar popular originado por la suba del precio de los alimentos y la presión de potencias europeas por restaurar la monarquía, genera la caída de la convención girondina (primer periodo de la Convención). Robespierre, abogado y acérrimo defensor de las teorías sociales de Rousseau que comanda la bancada de los montañeses, (segundo período de la Convención) toma el poder y radicaliza la República. Durante este período, también conocido como del ¨Terror¨ (1793-1794), por el uso rutinario de la guillotina, la confrontación de Marat contra los girondinos, la iglesia y la alta burguesía, lo vuelven el blanco de los contra revolucionarios.
Charlotte Corday, una joven normanda de extracción monárquica, lo detesta. No conforme con los intentos de disuadirlo para que abandone la actividad política por medio de frases tales como ¨ ay, que si sigues así, te vas a buscar enemigos¨, ¨ay que como sigas así, vas a acabar mal¨, ¨ay, que conozco gente que no te quiere bien¨, viaja a París para entrevistarse con él.
Marat que sufre una enfermedad de la piel que, según dicen, ha contraído en las cloacas de París escondiéndose de los muchos que quieren matarlo, la recibe mientras se baña en agua helada, único remedio del que dispone para calmar el picor y los violentos ardores que le causan la afección. (Al parecer pasaba sumergido una buena parte del día por lo que había convertido el baño en una especie de despacho).
El 13 de julio de 1793, la joven Corday, en medio de la audiencia que ha conseguido con Marat bajo pretexto de entregarle una lista con los nombres de quienes deseaban atentar contra su vida, lo asesina de una puñalada. En el juicio proclamó ¨ He matado a un hombre para salvar cien mil vidas¨. Cuatro días después, Corday, fue enviada a la guillotina.
La Convención Nacional, al día siguiente del asesinato, encarga a Jacques Louis David revolucionario y amigo personal de Marat, la realización de un cuadro para honrar la memoria del difunto.
En un óleo sobre lienzo de 165 cm x 128 cm, el cuerpo yerto de Marat, se nos presenta semi- sumergido en la bañera. Un trapo mojado en vinagre con el que aliviaba las molestias de su afección cutánea le cubre la cabeza que pende hacia un lado. La leve sonrisa que se dibuja en el rostro parece decirnos que está en paz, que ha muerto con la satisfacción del deber cumplido. La puñalada en el pecho, en sombra, no parece lo bastante grave. Sin embargo, el agua de la bañera teñida de rojo nos dice que fue lo suficientemente certera para desangrarlo.
Una caja de madera tosca y simple, a los pies de la bañera, sirve de escritorio, sobrio mobiliario con el que el pintor subraya la condición de hombre sencillo y de pueblo de su amigo. Sobre ella se ve algo de dinero y una carta que dice textualmente ¨Entregue este billete a la madre de cinco hijos, cuyo marido ha muerto por defender a la patria¨, destacando así el gesto de utilizar su s bienes para la causa revolucionaria y socorro de los desvalidos.
La otra carta, aún en manos de Marat, fechada el día del asesinato, es la que presenta a Corday. Manchada de sangre en una esquina, en ella se lee ¨Baste mi gran infelicidad para tener derecho a vuestra bondad¨, frase con la que el autor subraya la naturaleza generosa de su amigo y la perfidia de la asesina.
El cuchillo de Corday en el suelo, como si la asesina lo hubiese dejado caer en su precipitada huida (aunque se sabe que nada hizo por escapar y que esperó a que la detuvieran) está a la misma altura de la pluma, única arma de Marat, la del poder de la palabra y la razón.
El fondo sobrio y oscuro realza la luz que recae sobre el mártir revolucionario. Guillotinado Roberpierre y con la República en manos de diputados más moderados, ¨La muerte de Marat¨ fue devuelta a David. Recién en 1846, la pintura vuelve a exhibirse gracias a las alabanzas del poeta y crítico de arte Charles Baudelaire que restaura con sus dichos la reputación del pintor y la calidad de su obra.
Actualmente se halla en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica en la ciudad de Bruselas. Puede verse en todo su esplendor en distintas páginas de la web.-