Escribe Cristina Moscato
Hacia el año 75 de nuestra Era, en su destierro en la isla de Patmos (Grecia), el apóstol Juan escribe el Apocalipsis, (del griego revelación) en el que narra una serie de visiones sobre los sucesos que acaecerán en el final de los tiempos.
Compuesto por un prólogo (Jesucristo se le aparece al apóstol y le encomienda la misión de enviar su mensaje a las siete iglesias de Asia Menor), doce capítulos que contienen las cinco visiones -(de los siete sellos, de las siete trompetas, de las siete señales, de las siete copas y la lucha de Cristo y el demonio)-, y por un epílogo ( visión del Juicio Final, de Jerusalén Celestial y la Gloria de los Santos en el cielo), dicho libro se convierte, desde los primeros siglos, en uno de los más importantes de la Biblia para la iglesia cristiana de Occidente.
700 años más tarde, un monje proveniente de Toledo o Andalucía (difieren los historiadores), llega como Abad al monasterio de San Martín de Turieno de Liébana (hoy Santo Toribio), ubicado al pie de la cordillera cantábrica, próximo a Covadonga, sitio de la batalla que marca el inicio de la reconquista española con la derrota infringida por Don Pelayo a los invasores musulmanes. (Las montañas resultan un muro infranqueable, convirtiendo a la región en seguro refugio del latín, el griego y de la cultura occidental durante la ocupación árabe de la península Ibérica).
De inmediato, el religioso se vuelve notorio. Por un lado, por la férrea defensa de la ortodoxia católica frente a las herejías de la época (leal a Roma y a Carlomagno), y por haber escrito el libro ¨Comentario al Apocalipsis de San Juan¨.
Este códice, manuscrito ilustrado con imágenes en miniatura dónde confrontan las fuerzas del mal con las celestiales, y que explica cómo será la segunda venida de Cristo y el fin del mundo, busca asegurar la salvación de los creyentes ante la inexorable llegada del juicio final.
El Beato de Liébana, término que significa bienaventurado o feliz, acuñado luego de la muerte del abad y en alusión a la creencia que la persona está gozando del Paraíso, dice a uno de sus pares: ¨Considera pues a este libro como la llave de toda la biblioteca¨.
A lo largo de la Edad Media se copiaron múltiples ejemplares del original. La reproducción está a cargo de monjes especializados (pergamineros, copistas, iluminadores y encuadernadores), que realzan las ilustraciones por sobre el texto. Las copias, verdaderas obras de arte denominadas de manera simplificada ¨beatos¨, conjugan distintas influencias artísticas, desde el tardo romano, lo bizantino, lo visigótico y lo carolingio, hasta llegar a lo musulmán del Al-Andalus.
El exótico y misterioso expresionismo de las miniaturas, firmadas por distintos monjes (Magius, Oveco, Emeterio, Dominicus y Munnio, Facundus, etc), inspirarán buena parte del arte figurativo medieval, sobre todo las esculturas de las iglesias románicas extendidas a lo largo de las cuatro rutas de peregrinación a Santiago de Compostela. En tanto, la traducción visual del apocalipsis, expresado en los códices miniados (pintar o ilustrar miniaturas), logrará plasmar en el imaginario del hombre del medioevo los terrores del fin del milenio.
Los ¨beatos¨ que han sobrevivido al tiempo están en posesión de distintas bibliotecas, universidades y museos del mundo.
En la actualidad, el municipio de Potes, capital de la comarca de Liébana (comunidad autónoma de Cantabria) reúne una muestra de 21 facsímiles de distintos autores que presenta bajo el título ¨El Beato de Liébana y su cosmos¨.
Estas y otras miniaturas pueden verse en todo sus esplendor en distintas páginas de la web.-