Escribe Cristina Moscato
Los Reyes Magos de Oriente o simplemente Reyes Magos, es el nombre con que, vulgarmente, se denomina a los visitantes extranjeros que acuden al nacimiento de Jesús para rendirle homenaje y acercarle regalos de gran riqueza simbólica.
Concretamente, es el Evangelio según San Mateo la única fuente que menciona a los magos. No le da nombres ni títulos de reyes. Si cuenta que llegan a Jerusalén desde el Oriente, siguiendo la nueva estrella que señala el nacimiento del futuro rey de los judíos. El evangelista también precisa que los magos adoran al niño y le obsequian incienso, oro y mirra.
Los evangelios apócrifos o extra canónicos (no incluidos en el canon de la iglesia católica) mencionan más detalles. En ellos se dice que los magos tienen algún vínculo familiar con el recién nacido y que llegan con tres legiones de soldados, una de Persia, otra de Babilonia y otra de Asia.
Interpretaciones posteriores los consideran originarios de Asia, Europa y África.
La primera vez que surge el nombre con que hoy los conocemos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, de Ravena, Italia. Allí, aparecen tres magos al frente de una procesión ilustrados en un mosaico del siglo VI. Sobre sus cabezas se inscribe la leyenda: Gaspar, Melchor y Baltasar.
El Bosco (Hieronymus Bosch) en un tríptico realizado en óleo sobre tabla, nos pone ante su versión de la Adoración de los magos, obra que también se conoce como Tríptico de la epifanía, datada entre los años 1485 y 1500.
Los postigos del tríptico cerrado (138 cm de alto x 72 cm de ancho) representan la misa de San Gregorio. En grisalla (técnica pictórica basada en una pintura monocroma que produce la sensación de un relieve escultórico) vemos al papa Gregorio (590- 604) arrodillado delante del altar en el momento en que acaba de asomar medio cuerpo de Jesús con atributos de la Pasión. Las otras figuras serían el padre de quién encargó la obra o donante (izquierda) y la romana que dudaba de la presencia de Cristo en la eucaristía (derecha).
Según la leyenda, este suceso, ampliamente difundido en el arte religioso del medioevo y de principios del renacimiento, tuvo lugar mientras el mandatario celebra la misa en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.
Abierto el tríptico, vemos tres tablas, la central que mide 138 x 72 cm y dos laterales de 138 x 33 cm.
Un fondo común compuesto por un cielo azul y una ciudad emplazada sobre un terreno ondeado al que atraviesa un río, unifican los compartimentos.
En el ala izquierda, vestido de negro y de rodillas, se halla Pieter Bronchorts, el donante, identificado gracias al escudo familiar con la inscripción ¨Een voer al¨ (uno para todos). San Pedro está detrás del él. Viste de rojo y carga dos llaves enormes en la cintura.
Más arriba, en un segundo plano, aparece un hombre sentado sobre una cesta bajo un precario tejado. Los historiadores coinciden en que se trata de José secando los pañales del niño. Hacia el fondo se ven unos campesinos danzando y, más atrás, un edificio que acaba en punta.
En la tabla central se desarrolla la Adoración de los Reyes Magos propiamente dicha. La Virgen vestida de negro y sentada fuera de la precaria cabaña, con el niño sobre un lienzo blanco en el regazo, es el centro de la composición. Melchor, el más viejo de los tres reyes, representa a Asia. De rodillas ante María ha depositado en el suelo una corona con el sacrificio de Isaac, prefiguración de la Pasión de Cristo. El hecho de que la misma esté sobre sapos simbolizaría el poder de la cruz sobre la herejía o el pecado.
Gaspar, blanco, de mediana edad y con un plato que contiene incienso, representa a Europa. En la esclavina metálica que viste se ilustra la visita de la reina de Saba a Salomón. (La correlación ofrenda Reina de Saba /Adoración de los magos tienen antecedentes en la Biblia de los Pobres hecha de imágenes y muy difunda en la Edad Media).
Baltasar, el negro que representa a África, lleva un cáliz esférico que contiene la mirra.
Unos extraños e inquietantes personajes, típicos de la pintura de El Bosco, completan la escena. Algunos están trepados al techo, otros espían desde dentro de la cabaña. Entre ellos, destaca un hombre que asoma por una puerta, entre Baltasar y Gaspar, secundado por otros curiosos. La corona y el manto rojo sobre el cuerpo desnudo, ha hecho pensar en la presencia de un loco , mientras la herida pustulosa que presenta en la pierna y la campanilla sujeta al muslo, en un leproso, enfermedad que aludiría, lo mismo que la locura, al pecado o a la herejía como fuerzas del mal (recordemos que la causa de estas dos enfermedades para el hombre del medioevo era la ira Divina). Otros han visto en él, sencillamente, el Anticristo o la encarnación del mismo Herodes.
A lo lejos pueden verse ejércitos en marcha, quizá Herodes en busca del niño. Más atrás, edificios esféricos y cúpulas en cebolla evocan, posiblemente, construcciones de la antigua Jerusalén, de la extinta Halicarnaso y de El Cairo.
En la tabla derecha se encuentra la esposa del donante junto a Santa Inés.
La obra se halla actualmente en el Museo del Prado de Madrid. Puede verse en todo detalle y esplendor en distintas páginas de la web.