Escribe Cristina Moscato
Pasada la revolución mexicana, comienza en ese país un período histórico político conocido como el maximato (1924-1934). El mismo debe su nombre a Plutarco Elías Calles, apodado el ¨Jefe máximo de la Revolución¨ a cuyo poder se subordinan durante la década, todos los presidentes que le suceden luego de su mandato (1924/1928).
Durante esta época la situación de los muralis- tas mexicanos empeora considerablemente. La destitución de José Vasconcelos como ministro de cultura, trae aparejada una decidida falta de apoyo a la pintura mural; se rescinden contratos, disminuye el número de encargos y algunos frescos son destruidos, incluso ¨La creación¨ el primer mural pintado por Diego Rivera en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria, cuyo tema central es la formación de la raza mexicana.
El flamante matrimonio Rivera –Kahlo, ante la falta de trabajo, las persecuciones políticas y las acciones represivas de Calles a quienes piensan diferente, decide mudarse a los Estados Unidos. El muralista llega a San Francisco en 1930 acompañado de su mujer, con un trabajo concreto y un permiso de estancia obtenido a través de un coleccionista de arte que cuenta con la influencia suficiente para hacer entrar al país a un ex comunista. (Rivera se había desafilado del partido por desacuerdos con la política de Stalin).
La vida de la pareja, que transcurre en Estados Unidos en los primeros años de la Gran Depresión, genera en Frida, sentimientos ambivalen- tes hacia el pueblo norteamericano. Siente admiración por el desarrollo tecnológico que se vislumbra, pero también una suerte de rechazo por sus consecuencias.
¨El gringuerío no me cae del todo bien¨ escribe a una amiga, ¨son gente muy sosa y todos tienen cara de bizcochos crudos¨. En otra carta rezonga: ¨La Higt-Society de aquí me saca de quicio y me sublevan esos tipos ricos, pues he visto a miles de personas en la peor de la miserias, sin lo mínimo para comer y sin un lugar dónde dormir, eso es lo que más me ha impresionado; es espantoso ver a estos ricos que celebran fiestas de día y de noche mientras miles y miles de personas mueren de hambre… Aún, cuando me interesa mucho todo el progreso industrial y mecánico de USA encuentro que los americanos carecen de toda sensibilidad y sentido del decoro¨.
Mientras Rivera cumple con su trabajo, Frida, en la intimidad, como sucede desde los 18 años y luego de que un terrible accidente la condenara a una larga convalecencia, pasa largas horas frente al caballete.
En 1932 deprimida por la pérdida de su segundo embarazo, amargada por la oposición de Rivera a su anhelo de regresar a la tierra natal y llena de añoranza, realiza un óleo sobre metal de 31 cm x 35 cm conocido como ¨Autorretrato en la frontera entre México y los Estados Unidos¨. (Es de destacar que de las 150 obras que se le conocen, un tercio son autorretratos, índice de que su obra es un intenso trabajo autobiográ- fico).
Frida, morena, de cabello renegrido y cejas tupidas, herencia de una madre mestiza y un padre europeo, está de pie, fija como una estatua. Luce como de fiesta. Lleva un elegante vestido rosa y hermosos guantes. En una mano, porta una bandera mexicana y en la otra, un cigarrillo. El pedestal, sobre el que está parada, marca la frontera entre ambos países.
El paisaje de México (a su derecha) está dominado por los colores de la tierra y la naturaleza. Las flores con sus raíces ocupan el primer plano, dos ídolos de la fertilidad y una calavera en el medio representan el ciclo vital. Más atrás, las antiguas deidades mexica- nas, simbolizadas por el sol y la luna, coronan las ruinas de un templo precolombino.
El de Estados Unidos, a su izquierda, es precisamente, la contrapartida. El variado mundo vegetal del primer plano mexicano ha sido sustituido aquí por artefactos eléctricos con cables que se asimilan a raíces y los símbolos del ciclo vital por máquinas que muestran un mundo muerto. Enormes rascacielos aparecen en el lugar del templo. En sus pisos moran las nuevas deidades de los americanos: banqueros, dueños de fábricas e industriales. Sobre un cielo oscurecido por el humo de la fábrica Ford, se alza la bandera del país del norte
Un pequeño generador de corriente en el suelo norteamericano obtiene energía de las raíces de las plantas mexicanas y alimenta el pedestal en que se halla Frida, único punto de contacto entre los dos mundos.
El cuadro es actualmente propiedad de un coleccionista. Puede verse con todo detalle en distintas páginas de la web.